miercoles 20 de diciembre de 2006
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Que se haga en el Principal
Antes había una diferencia esencial entre una obra de teatro y una comisión de investigación. En el género dramático, los actores ponían en escena un guión previamente concebido por el dramaturgo, ante un público que ya se lo sabía. Al pobre Hamlet siempre le pasa lo mismo en todas las representaciones, con lo cual el deleite del espectador no se centra en un desenlace imprevisto, sino en la maestría del intérprete.
En el género parlamentario no existía ese guión previo. Los comisionados eran como detectives en busca de la verdad, y el ciudadano esperaba con fruición el resultado. Podía satisfacerle o no, pero en todo caso no era previsible, nadie podía anticiparlo y había que quedarse hasta la caída del telón para salir de dudas.
Pues bien, esa distinción ya no existe. Ambas modalidades se han fundido en una sola, y las comisiones de estudio o investigación son una variante del teatro, malo. La trama está escrita antes de empezar, y los intérpretes se limitan a introducir alguna improvisación insustancial. En cuanto al público, sólo los forofos incondicionales de la compañía que pone en escena el sainete permanecen en sus localidades.
La comisión de estudio de los incendios fue una de las representaciones más logradas. Para horror de Montesquieu, se limitó a ponerle sello del Legislativo a lo que antes había decretado el Ejecutivo. Hay pasajes de las conclusiones que reproducen, con pasmosa fidelidad, palabras pronunciadas por conselleiros y directores generales para escamotear sus culpas en la catástrofe.
Ahora se anuncia otro estreno, con motivo de los desplomes en tramos de la vía de O Salnés. En este caso, la comisión de estudio se convierte en comisión de investigación, lo cual sólo añade un elemento más a la incoherencia de la mayoría parlamentaria. Pero lo chocante es que sus deliberaciones se vayan a celebrar en estancias parlamentarias, y no en el teatro Principal.
Estamos ante una actividad que entra en la jurisdicción del Centro Dramático Galego. Se trata de una obra de ficción, que se desarrolla de acuerdo con un libreto. Es verdad que no puede hablarse de actores profesionales, los diputados no lo son, pero sí de aficionados entusiastas que harán lo que puedan para dar credibilidad a sus papeles. Es más: llevando esta comedia a su lugar natural, seguramente aumentaría el número de gallegos interesados en verla, aunque hubiera que pagar entrada.
La decisión de crear esta nueva comisión merece todo el respeto, siempre que respeto no equivalga a credulidad. Sabemos antes de entrar en la sala que Hamlet morirá diciendo aquella estremecedora frase: lo demás, es silencio. Sabemos antes de que la comisión se inaugure cuál será su conclusión, de quién será la culpa, quién será exculpado y qué frase se escuchará mientras cae el telón: la responsabilidad es de Fraga.
Con todo esto, no abogamos por que la comisión se suspenda, sino por llamarla por su nombre. Estamos ante un híbrido de teatro y parlamento que podría denominarse teatro parlamentario, y ser reformulado para obtener una mayor audiencia. Perdida la verosimilitud, sería bueno hacer hincapié en las interpretaciones, sustituyendo para la ocasión a los diputados por actores conocidos, seleccionados por el CDG, que desempeñen su mismo papel y digan las mismas cosas, con más intensidad dramática.
El Parlamento ganaría prestigio, el teatro gallego una nueva fuente de inspiración, y nuestros buenos diputados no tendrían que quedar en evidencia.
miércoles, diciembre 20, 2006
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