jueves, diciembre 21, 2006

Carlos Luis Rodriguez, Estilo Taboas

jueves 21 de diciembre de 2006
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Estilo Táboas
Supongamos que un nuevo Tocqueville saliera de Le Havre y, en vez de poner rumbo a Estados Unidos, se dirigiera a estos parajes, a fin de recoger materiales para una nueva obra. Se titularía La Democracia en Galicia, y en ella analizaría nuestro sistema de gobierno, tal y como hizo en su tiempo con La Democracia en América.
Una de las cosas que más habría de sorprender al estudioso francés sería encontrar en la misma Xunta comportamientos que corresponden a culturas políticas tan distintas, como las que él apreció al comparar el norte y el sur del Nuevo Mundo. Durante su viaje, en efecto, Alexis de Tocqueville vio que en un lado predominaba la seguridad jurídica, y en el otro una Administración guiada por el capricho del gobernante.
Volviendo a casa, pensemos en dos iniciativas recientes que ilustran esa diferenciación. Los famosos quinientos metros de protección costera se lanzan con gran trompetería y escasa precisión. Tras la firmeza inicial aparecen matices que hacen, de lo que era talla única, una variedad adaptable a las circunstancias. Los quinientos metros no tienen por qué ser coincidentes con el medio kilómetro. Todo depende.
No es difícil imaginar el gesto reprobatorio de Tocqueville ante una forma de actuar que sustituye el marco legal por el cabildeo, ni su satisfacción al comprobar que en otra Consellería se actúa de manera muy distinta. Teresa Táboas lanza una ofensiva contra la especulación del suelo industrial. Se trata de evitar la paradoja de que falte sitio para instalar empresas, al tiempo que muchas parcelas están desocupadas.
Ambas conselleiras presentan medidas estupendas, pero una la saca del horno cuando aún está cruda, mientras que la otra nos las sirve al dente. Con el planteamiento de la señora Táboas, las empresas que adquieran un terreno en un polígono gallego saben a qué atenerse. Su compañera Caride, en cambio, genera inquietud en promotores, constructores, vecinos y alcaldes.
Se equivocan los que piensan que el rigor ahuyenta las inversiones. Salvo excepciones, el emprendedor no busca una Juaja, sino una legalidad estable, que le permita hacer previsiones y estar a resguardo de sobresaltos. Cuando esa legalidad estable es suplantada por la arbitrariedad, el empresario como Dios manda es sustituido por el aventurero que confía en su destreza para moverse por los vericuetos de la Administración. Sin quererlo, los vaivenes de Política Territorial son un reclamo para el pillo.
Ese imaginario Tocqueville asociaría de inmediato el decreto costero con las prácticas sudamericanas, y la decisión sobre los parques empresariales, con las usuales en el norte. Es curioso porque el BNG donde habita Teresa Táboas suele considerarse más proclive al populismo que su socio en la Xunta. De acuerdo con la tradición, de haber un chavismo a la gallega, estaría más en el nacionalismo que en el socialismo, pero la conselleira obliga a revisar ese tópico.
Además de servir la iniciativa en su punto de cocción, el condimento que se le pone es el justo para darle sabor. Hay una crítica a sus predecesores, pero hecha con elegancia, de pasada. No es necesario más. Cualquier ciudadano inteligente es capaz de deducir que la situación actual es consecuencia de la mala gestión anterior.
Su colega de consello hace lo contrario: el aliño partidario con que rodea la medida de los quinientos metros, o las suspensiones de planes, estropea el plato. Total, que Tocqueville se iría de vuelta bastante confundido por dos estilos tan opuestos.

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