martes, diciembre 16, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Los ricos tambien pican

martes 16 de diciembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo

Los ricos también pican

El Madoff de nuestros pecados no es más que Pepe el del Pastor un poco tuneado. Su mecánica es la misma, el anzuelo que utilizan es similar y sólo cambia el tipo de pesca, de altura en un caso y de bajura en el otro. Rodríguez Casal operaba en Compostela con ahorradores modestos a los que invitaba a café; el americano seduce a sus víctimas con fiestas en el Waldorf y veladas en el Penthouse de Manhattan.

Entre ambos sólo media la evolución de la especie de los depredadores del capitalismo. Ellos y el antiguo timador de las estampitas tienen en común la destreza para aprovechar la credibilidad y la codicia de la gente. Su gran virtud es lograr que la ilusión que le dice a uno que es posible que el dinero se multiplique así sea más fuerte que la razón y el sentido común.

Consiguen que la fe perdida en los milagros se traspase al mundo financiero. Los mismos que catalogan como leyenda el prodigio de los panes y los peces creen sin la más mínima duda en la multiplicación de los fondos. No sólo creen; acusan a los incrédulos de actuar como seres primitivos en lo que a las finanzas se refiere.

Ese gancho, que actuaba de común acuerdo con el timador callejero para vencer el recelo de la víctima, es ahora un enorme ejército de expertos, académicos y especialistas que hacen de hombres como Madoff, sacerdotes incuestionables del dinero. El profano incapaz de entender cómo funcionan los hedge funds está obligado a pensar que todo está controlado por mentes superiores, cercanas a la divinidad.

¿Se inspiró Madoff en Pepe? Seguramente. La pirámide del rey de Wall Street fue primero un hórreo que se nutrió de codiciosos ahorradores, a los que el banquero sedujo con su banca privada. Al estudiar el caso de su colega galaico, Madoff quizá se dio cuenta de que estaban equivocados los que pensaban que Casal sólo tuvo éxito debido a la ingenuidad de las víctimas.

Fue algo que pensamos todos. Alguien con una gran fortuna, amasada en complicados negocios, no caería en las redes de un pillo así, se daría cuenta de la estafa, su instinto haría encender una luz roja de alarma que alejaría de sí la manzana de la tentación. Pues no. Bastaba con hacer del grisáceo Pepe un tipo cosmopolita, con encanto, capaz de hablar con soltura de millones de dólares en la economía del más allá, para tener a alguien capaz de repetir la treta con las grandes fortunas.

El secreto es que la condición humana es similar, aunque los clientes de nuestro Pepe, de dona Branca (a banqueira do povo), de Carlo Ponzi o de Madoff, tengan patrimonios diferentes. Todos ellos están dispuestos a creer en una rentabilidad extraordinaria, obtenida mediante atajos que ni entienden, ni quieren entender.

La pirámide se derrumba, pero sería erróneo ver en la caída tan sólo un fenómeno financiero. Cada escándalo que entra en erupción golpea el principal sostén del sistema: la confianza. Madoff es él y todas las circunstancias que lo hicieron posible, desde los corifeos académicos que alababan su estilo innovador, hasta los reguladores incapaces de detectar su engaño, pasando desde luego por su selecta clientela.

A esa compleja estructura de personas e instituciones le pasará igual que a los entrañables timadores: ya pocos se fían de ellos. Con los artilugios de la ingeniería financiera sucederá lo mismo que con las estampitas, pero siempre habrá otro Pepe y otro Ma- doff que se enrosquen en el árbol y enseñen la manzana podrida.

CLRODRIGUEZ@ELCORREOGALLEGO.ES

http://www.elcorreogallego.es/opinion/ecg/ricos-tambien-pican/idEdicion-2008-12-16/idNoticia-376110/

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