El empacho autonómico
Luis Miguez Macho
21 de diciembre de 2006. Los procesos de reforma de los Estatutos de Autonomía están teniendo un efecto no previsto por sus impulsores y del que, o bien no son muy conscientes, o bien no le dan todavía importancia. Hablo de la reacción de hartazgo que han provocado en la opinión pública y que, a diferencia de otras reacciones similares ante caprichos de los políticos que no tienen mucho que ver con las necesidades y aspiraciones de la gente normal, está generando una reflexión más profunda sobre el funcionamiento real del Estado de las Autonomías y sus repercusiones sobre la vida del ciudadano común.De las reformas estatutarias poco queda por decir a estas altura: si se hiciesen de manera leal, tendrían que servir para adaptar los Estatutos a la consolidación del Estado autonómico producida en estos últimos veinticinco años; pero como en muchos casos esa lealtad no existe, de lo que se trata, y resulta imposible disimularlo, es de engordar todavía más el poder y los privilegios de la clase política autonómica y de su entorno clientelar, convertidos en una verdadera oligarquía neo-caciquil.Al ciudadano medio no le va a arreglar nada que se reforme el Estatuto de su Comunidad autónoma. Ahora bien, hay una diferencia sustancial entre que el proceso se haga con la debida autocontención y lealtad o, por el contrario, se lance por el despeñadero de la voracidad autonomista, y esa diferencia afecta nada menos que al ámbito de libertad individual y colectiva del que disfrutamos los españoles.La asombrosa constatación a la que se está llegando en la calle (y no sólo en la calle, porque el murmullo también ha alcanzado a ciertas elites) es que las peores, las más molestas restricciones a la libertad que sufre un ciudadano español del año 2006, viviendo en un régimen democrático plenamente homologado al de de todos los países desarrollados de Occidente, provienen de las Comunidades autónomas. Y no me refiero solamente a casos patológicos como los de Cataluña y el País Vasco, sino en general a toda una serie de trabas que el Estado autonómico ha provocado para la primera libertad que trajo la Revolución liberal, que es la de circulación y establecimiento, junto con la de mercado, en todo el territorio nacional.Cada nueva "profundización en el autogobierno" significa para el ciudadano medio restricciones adicionales a las posibilidades de vivir, trabajar y comerciar en y con cualquier parte de España, porque las actuales oligarquías autonómicas, como ocurría con los caciques de la Restauración, necesitan sociedades cerradas sobre sí mismas que aseguran la lealtad de las clientelas que constituyen el soporte social de su poder y sus privilegios. Ante esto, la primera reacción ciudadana es el desinterés y la abstención; la siguiente será la rebelión cívica.
jueves, diciembre 21, 2006
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