domingo, diciembre 24, 2006

Mark Steyn, Feliz Navidad a todos

domingo 24 de diciembre de 2006
Multiculturalismo
Feliz Navidad a todos
Mark Steyn

La comisaria de Eventos Especiales y su policía de la Brigada Anti Villancicos se aprestaron a acallar al coro por crimen de lesa incorrección política.

Atravesaba el Aeropuerto Shannon en Irlanda el otro día y vi que tiene un cartel sobre las vacaciones en la terminal pero, ¿sabe? Decía "Feliz Navidad". La isla Esmeralda tiene unos cuantos judíos y un montón de musulmanes, y hasta parece probable que un ateo militante o dos, pero no creo que tengan la tentación de quitarle todo el sabor a las navidades. En cambio, Associated Press dio cuenta de lo sucedido en Riverside, California:
Un coro de instituto fue instado a dejar de cantar villancicos durante la exhibición de patinaje de la medallista Sasha Cohen por temor a que la patinadora pudiera sentirse ofendida.
Me apresuro a aclarar que esta Sasha Cohen no es el Sacha Baron Cohen de la exitosa película Borat. La S. Cohen olímpica es una joven; el S. Cohen de Borat es un hombre, aunque su vestimenta no estaría fuera de lugar en un concursante eslavo en la prueba de patinaje por parejas. De todos modos, el incidente de la patinadora parece una sátira tan aguda de los Estados Unidos de hoy como cualquier escena de Borat, al menos en las que se centra en la obligatoriedad de la "tolerancia".
Un miembro del consistorio de la ciudad, acompañado de un oficial de policía, se aproximó al coro del Instituto Rubidoux, en la Pista Exterior de Patinaje de Riverside, justo cuando empezaban el "God Rest Ye Merry, Gentleman" ["Que el Señor os mantenga fuertes"] y solicitó que el grupo dejase de cantar.
Ni el policía ni la funcionaria –"la encargada de eventos especiales Michelle Baldwin"– estaban actuando a petición de una queja de la celebridad sobre patines. Simplemente se estaban ofendiendo en representación de ella, sin duda disfrutando de la excitación de poder evitar un hipotético "crimen de odio". La patinadora es judía y, por tanto, asumieron que las notas del "Merry Gentlemen" flotando por el aire tenían que suponer una abominación para ella. En realidad, si usted visita su página web, verá a la cabecera: "Únase a Sasha en su gira del árbol de Navidad". Exacto, está recorriendo el país patinando en las ceremonias de encendido de árboles de Navidad. Ceremonias de encendido de árboles de Navidad acompañadas de cantantes que cantan villancicos en donde se puede escuchar esa misma palabra que comienza por ene y que Sasha emplea en su página web.
A pesar de ello, la comisaria de Eventos Especiales y su policía de la Brigada Anti Villancicos se aprestaron a acallar al coro por crimen de lesa incorrección política. Muchos de mis compañeros columnistas luchan en vano contra el aburrimiento que les produce todo lo que tenga algo que ver con el numerito de la "Guerra contra la Navidad" de John Gibson, pero yo creo que están pasando por alto un pequeño detalle. La idea de llamar a un policía para detener la interpretación de "God Rest Ye Merry, Gentlemen" le parecerá una locura a la mayor parte del planeta.
Ahora bien, es cierto que hay judíos que no son especialmente aficionados a la Navidad. El otro día, en Seattle, un rabino puso objeciones a los "árboles de Navidad" del aeropuerto y amenazó con acciones legales a menos que pusieran también una menorah de ocho pies. Así que el aeropuerto respondió: "Vale, tío, ¿Qué nos amenazas con una demanda? Pues talamos los árboles". Y en un momento, los árboles eran historia. No "historia" en el sentido de una tradición de siempre legitimada por su misma antigüedad, sino "historia" según la fórmula norteamericana contemporánea que significa mandar algo al cuerno en interés de "la diversidad".
Entonces tanto el rabino como su abogado se vieron enterrados por un tsunami de publicidad negativa. "Vaya", dijeron. "¿Por qué somos nosotros los malos? Nos encantan los árboles de Navidad. ¿Qué os hizo creer que tenemos algo contra los árboles de Navidad? ¿Solamente porque amenazásemos con iniciar una demanda millonaria? ¿Qué podría ser más americano que eso?" En Newsweek, el rabino Marc Gellman intentó escurrir el bulto condenando "la respuesta cobarde" del aeropuerto. ¿Pero que "respuesta cobarde"? En lugar de acudir a los tribunales para perder casi con total seguridad, aumentaron la apuesta, poniendo a los demandantes a la defensiva y obligándoles a sujetar a los perros. Los "árboles de Navidad" ahora están de vuelta.
Todo el mundo que conoce al rabino Bogomilsky dice que es una persona afable y que no quiere echar a perder las Navidades de nadie a lo Scrooge. Sin duda. Pero en la semana en que el presidente de Irán celebra una Convención de Revisionismo del Holocausto (con bastante asistencia) que niega el Holocausto al mismo tiempo que vaticina alegremente el próximo, este rabino cree que el interés del pueblo judío consiste en tomar acciones legales contra los adornos de Navidad del aeropuerto de Seattle. Lo siento, pero quien ha sacado los pies fuera del tiesto no ha sido el aeropuerto, sino el rabino. La capacidad de tener prioridades es un rasgo indispensable de la madurez y el sentido de la proporción un ingrediente crucial de una sociedad madura.
Esto no tiene nada que ver con la religión. Jesús está en muy buena forma en Estados Unidos. Cuarenta años de esfuerzos de la ACLU por eliminar a Dios del discurso público han conducido al resurgimiento de un cristianismo norteamericano evangélico y politizado único en el mundo occidental. Lo que el rabino de Seattle y los polis de Riverside están intentando hacer es algo mucho más básico: negar la posibilidad de cualquier cultura común. Estados Unidos no es como una colección de sellos, en la que se tiene un ejemplar de cada uno de ellos. Es un país aplastantemente cristiano con libertad religiosa para aquellos que no lo son. Pero argumentar que "aquellos que no lo son" tienen derecho a prohibir cualquier expresión pública de la herencia cristiana de Estados Unidos excepto si se limita a ser un ingrediente más de un restaurante de buffet libre interreligioso es una expansión un pelín excesiva del concepto de " libertad religiosa". En su reacción inicial, el aeropuerto de Seattle lo pilló al vuelo: ser obligado a tener uno de cada clase es, en última instancia, lo mismo que no tener nada. Así que mejor cortar por lo sano.
Después de todo, ¿por qué tiene que molestarse el rabino? No había coníferas atiborradas de adornos en los establos de Belén. Tampoco cantaban "God Rest Ye Merry, Gentlemen". En la práctica, es una antigua canción pop que alude al nacimiento del Salvador como llamamiento para que la comunidad se haga más fuerte. No cabe duda de que entra en conflicto con el régimen "de diversidad" sobrelitigante y sobrevigilado. Hablando de canciones, no entonaban "Navidades blancas" en el establo. Un judío la escribió. Es parte de la enorme contribución judía a la cultura común estadounidense.
Ciertamente, el aeropuerto de Seattle podría poner una menorah. Y tal vez adornos de conmemoración de Eid, y Kwanzaa, y algo para los fieles del solsticio, y quizá algo para los ateos litigantes. Pero hacer eso es convertir la sociedad en una especie de sala de embarque de un aeropuerto, es decir, nada más que un arreglo conveniente para quienquiera que se encuentre ahí en un momento determinado. Las sociedades con éxito, al contrario que los árboles de plástico, tienen raíces profundas: nadie debería ser obligado a creer que Jesús es el hijo de Dios pero, de igual manera, nadie debería tomarla con los árboles y los adornos de espumillón y las versiones instrumentales de "Noche de paz " hasta el punto de negarle la realidad de la tierra en la que vive a la enorme mayoría de sus conciudadanos. Porque la lógica a la que conduce eso no es una sociedad secular diversa, sino una no-sociedad atomizada y de pega. Y, como comprenden bien esos tipos islamistas que se ofenden con tanta facilidad, una vez que pones la realidad en duda, toda una nueva serie de patologías se hacen repentinamente viables.
Sobre lo cual, espero que "el Señor nos mantenga fuertes". Es más difícil de lo que parece.© Mark Steyn

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