jueves, diciembre 21, 2006

Felix Arbolí, Feliz Navidad

jueves 21 de diciembre de 2006
Feliz Navidad
Félix Arbolí
E STOY avergonzado. Me siento molesto conmigo mismo y lo peor es que no puedo enmendar mi error. Estamos ya tan saturados de problemas, de complejos y de falsedades, que hemos terminado por hacernos insensibles a todo cuanto nos rodea. Todo esto viene a cuento porque como en otros años, por estas fiestas, suelen acudir a nuestras casas chavales, más o menos disfrazados del ambiente navideño, solicitando el aguinaldo. Y en contra de mi costumbre, reminiscencia de las de mi tierra, no le dado donativo, ni presente alguno. Con educación, pero sin darle opciones a la insistencia, le he dicho que no era momento adecuado y que volviera cuando las fiestas estuvieran más cerca. La desolación del chaval quedó ostensible en su cara, pero sin decir palabra alguna, se dirigió a otro piso donde a la mejor la suerte le resultara más propicia. Luego nada más sentarme y antes de reanudar mi tarea, me he dado cuenta de mi nula solidaridad y empatía para con estos jóvenes que van felicitando casa por casa, esperando cualquier compensación a cambio. Este año parece que han surgido mayor número de seguidores, en su mayoría de allende los mares, donde a pesar de sus santerías, secretismos y vida marginal, sienten la religión con más fe y mayor sinceridad que los descendientes de los que se la llevaron y bautizaron. Era una norma muy generalizada en mi siempre presente Andalucía, que recuerdo y añoro desde que la perdí de vista, que acabo de romper. Me he sentido indigno y mezquino con ese chaval que se ha acercado hasta mi casa, me ha felicitado las fiestas y me ha solicitado el aguinaldo, sin obtener la compensación adecuada, cuando a mi esos euros no me hubieran supuesto nada. ¡Parece mentira que un asunto que pueda parecer tan baladí, me tenga obsesionado y desee con toda mi alma que algunos de estos precursores de la Navidad llamen de nuevo a casa para solicitar el aguinaldo!. Pero no han vuelto. Parece que han colocado el “anatema” en la puerta de mi casa y deben pasar de largo, ya que es raro que en tantos días no se presente ninguno. ¿Qué es actualmente la Navidad?. ¿Dónde está ese sentimiento religioso y solidario que antes nos invadía a la llegada de estas entrañables fiestas?. ¿Qué intentamos o pretendemos celebrar con esa cena extraordinaria y esos regalos más o menos ostentosos? ¿El aniversario del nacimiento de Dios hecho hombre?. Eso es muy bonito de expresar y comentar, pero nada fiable de creer. ¿Cuántos minutos, (fíjese que hablo de minutos y no de horas), dedicamos a rezar y alabar a ese Niño cuyo nacimiento celebramos?. Todo consistirá en abrazos a familiares e invitados, que ese día llenarán nuestra casa y vaciarán nuestros supercargados frigoríficos, haciendo “papillas” nuestro presupuesto económico, mientras comentamos los sucesos más favorables y exitosos que hayamos realizados a lo largo del año, para dar un poco de “indigesta” al resto de los reunidos. Todo ello, como es lógico y tradicional, dándole regusto al paladar con los más exquisitos y abundantes manjares que se ofrecen capaces de abastecer a todo un regimiento y que nos tendrá como oca francesa atiborrado durante unos días. De esta forma celebraremos la Navidad. Al Rey de la fiesta, a ese Niño que desnudito y con una ternura sin límites nos mira sonriente, apenas dirigiremos la vista unos breves segundos, aunque se merezca y mucho nuestra atención para agradecer que gracias a El, a su cumpleaños, estemos todos reunidos, felices y contentos. Que éste debía ser el motivo prioritario de esa Noche tan especial. Los comercios hacen su agosto, aunque y porque estamos en diciembre precisamente y todos haremos algo especial y caprichoso para no quedar al margen de esa gran celebración, aunque algunos de los que se apunten a la juerga y al festín, hayan olvidado o renegado de sus creencias religiosas y se hayan convertido en detractores de las mismas. Ahora los adornos parecen más carnavaleros y verbeneros que navideños. Huyen de las guirnaldas, estrellas y angelitos, incluso del americanizado Papa Noel que, aunque no sea de nuestro ambiente y tradición, ha cuajado en nuestras celebraciones, para reemplazarlos por letras anodinas, signos extraños y cabalísticos y toda una retahíla de absurdos combinados que en nada nos recuerdan al espíritu de la Navidad. Es una operación lenta, pero precisa, sin pausa, ni dejar nada al azar, estudiando concienzudamente cada movimiento para que sin que se percate el público, sin que lo advierta el creyente, se secularice esta fiesta tan eminentemente religiosa, hasta que se consiga convertir en un acontecimiento festivo, pero sin trascendencia, ni orientación religiosa alguna. Dios no debe ser la figura dominante, el cristiano no debe sentirla como propia y la iglesia no debe ser parte activa en su celebración. Y al parecer, sin que nos hayamos dado cuenta, lo están consiguiendo. Examinen sus actos de ese día y respóndanse ustedes mismos a la pregunta, ¿ Qué acto relacionado con la religión, con la efemérides que se celebra, realizamos en las veinticuatro horas que transcurren desde la Nochebuena a la Navidad?. ¡Si hasta el Gallo se ha quedado sin su célebre misa para la inmensa mayoría!. Ya no decimos “!Felices Pascuas!”, ni “Feliz Navidad”. Ahora está de actualidad el de “!Felices fiestas!” o sencillamente “!Felicidades!”. ¿Se han dado cuenta?. Se han eliminado las dos palabras que podrían darle la debida orientación a la fiesta. Capítulo aparte merecen los Reyes Magos o mejor dicho, su celebración. En mis tiempos, acudía hecho un manojo de nervios a verlos en la cabalgata y hasta guardaba los caramelos que me tiraban, porque eran unas golosinas sagradas. Sus Majestades, iban en los camellos, sobre ostentosos tronos, seguidos de la comitiva de pajes y envoltorios donde iban los juguetes. Todo era mágico, espléndido, admirable, emocionalmente incomparable. Aún hoy día, pasadas ya tantas décadas de aquellos felices años, recuerdo las noches intentando dormirme cuanto antes. Siempre, no se por qué, me viene a la memoria al rememorar estos sucesos de mi lejana infancia, que una de esas noches donde la ilusión domina el ambiente familiar, se me hacía extremadamente difícil conciliar el sueño debido a los nervios. Era imposible. En la radio, el enorme armatoste que alegraba las veladas caseras, sonaba “Échale guindas al pavo”, la famosa tonadilla que creo recordar interpretaba Conchita Piquer o Estrellita Castro, acompañada de Miguel Ligero. ¿Dónde andarán ya los pobres?. Hoy ver la Cabalgata de Reyes es una auténtica mascarada. Toda la comitiva es una especie de exhibición comercial de marcas y establecimientos que utilizan el evento para promocionar sus productos y “comerle el coco” a los chavalines con las maravillas que les ofrecen. Ya solo falta que los Magos de Oriente utilicen productos de determinadas firmas para su vestuario y para reemplazar a sus tradicionales coronas y mantos. Carrozas de sindicatos, de agrupaciones vecinales, de empresas comerciales, de entidades oficiales y hasta de los partidos políticos mayoritarios, por no perder la oportunidad de aprovechar cualquier evento para sacar partido y conseguir el futuro voto. Muy tontos deben ser nuestros actuales chavalines, si no se dan cuenta que ese pseudo carnaval que han montado no tiene nada de celestial, ni de mágico, ni con la celebración y la bienvenida a nuestros Reyes Magos. ¿Por qué ese constante empeño en publicitar nuestros productos utilizando cualquier medio u ocasión, sin reparar que no es bueno mezclar el mercantilismo con lo espiritual?. ¿ Por qué no piensan que es mejor mantener la inocencia y la ilusión entre nuestros pequeños que descubrirles, sin reparar en el daño moral que ello les produce, lo único que les mantienen aún en el fascinante mundo de la infancia?. Estamos perdiendo la tradición, la fe y las buenas y ancestrales costumbres que heredamos de nuestros antepasados. Y el pueblo que olvida su historia, que renuncia a su pasado, que elimina sus creencias y destruye sin la menor preocupación la ilusión de un niño, es un pueblo avocado a su propia ruina física y moral, a su desaparición como sociedad comunitaria. Pronto será una simple referencia histórica en las leyendas del pasado.

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