jueves 11 de diciembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El jeque Jove
Está visto que los caminos de la economía son tan inescrutables como los del Señor. Por mucho que se empeñen los expertos en hacer de ella una ciencia exacta, tenemos ante nosotros un misterio inexacto que hace, por ejemplo, que nazca en Galicia un imprevisto magnate petrolero, al que podemos llamar jeque Jove.
Como se sabe, los países árabes ricos en oro negro están haciendo una curiosa peregrinación, que los lleva del hidrocarburo hasta el ladrillo. A cuenta de las plusvalías de los pozos están ampliando sus territorios a lo alto, con construcciones que baten los récords de la torre de Babel, y a lo largo, ganando espacio al mar, como en una versión descomunal de Holanda.
En resumen, los visires no sabían que hacer con tanta riqueza. Ampliaron mezquitas, financiaron el Islam por todo el orbe, compraron mansiones en Marbella, adquirieron equipos de fútbol, se hicieron con bancos, pero todo era inútil porque el maná que venía de las profundidades de la tierra no cesaba de proporcionar dinero.
Entonces encontraron en el ladrillo un alivio, y se convirtieron en la Meca a donde acuden las empresas occidentales sedientas de contratas. Cualquier pequeño emirato deja en ridículo a la España del bum inmobiliario. Les extrañaría saber a los forrados sauditas que hay un pequeño país de la Cristiandad en el que se está a punto de iniciar un proceso inverso, con el ladrillo como punto de partida y el petróleo como lugar de destino de las inversiones.
Porque la historia del jeque galaico es ésa. El oro negro inicial de Jove fue en realidad gris. Sus prospecciones eran de otro tipo y buscaba con ellas terrenos aptos para sus proyectos, y administraciones, entre ellas la marroquí, que entendieran que en la construcción estaba el futuro más seguro. Culminada esa fase, llegó otra bursátil en la que el jeque volvió a mostrar su maestría innata de self-made-man.
Fadesa se pareció a la chica (o chico, tranquilos) que llega a la fiesta con ropa y además insinuante. Qué activos más turgentes, se dijo uno de los asistentes, con una candidez impropia de quien ha sido directivo del Madrid. Total que el gran emporio se vendió, en medio del júbilo del comprador y la congoja de muchos gallegos que pensaban que se perdía una joya de nuestra economía. Para casi todo el mundo, la operación se resumía en que un avispado madrileño se había aprovechado del cansancio del gallego para hacer el negocio del siglo.
Realmente lo fue. Para el gallego. El comprador merengue sigue hoy en su largo viacrucis de suspensiones de pagos y desdenes bancarios, al tiempo que el gallego se pone sombrero texano y chilaba para ingresar en el club de petroleros. Como decíamos, pasa del ladrillo al hidrocarburo, tras probar en otros negocios menores.
Quizá nos hubiera hecho más ilusión ver a Jove en Repsol o Fenosa, alejando el oro de Moscú, pero al menos la base operativa del nuevo emporio estará aquí, con lo cual Galicia no pierde las esperanzas de estar algún día en la OPEP, aunque sea en una silla prestada. Cuando nuestro jeque se siente en ella, podrá intercambiar con los emires sus experiencias inmobiliarias y petroleras, e incluso don Manuel les puede presentar al de Martinsa, a ver si pica.
El negocio que nos presenta el gallego es fastuoso. Marean las cifras, desconcierta el mapa de países implicados en la operación. Sólo queda una duda que se despejará en el futuro. ¿A quién se lo venderá? No pregunten a un economista.
http://www.elcorreogallego.es/opinion/ecg/jeque-jove/idEdicion-2008-12-11/idNoticia-374458/
miércoles, diciembre 10, 2008
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