domingo, diciembre 24, 2006

Antonio Parra, El Padre Huidobro

domingo 24 de diciembre de 2006
El Padre Huidobro
Antonio Parra
E N tiempos de tribulación no hacer mudanza. El consejo de nuestro Padre Ignacio me va bien, hay que ponerlo en práctica, difícil es, cuando la vida está zurrándome de lo lindo, otra vez, el dolor me felicita las pascuas, bendita cruz pero de qué tienes miedo hombre de poca fe y con el regusto que deja en el alma esta paremia me doy un garbeo por el Gijón rezo un padrenuestro ante el rinconín donde vio pasar la vida Alfonso el Cerillero me santiguo ante su fotografía, y le rezo una plegaria laica que tanto se lleva ahora; él era uno de los otros sangre generosa de la España republicana que no eran enemigos sino hermanos equivocados como dejó constancia en sus escritos el P. Huidobro y por los que derramó también y muy generosamente su sangre este legionario jesuita. Compro lotería y me la paso por la chepa. No me toca pero el 22 de diciembre es el día de la salud y hasta el año que viene a seguir jugando. Con las mismas bajo hasta Moyano y hablo algunos momentos con Alfonso Riudavets otro gran español al que amo y a veces detesto. Claro que a veces le he tratado de cabroncete un poco exageradamente hijo de un coronel de Caballería al que yo degradé a sargento con un poco de mala leche y hermano de un gran juez del Supremo. Perdona mis lapsus. Pero hoy Alfonso está tratable y me cuenta. -¿No sabes lo del monumento al P. Huidobro? -No. Por estas fechas leo poca prensa. Todos los periódicos son la voz de su amo y me aburren con sus prosas monocordes. Prefiero tus libros cuya lectura expande mis ansias de archivero de la verdad y clama mi sed de amor a España y mis deseos de autenticidad y de belleza. -No te subas a la parra, Parrita, que tus dislates te confieren la fama de loco. -Ya estamos con que la abuela fuma, Fonsito, y vuelta con la burra al trigo. -Pues quieren cargarse el monolito que tiene el páter de la Cuarta Bandera en la Cuesta de las Perdices. -No creo. -Pues han puesto un gran cartel de una inmobiliaria que tapa la estela. -Vaya por Dios. El sitio está en la puerta de la Casa de la Cuesta el Circus donde viven y trabajan los espías hispanos. Numerus clausus. Fuente sellada. El perímetro de seguridad infranqueable pero ya digo el hito a la memoria del P. Huidobro guarda la jamba. -Será que molesta. -Pues a lo mejor. Los espías son también militares pero otra clase de militares. Con el Cesid no se cuenta. Vete tú a saber Me gasto unos euros. Tomo II de las obras de Tolstoi de Aguilar bella estampa encuadernación en piel papel biblia con separador tela impresión a doble columna tejuelo con serigrafías de titulo y mancheta en oro etc (descripción técnica que haría un librero disculpen mi deformación profesional un libro y un amigo quiero yo en mis lares viejo soy pero no canso, etc). Doy los buenos días y deseo felices pascuas al entrañable, barojiano, inefable y a veces inabarcable librero Riudavets que para bien o para mal ha sido parte importante de mi vida y de mi amor acaso un vicio a los libros y al regresar en el autobús de la línea de Brunete me fijo. Ciertos son los toros. La estela conmemorativa a esta valiente legionario ubicado en el mismo lugar donde en la mañana del 11 de abril de 1937 un proyectil ruso calibre 12.40 le atizó donde atendía a moribundos en el hospital de sangre y puesto de primer socorro segando su vida de joven machacante de Cristo. Tenía 34 años. Era montañés las gafas de concha más bien pequeñito y poco marcial. Cuando se presentó ante el banderín de enganche de la cuarta Bandera que mandaba Asensio columna de Yagüe la que entró en Badajoz Plaza de Toros ya saben pero la guerra es la guerra los guripas se reían de él. Tenía un aspecto ridículo y una pinta de cura que no podía con ella. Pero ay amigo el hábito no hace al monje y este buen capellán montañés dio muestras más que sobradas de ese valor que se supone a todos los “novios de la muerte” y mi afán es tu grandeza que seas grande y fuerte y por verte temida y honrada todos tus hijos irán a la muerte. Fiel infantería que por saber morir sabe vencer aunque mi discurso no es de muerte más bien de vida y esperanza o al menos lo quiere ser. Si me quieres escribir ya sabes mi paradero. En el frente de Gandesa primera línea de fuego. En medio de los fuegos cruzados de la Universitaria se arrastró por debajo de las alambradas y de los caballos de frisia para ir a socorrer a los soldaditos del otro bando carne de cañón de las Españas a confortarlos o darles el óleo santo y en una ocasión cargó a la costilla con un pobre muchacho del Quinto Regimiento herido en la pierna y rescatarlo en seguridad hasta las posiciones nacionales. “Ese cura, decían los rojos, tiene un par de huevos”. Su celo apostólico y sus virtudes sacerdotales eran verdaderamente heroicos. Yo no sé si habrán canonizado al P. Huidobro pero guardo un recordatorio de su muerte como una reliquia a la que beso e invoco ayuda espiritual en mis tribulaciones. Para mí está inscrito con su sonrisa de misacantano en el registro de los santos este jesuita heredero del espíritu ignaciano que preconizaba la famosa paremia de “vita militia est” que nos da fuerza a sus émulos. El eco de las viejas canciones de nuestra fiel infantería rebosa mi alma de ternuras le doy al parabrisas de los recuerdos y se empaña el cristal de mis gafas con algo de emoción, leches, mientras el autobús 627 acomete la subida de la cuesta de las Perdices donde yo fui a probar con mi padre el querido Silvino mi primer seiscientos. Hostenes me estoy poniendo sentimental. El Silvinete me hablaba siempre de los jaleos que hubo en estos desmontes del cerro del Águila. Él no estuvo en este frente. Operó en el de Guadarrama. El páter de su regimiento fue primero el P. Juan Martínez muerto en una chabola del Alto del León mientras confesaba a un soldado. Y luego el P. Caballero otro prócer de aquel esforzado cuerpo de capellanes que llevó el consuelo espiritual a las filas del ejercito nacional. Nunca portaban armas. Su uniforme era el de oficial y lucían un crucifijo en la solapa de sus guerrera cuartelera. Inmensa labor. Titanes del espíritu. Seguramente ellos fueron los que pusieron toda la carne en el asador lo que permitía que el ejército de Franco con un armamento inferior pero con más disciplina y con más alma que el de sus rivales ganase la guerra. Bueno en realidad aquella guerra no la ganamos ninguno. La perdimos todos los españoles. Pero en ese afán de dar la vuelta a la tortilla y de mal interpretar los hechos ciertos los datos netos de la historia a través de eso que llaman la memoria histórica y en ese prurito ajusta cuentas en el que andamos metidos y de abrir viejas heridas quieren cepillarse el monolito al páter de la Cuarta Bandera. Habré pasado por este lugar que acecha a la linea del cielo de Madrid y se asoma al balcón del hipódromo querida y excelsa visión de Madrid unas cinco mil veces cinco mil días. Siempre tenía en la peana un ramillete de flores frescas. Últimamente los claveles rosa y gualda han desaparecido. ¡Ah este gobierno! Y a mí la legión. Zapatero debiera haber leído (a ver si se le pasaba su furor iconoclasta) algunos escritos del P. Huidobro porque parecen directamente dirigidos a él, documentos conservados en algunos cuadernos de campo y en su diario. Una de las inserciones-extractada de su biografía escrita apresuradamente por el P. Rafael Valdés- dice así:”Fervor interior, activo y sacrificado en las Juventudes Católicas de todas las clases sociales. Acometividad de caballeros con su honor en la Cruz de la espada de los Tradicionalistas... ímpetu patrio de esos fascistas casi imberbes que saben mirar cara a cara a la muerte. ¿Y por qué no decirlo empeño hasta lo último por un ideal equivocado pero concebido con grandeza y heroísmo muchas veces en los jóvenes comunistas, una de las más ricas energías nacionales que urge conquistar”. Aquello fue un choque de civilizaciones, señor Presidente. Querer reivindicar al marxismo igualitario y aplanador de libertades es dar marcha atrás. Tratando de borrar esa memoria no le deis más vueltas que así es la rosa. En mala hora exponer el reló con las manecillas para atrás del dialogo de civilizaciones. Más bien todo lo contrario. Por eso hoy con tales afrentas a la verdad y a la razón de la sinrazón vuelve a dolerme España. Ustedes perdieron la guerra una guerra que costó millones de muertos. No volvamos a las andadas. Este monolito que siempre tenía un ramillete de guirnaldas al pasar yo las he visto y he musitado una plegaria era un monumento a la reconciliación de las dos Españas. El P. Huidobro sacrificó su vida por ese ideal. Era un legionario con las tres estrellas de capitán que los tuvo bien puestos y no hubo de recurrir al saltaparapetos. Su fuerza era el rosario y aquellas misas que decía en sitios sin desenfilada batidos por el fuego como una que celebró en Talavera. Tuvieron que traerle un tanque y en el peto posterior él instaló un altar de campaña y alzó en triunfo la hostia consagrada. Corazón santo tu reinarás. Me contaba mi padre que la asistencia espiritual en la Universitaria fue mucho más difícil que en el frente de Alto del León. En este último se rezaba todos los días el Rosario en la chabola pero en la Cuesta de las Perdices el estruendo del fuego graneado o el de las temibles explosiones de las minas republicanas ahogaban en desesperación el rumor de las oraciones. Además la disciplina no era tan sólida y Yagüe permitió la entrada de las cantineras y visitadoras que fueron el caballo de batalla de aquellos buenos capellanes que se las veían y deseaban para predicar contra la inmoralidad y el sexo a pelo en las mismas avanzadillas de una tropa que se esforzaba sin conseguirlo por entrar en Madrid. Haría estragos la sífilis que las putas eran un regalo de Azaña. La quinta columna venérea las llamaban. A falta de condones había que recurrir al permanganato. Y esta referencia puntual o reflexión la hace también el P. Caballero el cual operó en ambos frentes y consideró su misión en la línea del Puente de los Franceses casi desesperada. Se combatía a cara de perro y algunos esforzados expedicionarios de primera línea se hacían todos la misma pregunta: ¿Dónde está Dios? Una cuestión así planteada a bocajarro en medio de tanto desgarro y de tanta baja porque fue muy difícil entrar en el Madrid de “no pasarán” ardua de responder. La defensa de Madrid que hizo Rojo fue de libro. La estrategia numantina y el armamento norteamericano checo o ruso que tenía el enemigo eran muy superiores al material italiano o alemán que las columnas de Yagüe, Varela o Asensio manejaban. Algunos fusiles que les dieron a los requetés eran casi escopetas de avancarga o máusers de la guerra de Cuba que cada dos por tres se engatillaban. Feroces combates. Encuentros a la bayoneta calada. ¿Donde estaba Dios cuando pelean dos hermanos? El P. Huidobro que recomendaba a sus cabos que dispararan sin saña y sin odio y que se jugó el pellejo para socorrer a los sorches rojos a los que él consideraba también guripas de España parece haber dado respuesta a tan inquietante pregunta. Está enterrado en el camposanto de Boadilla del Monte junto a otros cuarenta legionarios de su Bandera. Viva España y quiera Dios que la sangre de este jesuita al igual que la de José Antonio sea la última que se derrame en nuestro patrio solar. Las vueltas de la tortilla y las ganas de desquite no sirven para nada pues lo que pasó pues pasó y no tiene vuelta de hoja. A pesar de todo, y en medio de los tiempos difíciles que nos cercan, Felices Pascuas.

No hay comentarios: