jueves 11 de diciembre de 2008
Igualitarismo antidemocrático
Ernesto Ladrón de Guevara
E L título no es un oximoron, ni, evidentemente un pleonasmo, ni una antonimia, es una descripción de situaciones a la que se puede llegar por razonamiento deductivo. Me explico:
Estamos acostumbrados a oír, que no escuchar -que implica una reflexión sobre lo que se oye- que la igualdad es la condición necesaria y obligada para que haya democracia, lo cual puede ser un sofisma como un templo en determinadas circunstancias.
Para empezar no es lo mismo igualitarismo que igualdad de oportunidades. Por ejemplo, yo puedo tener igualdad en todo respecto a mi vecino que es ingeniero industrial, pero si me ponen delante de una máquina que fabrica piezas por control numérico con toda certeza él será capaz de producir una pieza metálica traduciendo un croquis y yo me quedaré con cara de pasmado ante el artilugio. Por tanto no soy igual que él en esa circunstancia. Y si me viene una persona para que le coloque un empaste en su muela careada yo le llevaré a la puerta que está frente a la mía en el bloque de viviendas, donde se exhibe un hermoso letrero de “odontólogo”, pues si lo intento probablemente acabará sin muela o sin lengua, pues no me han preparado para esa labor. Por tanto mi capacidad para ser igual que mis vecinos queda claramente en entredicho. Otra cosa es que hubiera podido tener igualdad de oportunidades con ellos si en mis tiempos de estudiante hubiera disfrutado de una beca para estudiar esas carreras.
Esto viene a cuento por las absurdas situaciones que se producen en el sistema educativo. Y me dirán ustedes –quizás con mucha razón- que soy un pelma por traer nuevamente el asunto. Pero miren, si no lo hago voy a tener un problema psicológico, pues necesito esta catarsis que me proporcionan mis buenos amigos de Vistazo a la Prensa, y aún en la previsión de que no me lea ni el apuntador, necesito desquitarme de este cabreo acumulado por las barbaridades que observo casi todos los días en ese tinglado que dicen que es sistema y educativo, que más bien creo que es un circo para entretener a una muchachada que así no da guerra en las calles.
Por ejemplo -y no voy a referirme más que a una escueta muestra de los esperpentos que se vienen produciendo con abundancia inmisericorde- esta semana pasada se eligió un nuevo rector de la UPV. En la noticias leo que fue elegido gracias a una mayoría de los votos del alumnado (dominado por la dictadura de Ikasle-Abertzaleak) y los de los profesores no doctores. O sea que quienes han elegido predominantemente al rector no son los profesores doctores lo que significa que éstos han apoyado mayoritariamente a la otra opción que abogaba por primar los aspectos científicos y la excelencia en la docencia y la investigación universitaria, más que el euskera y los condicionantes políticos. El objetivo: que la UPV sea una universidad que aparezca al menos entre las doscientas mejores universidades del mundo -en los puestos de cola no estaría mal del todo-, ya que ahora no figura en ese ranking y no sabemos qué lugar ocuparía entre las mil mejores universidades del mundo –desde luego no entre las doscientas primeras-. Pero no, los alumnos han elegido a la opción que no aboga por la excelencia y la despolitización, y por dotar a la universidad del mejor profesorado, lo que implicaría quitar limitaciones lingüísticas y favorecer la permeabilidad y la movilidad del profesorado.
Como ustedes comprenderán, mi pregunta es qué pintan los alumnos en la elección del rector. Con lo cual ya me puedo preparar a que lluevan sobre mi persona todo tipo de imprecaciones y adjetivaciones de reaccionario, facha y otras calificaciones por el estilo. Pero, yo sigo con la pregunta: ¿qué pintan los alumnos en la elección de un rector? ¿No es más lógico y apropiado que éste sea elegido por el profesorado más cualificado, es decir por los que tienen plaza ganada por oposición que no son aquellos que se han colado por el dedo gracioso mediante esas figuras de profesor asociado, contratado, etc cuyo condicionante principal y excluyente es saber euskera? Si para construir un avión se requiere ser ingeniero aeronautico, ¿por qué para dirigir nada menos que una universidad no es exigible que el rector sea el más prestigioso y capacitado de los profesores?
Algo así ocurre también en el sistema no universitario. Para ser director de una institución educativa no se requiere ser el mejor gestor, ni una persona capacitada para ello y seleccionada mediante un sistema exigente de oposición entre personal preparado para la gestión y dirección de instituciones educativas, como sucede para regir un hospital, una empresa, o bien una Dirección provincial de la Seguridad Social, por poner tres ejemplos. Para ser director de un centro escolar o de un instituto el requisito es ser elegido por la comunidad educativa, siendo éste el único país del mundo en que se utiliza este sistema. El resultado es que no hay candidatos –lógicamente- para una función que tiene más una consideración socio-política que de gestión, puesto que si primara este último aspecto se haría por carrera profesional, como en el resto de la administración pública. Nadie quiere ser objeto de elección política para una función que tiene consideración genuinamente pedagógica y de gestión, con lo que curso tras curso los directores de la mayoría de los centros educativos de la red pública son nombrados por la propia administración, muchas veces de forma obligada pues pocas veces surgen candidatos voluntarios. Entretanto en la enseñanza concertada los directores son designados entre el mejor profesorado bajo criterios de buena gestión y excelencia educativa. De esta manera los centros públicos están en desventaja estructural con respecto a los privados, no pudiendo competir en condiciones de desigualdad. En su día se creó la especialidad en la carrera de Pedagogía de Gestión y Dirección de Centros. ¿Para qué?
Otro ejemplo, esta vez más específico. Una Orden de la Consejería de Educación del Gobierno Vasco, donde se dan instrucciones específicas para la Evaluación del alumnado en estos términos: “Los alumnos y alumnas y, en su caso, sus padres y madres representantes legales tendrán acceso a todos los trabajos, pruebas y ejercicios que vayan a tener incidencia en la evaluación de su rendimiento, y si lo solicitan tendrán derecho a una copia de los mismos, una vez que hayan sido corregidos.” Etc. Y yo, que creía que siendo doctor en filosofía y ciencias de la educación lo sabía casi todo en estas cuestiones, tengo, humildemente que preguntar, que con qué criterios pedagógicos, científicos, del conocimiento de la materia, van a poder cuestionar el criterio evaluador de un profesorado dedicado a esta brega. ¿Imaginan ustedes a un padre o madre sin certificado de estudios primarios discutiendo la Regla de Rufini, o la teoría de Arquímedes, y revisando la pertinencia o no de la calificación otorgada? ¿No sería mejor potenciar y prestigiar la autoridad académica y profesoral del docente para que su alumnado vea en él al maestro dotado de sabiduría del que poder aprender y respetar como figura referencial con el que poder identificarse? Pero, en fin… se acatará. No queda otra, aunque haya perjudicados por el camino.
Y es que hay quien piensa que la ciencia viene infusa en el momento de nacer, y que el profesorado sólo tiene que servir de cauce para que aflore esa ciencia, y no enseñar, puesto que hacerlo es de carcamales de etapas educativas ya superadas. Y así nos va…. En este sentido recomiendo el libro “De la buena y de la mala educación” de Ricardo Moreno. Un buen diagnóstico del desastre que nos abruma.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4954
miércoles, diciembre 10, 2008
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