lunes 15 de diciembre de 2008
Clase social adolescente
Eulogio López (Hispanidad.com)
E N Madrid y Barcelona, jóvenes antisistema, o seguramente anti-algo se lanzaron en la tarde-noche del miércoles a destrozar escaparates, mobiliario urbano e incluso apedrearon una comisaría de la policía municipal al lado de la Puerta del Sol.
Lo hacían en solidaridad con Alexandros Grigoropoulos, el adolescente griego al que mató una bala de policía, y que ha desencadenado una orgía de violencia callejera en aquel país.
Dos días atrás, unos muchachos asaltaban en Berlín el consulado norteamericano porque la culpa de la muerte de Alexandros la tenía George Bush. Sí, como suena. Ahora, es en España, donde los antisistemas -a los que el locutor Carlos Herrera ha tildado de “chusma”- que ya han encontrado una causa noble para romper lunas, incendiar contenedores y otras lindezas cívicas. Es curioso que la izquierda se abstenga de criticar a los vándalos. En Grecia el PASOC ha aprovechado que unos menean el nogal para recoger las nueces de una convocatoria electoral anticipada, mientras que en España el PSOE aprovecha para recuperar su carácter izquierdista.
A mí esto de la solidaridad a 3.000 kilómetros de distancia siempre me ha parecido un punto sospechosa, pues la información es tan lejana como equívoca. ¿Puede uno sentir la tragedia del adolescente Alexandros? Ciertamente, una persona sensible es aquélla que se coloca en el corazón ajeno, no en el propio, pero tanto como en Atenas...
Y también es verdad que la globalización está provocando tanta uniformidad como injusticia. La frase clave de la justicia social la expresó Juan Pablo II. “No hay paz sin justicia, no hay justicia son perdón”. Chesterton lo explicaba 50 años antes de otra manera: “La razón está ligada a la justicia, pero la justicia también está ligada a la misericordia”. Y además. “La razón procede de Dios y cuando las cosas son irracionales es que algo está ocurriendo”. En efecto, la globalización está provocando injusticia, no por lo que hace sino por cómo lo hace.
Ahora bien, quien protesta contra la injusticia social, contra el poder, no suele hacerlo con violencia, por la misma razón de que quien anda metido todo el día demandando al prójimo en juzgados no busca justicia, sino otra cosa.
Dicho esto, Madrid y Barcelona no pueden entender como esta “chusma” de adolescentes se muestren tan violentos, que no respeten a nada ni a nadie, y que su libertad de expresión consista en hacer daño al prójimo. Pues no sé de qué se extrañan. El Estado lleva quitándole autoridad a las familias desde hace un siglo. La reciente sentencia de una juez de Jaén que condenaba a un mes y medio de cárcel a una madre por darle un cachete a su hijo y a un año de separación del chaval, es el arquetipo de lo que estamos hablando. Ahí tienen el resultado.
La progresía, sea la de ZP o la de Mariano Rajoy, aupada en el poder, se empeña en destrozar a la familia, a la que consideran su enemigo. Como consecuencia han creado una generación Frankenstein que sólo entiende el lenguaje del palo y tentetieso. Y ahora se asustan porque la generación del condón y el no-compromiso, no acepta ninguna autoridad y se revuelve contra ellos, con cualquier bandera: nacionalista, antiglobal o ácrata, lo mismo da.
¿Qué esperaban? ¿Virtudes cívicas? Si eso no existe.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1861
domingo, diciembre 14, 2008
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