miércoles, diciembre 03, 2008

Felix Arbolí, Los secretos de una larga vida

jueves 4 de diciembre de 2008
Los secretos de una larga vida

Félix Arbolí

E N la Contraportada del día 26 del noviembre, publiqué un artículo titulado: “Ha muerto Franco ¿Se había enterado ya?”, en el que comentaba diversos episodios de nuestra política de los que en mayor o menor medida había sido testigo. Se referían a mi etapa en el Juzgado Central de Marina. Uno de los trabajos más apasionantes de mi vida laboral, a veces incluso, más que los vividos en el periodismo, que ha sido y es la niña de mis ojos y el objetivo de todos mis afanes. Aparte de los asuntos judiciales que se trataban, algunos impactantes y de enorme interés, como ya relataba en dicho artículo, tuve la suerte de que a lo largo de los veinte y pico de años que pasé en ese destino tuviera a unos jefes excepcionales, sin ninguna excepción. Todo fue satisfactorio e interesante hasta que el gobierno del señor Suárez tuvo la venturosa o descabellada idea, continuada por los posteriores, no solo de reunificar a los tres ministerios militares en uno solo, el de Defensa, sino el de unificar también a diversos Cuerpos de los tres Ejércitos, cambiando sus denominaciones y uniformes y haciendo desaparecer algunas especialidades, mediante el habitual procedimiento de declararlas “a extinguir”. Una decisión que supuso un gran disgusto entre los interesados, nada conformes con que desapareciera su carácter y distintivo de Marina, Tierra o Aire, que habían elegido.

La medida fue criticada y mal encajada, aunque la aceptaron por el concepto de la obediencia debida al superior que tan arraigado tienen estos profesionales. Terminaron con la ilusión de los que pretendían ejercer y continuar desempeñando una profesión que a través de ese frío y desconsiderado decreto se suprimía. Hay veces que el superior no parece darse cuenta o no le importa que con sus arbitrarias medidas pueda herir la sensibilidad del afectado convirtiéndolo en una especie de resentido robot, al no adaptar sus decisiones al sentir general y vocacional del servicio. .

Los juzgados desparecieron con sus ministerios y formaron parte de un Cuerpo común a los tres ejércitos, con idéntico uniforme y denominación, sin tener en cuenta la procedencia de los afectados. Y lo que es peor obligados a cambiar de misión y destino por no haber juzgados suficientes en ese nuevo y solitario ministerio. Entre los que se vieron desplazados me encontraba yo, que pasé a la sección de Intendencia, con un cometido totalmente distinto, como es fácil de suponer, al que estaba habituado. De las tomas de declaraciones, diligencias preparatorias, providencias, procedimientos ejecutivos, autos y sentencias, pasé de un día a otro a los presupuestos, contratas de obras, control de gastos reservados y demás zarandajas relacionadas con el puñetero dinero, aunque solo lo viera en cifras escritas sobre un papel. Mi jefe que entonces era Coronel Auditor, ascendió pronto a general, luego a Ministro Togado y posteriormente fue Magistrado en el Consejo Supremo de Justicia Militar. Aún hoy día, a pesar de los años que hace que no tenemos relación laboral, nos vemos con cierta frecuencia y mantenemos una charla amigable y distendida sobre lo bueno y lo malo, más sobre esto último, de aquella “santa casa”, con la que ya no me siento nada identificado, a pesar de haberle dedicado cincuenta años de mi vida. Me enorgullece tener este contacto cordial, ya que me hace sentir que no debí ser un lastre en mi trabajo. A mis jueces debo mis dos cruces al mérito naval con distintivo blanco, una firmada por Franco y otra por el Rey, para que no se diga y algunas felicitaciones personales del Almirante Jefe de la Jurisdicción por la eficacia del trabajo realizado.

Me figuro que ahora con la llegada de las faldas, aunque no seamos escoceses, todo debe ser muy distinto. Conste que no lo digo con sentimiento antifeminista, pero creo que no deberá agradar mucho a los que llevan toda su vida entregada a la causa militar, incluidas aquellas mujeres pioneras que ya cuentan con veinte años de servicios, que lleguen unas señoras ajenas a ese mundo y sus circunstancias y acaparen de golpe los puestos más relevantes, muy por encima de los generales de tres estrellas y una larga hoja de servicios prestados. Tan desconsiderada era la decisión de vetar el ingreso de la mujer, como permitir que lleguen directamente de la calle y se coloquen a la cabeza, sin que se tengan en cuenta su carencia de méritos y antigüedad en la vida castrense. Su total despiste en la cuestión y no por culpa de ellas. .

Nuestro compañero y mi admirado amigo Antonio Castro Villacañas, me escribe en el foro indicándome que debo contar mis experiencias de entonces en un libro, para el que al parecer ya tiene hasta editor. Así se la pusieron a Felipe II y se lo ponen actualmente a Zafón, Almudena Grandes, Saramago, Manuel Vicent y otros “animales literarios” mimados de las musas que se permiten escribir lo que en algunos casos ya tienen hasta cobrado. ¡Qué maravilla llegar a ese nivel literario!. Yo de los dos últimos que escribí y publiqué, no hay forma de que el editor me pague ni siquiera los derechos de autor que me corresponden por los ejemplares vendidos. Se hace el sordo una y otra vez y no hay forma de sacarle los cuartos, ya que me esquiva una y otra vez desde hace cuatro años. Para que luego hablen de la seriedad del catalán y la frivolidad del andaluz. Como ven en todas partes se cuecen habas.

También podría ser materia de ese libro, mi testimonio de cuando perdimos Sidi Ifni, en una emboscada que nos tendió el ejército marroquí, al mando del padre del actual monarca, entonces príncipe heredero y jefe del Ejército, cargándose una brigada entera mientras descendían en paracaídas ajenos a que el adversario se hallaba escondido y esperándoles. Sin darles tiempo al uso de sus armas. Creo que no quedaron supervivientes, ya se sabe que al moro no le gusta dejar nada a sus espaldas. Fui testigo también de los problemas de entonces para mandar tropas a aquella posición, ante la inexistencia de los buques de transportes, teniéndose que requisar uno de sus cruceros a la Compañía Transmediterránea para tal misión. Una guerra que, como tantas otras, no sirvió para nada. Allá dejamos a nuestros muertos caídos inútilmente y un territorio en perfecto estado de conservación y funcionamiento a nuestros “hermanos marroquíes”. ¿Para qué mandaron a tantos jóvenes a la muerte si pensaban entregar ese territorio a Marruecos?. Lo mismo que años más tarde con el Sahara y la Marcha Verde, aprovechando la enfermedad de Franco, ya que de haber estado éste en plenas facultades no se hubieran atrevido a ese chantaje de avanzar escudados tras sus mujeres e hijos, para que la Legión y nuestras fuerzas militares no se opusieran con las armas. Eso sí portando junto a la suya la bandera de los Estados Unidos para demostrar que contaban con el beneplácito del Tio Sam, en esa odiosa escaramuza que acabó con la libertad de un pueblo al que dejaron sometido y eliminado políticamente. Lo que fue milagroso es el episodio de la isla de Perejil, ya que nuestros políticos están acostumbrados a dar al moro todo cuanto le pide. Fue un acierto que estuviera al frente de nuestro gobierno Aznar, en este caso, ya que de haber estado Zapatero, no tendríamos perejil ni para condimentar nuestros guisos. Tienen en Marruecos un mapa, según he visto en una publicación, en el que figura como de ellos toda Andalucía. Que se vayan haciendo a la idea de que no les caerá esa breva. Somos demasiados los andaluces, los suficientes, que por encima de gobiernos, acuerdos y chanchullos, no consentiremos hacer de nuestra tierra un feudo marroquí. ¡Hasta ahí no le permitiríamos llegar aunque nos cueste la vida impedirlo!.

En el de Sidi Ifni, podíamos haber utilizado el armamento proporcionado por los Estados Unidos en virtud del acuerdo firmado, .y el conflicto se hubiera acabado rápido y beneficioso para España, pero los yanquis nos prohibieron utilizarlo contra “su” amigo marroquí, que por lo visto siguen gozando de patente de corso con los USA. Recuerdo todo esto, porque en ese tiempo me hallaba destinado en la Comisión de Enlace con la Misión de los Estados Unidos de América (C.E.M.A.), que era la encargado de formalizar y firmar ese primer acuerdo de cooperación entre España y los Estados Unidos, allá en los años cincuenta. Debido a ello me tuve que traga ese mamotreto entero en ingles y español y hacer las oportunas copias para las respectivas delegaciones, ya que entonces no disponíamos de fotocopiadoras en nuestras oficinas. Al frente de la española estaba el Capitán de Navío don Alfredo Lostau, que ostentaba la Laureada de San Fernando por su acción de guerra al apresar al buque “Mar Cantábrico”. Los americanos iban todos de paisano, aunque se trataba de jefes militares, distinguiéndose por su clásico y elevado tono al hablar y saludar. Su llegada se hacía oír en las dependencias de alrededores.

En uno de mis libros citados, “Recuerdos de una infancia rota”, cuento sin concesiones al que dirán y la hipocresía, mis sensaciones, recuerdos y decepciones desde el instante de mi llegada a este mundo hasta mi venida a Madrid soñando con el futuro. Una infancia sin alicientes, goces, alegrías e ilusiones, donde hasta un trozo de pan de maíz, aquél famoso pan de borona que nos daban para todo el día y se desmoronaba nada más tocarlo, era una auténtica golosina que esperaba impaciente para aplacar el hambre que sentía. No tuve un momento de verdadera alegría hasta que pude proporcionármelo yo mismo ya avanzada mi adolescencia.. Mi madre demasiado hizo con sacarnos adelante y mantenernos en el nivel social en el que habíamos nacido, pero al que ya no pertenecíamos económicamente. Ni del día de mi Primera Comunión, que dicen es el más feliz de nuestra infancia, conservo un agradable recuerdo. Todo lo contrario. En el libro expongo todas estas cosas y otras muchas que hacen referencia a circunstancias y barbaridades propias de la anteguerra, guerra y posguerra protagonizadas por adultos y padecidas por un niño. Para poder escribir con sinceridad tuve que dejar que fueran mis sentimientos los que dictaran las palabras, sin que me lo impidiera el temor a descubrir lo que muchos se afanan en ocultar por prejuicios y orgullos absurdos.

Como era de esperar tantos detalles y franqueza sobre las vivencias y desgracias de mi infancia, no les hizo gracia a los que preferían mantener su hipocresía y mi silencio en no difundir detalles que podrían afectar a su falsa manera de entender la vida. Para ellos hubiera sido mejor mantener el engaño sobre esos años del pasado.

¿Crees admirado maestro y querido compañero ANCASVIL que es buena táctica publicar la verdad de una vida y dejar que el mundo siga girando a tu alrededor sin que te afecten sus críticas y ofensas? Como ves, ya he tenido experiencias en este sentido y nada agradables por cierto. Era mucho más importante y conveniente decir que todos habían sido abnegados protectores y que tuve una infancia muy feliz, a pesar de que ello supusiera irme al “otro barrio”, con ese resquemor comiéndome las entrañas, para no perjudicar a los que no saben lo que es pasar hambre y encima quieren que me resigne y silencie el sufrimiento de mis perdidos años infantiles.

A mi que no me hablen de niños de la guerra, ni de odios ideológicos, ni de revanchas por injusticias cometidas, ni de esos muertos que quieren sacar de sus fosas para clamar justicia, porque yo los he vivido y sufrido igual o peor siendo un niño y he sentido el hambre, el terror, la muerte y la desolación sin comprender entonces el por qué y las consecuencias que tendría en mi vida y mi futuro. Porque cuando a un niño le impiden tener sueños e ilusiones y le amargan los años de su infancia, lo matan para el resto de su vida y esta muerte es peor que la de aquellos que descansan al haber dejado de sentir y sufrir un pasado que mientras se está vivo no desaparece de nuestros recuerdos. Y lo peor del caso es pensar que tantos sacrificios, tanta necesidad y tanto dolor, no ha servido para nada, ni siquiera para que te consientan el derecho al pataleo y escarmienten de una vez tantos lobos fanatizados. Por culpa de esos desalmados que hoy tanto cacarean en uno y otro lado, a muchos niños nos fastidiaron la infancia y nos dejaron con un difícil trauma que el paso de los años no consigue eliminar. Como ven no debo nada al franquismo, pero menos al comunismo y al socialismo que fueron los precursores de un periodo atroz tan largo como sangriento. !Y déjense de una puñetera vez de monsergas ideológicas!.

A Castro Villacañas le tengo una gran admiración. Fue mi profesor, uno de los mejores, en la Academia Nacional de Mandos José Antonio, cuando aún no había hecho mi servicio militar. A sus enormes conocimientos, facilidad de explicación y manera coloquial de enseñar y tratar a sus alumnos, debo en gran parte mi formación cultural y política y la fidelidad a unos principios y actitudes que al tenerlas asumidas un hombre de su integridad y su talla fue más que suficiente para que yo las admitiera, respetara e hiciera mías. ¡Cuantos escenarios recorridos y cuantas aventuras vividas, tan distintas unas de otras!. ¡Qué libro de memorias me he perdido por no haber tenido la feliz idea de escribir el día a día de aquellos años!.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4946

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