miércoles, diciembre 20, 2006

Xavier Navaza, Ponga un socavon en su vida

miercoles 20 de diciembre de 2006
POR XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
Ponga un socavón en su vida
A unas leguas de Sevilla, a la altura de la villa de Guadajoz, el Gobierno central alzó en 1991 un monumento a la improvisación. Allí, en medio de la más ancha y lineal geografía de España, el AVE hace un absurdo y sorprendente quiebro sobre la doble vía de la alta velocidad. Una curva imposible rompe, de pronto, la trayectoria rectilínea del ferrocarril. ¿A cuento de qué semejante hazaña?
El Gobierno de Felipe González estaba en plena euforia, después de una década de mandato, y encargó la magna obra a dos grupos de empresas: uno se encargaría de construir la doble vía desde la capital andaluza hacia Madrid; otro grupo haría lo propio en dirección contraria, de modo que ambos se encontrarían a medio camino para poner remate a aquel sueño que nos ponía a la altura de las más altas velocidades del planeta.
Vivíamos en el mejor de los mundos y a nadie, empezando por los ministros de González, se le pasó por la cabeza que acabaría sucediendo lo que al final aconteció: que los del Sur tomaron un camino y los del Centro hicieron el suyo, con tan mala fortuna que al final ambas obras -lejos de coincidir al milímetro, como debería estar previsto- se separaban, dejando entre ambas un enorme y desolador vacío que rompía en dos el ambicioso proyecto ferroviario.
Era la obra del siglo y aquel fallo amenazaba con echar por tierra la fulgurante saga del socialismo en el poder. Así que la autoridad competente -Renfe, por supuesto- decidida a solucionar aquel entuerto de un día para otro, no se lo pensó dos veces: "Pues aquí ponemos una curva y a otra cosa". Era la culminación de la alianza entre el diseño español y la tecnología alemana, la cumbre de la vieja y tradicional chapuza nacional trasladada a la vanguardia de las comunicaciones en el umbral del siglo XXI.
Aquélla fue la primera vez que hubo debate a tumba abierta y tensión en el Congreso a cuenta del AVE. Después habría muchas más, conforme surgían socavones y hundimientos de vías en otras geografías del laberinto. De hecho, quince años después de aquel evento inaugural, la polémica espoleada por fallos en los sistemas de infraestructuras (ferrocarriles, puertos, aeropuertos y autovías) se ha convertido en un clásico de la lucha política: no hay nada más agradecido y turbulento al mismo tiempo, para darle caña al Gobierno de turno, que un socavón estratégicamente ubicado en una conexión de alta capacidad.
El hundimiento de un tramo en la autoestrada de O Salnés, en este sentido, viene como anillo al dedo para satisfacer las ansias de sus señorías. Al tratarse de una obra realizada por el Gabinete anterior, presidido por Manuel Fraga, constituye un regalo ­dialéctico para el Gobierno de Emilio Pérez Touriño. Y si además se logra implicar a Xosé Cuiña y a Alberto Núñez Feijóo de una tacada, la espectacularidad del ring está garantizada de antemano. Los diablos familiares del Partido Popular, imaginen, sometidos al fuego cruzado de las huestes de Anxo Quintana y don Emilio. Suena el gong de la larga, larga y ácida precampaña de mayo 2007.
ARCANOS DE LA CASONA
La solución de un enigma
A cuenta del socavón de O Salnés sabremos qué distingue a una comisión de estudio de otra de investigación en la Casona del Hórreo. Será la solución al enigma, aunque las claves de este arcano del parlamentarismo galaico dicen que de estudio es aquella comisión que no permite que la oposición despedace dialécticamente al Gobierno; de investigación la que, por el contrario, permite que el Gobierno actúe como oposición de la oposición. Ya lo ha dicho Ismael Rego (PSdeG), partidario de una comisión de estudio "porque es más operativa", pero que opta por otra de investigación para ver si Xosé Cuiña y Alberto Núñez Feijóo hacen un "ajuste de cuentas" en el PPdeG .

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