jueves, enero 11, 2007

Jaime Rodriguez Arana, La consistencia del centro

viernes 12 de enero de 2007
JAIME RODRÍGUEZ-ARANA
al norte
La consistencia del centro
Ahora que los tories en Inglaterra andan a la búsqueda del centro y que las nuevas generaciones del PP plantean, de nuevo, el giro al centro, seguramente resucitará la cuestión del espacio del centro. Espacio que realmente, y por derecho propio, no pertenece a ningún partido y que tantas veces no necesita encarnarse en forma de opción política concreta por la sencilla razón que unas veces la izquierda, otras veces la derecha, y en ocasiones ambas, pueden moverse, si quieren, en el horizonte de la moderación y de la centralidad de la persona y sus derechos fundamentales.
Desde la izquierda y desde la derecha ideológicas se desprecia el espacio de centro por razones diversas. Para unos, porque el espacio de centro es la misma derecha reaccionaria, y para otros no tiene sentido porque se trata de la equidistancia, la indefinición, la ambigüedad, la pusilanimidad, la neutralidad. Es decir, para la derecha ideológica el centro constituye una especie de indefinición que pretende tener las virtualidades de las distintas partes que aglutina sin ser ninguna de ellas para ser todas a la vez, alcanzando, todo lo más, un conglomerado de propuestas insustanciales, blandas, débiles.
Si algo de novedoso tiene el centro es que plantea la acción política al margen o, mejor, a partir de la crítica a las mismas posiciones ideológicas. Se critican desde este espacio político las posiciones políticas que se configuran como una interpretación total, definitiva, completa, cerrada y omnicomprensiva de la realidad social e histórica. Tanto la izquierda como la derecha, en esta versión, han pretendido, casi como saberes de salvación, presentarse ante los pueblos como las doctrinas que iban a arreglar todos los problemas, casi como pócimas mágicas que con sólo ingerirse vendría súbitamente la paz y la armonía al cuerpo social. En realidad, estas posiciones sumamente ideológicas derivan del racionalismo ilustrado y encuentran sus formulaciones más completas en dos posiciones que desde sus primeros pasos se han visto como antagónicas y como referentes de la confrontación política: socialismo y liberalismo. Al alcance de cualquiera está dibujar un mapa preciso de sus incompatibilidades y oposiciones respectivas. Por ejemplo, el fascismo, elaborado fundamentalmente a partir de la matriz nacionalista, aparece también como una posición distante de las dos anteriores, pero no como síntesis de ambas; más bien como negación de las dos, ajeno tanto al internacionalismo de las consideraciones de clase propias del socialismo como al individualismo liberal, ambos por ser negadores del ser nacional.
En buena medida, el prejuicio ideológico sigue dominando el horizonte político y por eso contemplamos cómo en ocasiones unos y otros son incapaces de razonar, de trabajar sobre la realidad y de buscar formas de entendimiento. En esta deriva resulta que el diseño de las oposiciones que entre estas posiciones ideológicas se realizan puede hacerse con precisión: porque parten de reflexiones previas que en sí mismas contienen las soluciones. Este contexto de oposiciones, de confrontación, de enfrentamiento, es uno de los rasgos que mejor definen las formulaciones ideológicas. Desde esta perspectiva, la esencia de la democracia, de la vida política en general, reside en la confrontación, en el antagonismo con los demás agentes políticos.
El pragmatismo ha ido diluyendo en cierta medida las formulaciones ideológicas liberales, los partidos fascistas prácticamente han desa- parecido en las democracias occidentales. Por tanto, la izquierda es quien tiene libre el terreno para las formulaciones ideológicas. El espacio de centro, por el contrario, carece de los perfiles ideológicos, de la consistencia dogmática y estática que caracterizan a la derecha y a la izquierda. Para el espacio de centro la clave está en los postulados del pensamiento abierto.

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