martes 16 de diciembre de 2008
El tocomocho de los grandes financieros
Félix Arbolí
R AMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, el feliz creador de las greguerías y magnífico cronista del costumbrismo madrileño, cuenta en uno de sus libros dedicados al Rastro,- inigualable relato de ese popular y castizo mercadillo madrileño-, que estuvo toda la mañana de un domingo ofreciendo sobre una manta duros de aquellos antiguos, (como cantan los tanguillos de mi tierra gaditana), a peseta, y no consiguió vender ninguno. Esto demuestra que el pueblo es reacio a las gangas fáciles y huye de ellas presagiando que hay gato encerrado en la operación. El saber popular callejero que no conoce universidad alguna, es más certero que lo que puedan enseñar en la Sorbona o Salamanca, por citar dos de las punteras.
Es muy normal entre algunos vendedores de cachivaches y ropa, incrementar el precio del género cuando lo podría vender excesivamente barato, porque opinan que si el público lo ve como auténtica ganga desconfía de su calidad, (aunque sea buena), y no lo compra. Pero si ve que la mercancía tiene un precio asequible, lo compra sin problemas y se va satisfecho de su inversión.
Recuerdo el caso de un compañero periodista que tenía un puesto en el Rastro y antes de irse como corresponsal de su diario fuera de España, quiso deshacerse de toda la mercancía. Era un verdadero entusiasta de esa venta y compra de objetos en sus mañanas dominicales, con lo que incrementaba su coleccionismo y se sacaba unas pesetas que luego invertía en adquirir aquello que le interesaba y encontraba. Me contó que una mañana, entre sus objetos expuestos a la venta tenía dos figuras de chinos de marfilina. Un gitano, con toda la pinta de ser anticuario o dándose aires de serlo, se le acerca, las ve, las coge, las examina y con aire como de despistado, denotando indiferencia, le pregunta, “¿Cuánto?”. Mi compañero que en ese instante estaba hablando con un amigo, le indica “dos” y continua su charla. Quería decir doscientas, y suponía que el posible y “experimentado” comprador lo sabría después de haberlas sometido a tan minucioso examen. Su sorpresa es grande cuando ve que el “calorro” recoge las dos figuras y le deja sobre la manta dos billetes de mil pesetas. Seguro que si le hubiera contestado “doscientas”, no las hubiera vendido, porque el comprador las habría considerado sin valor e interés. Es muy difícil que el ciudadano de a pie pique por las buenas ante el reclamo de una oportunidad de oro, aunque se la ofrezca un señor más fino y estirado que el jamón que ponen en los bocadillos vendidos en las ferias ya que prefiere gastar más, pero saber con certeza que su inversión es segura.
Estos días anda la prensa desconcertada y alarmada con el fiasco o timo a lo grande de Madoff. Es la noticia del día, del mes y del año porque ha limpiado el bolsillo de grandes financieros, millonarios, blanqueadores de dinero y gentes que creen puede ser normal que al invertir sus millones, se los devuelvan con unas rentas tan elevadas, que a cualquiera le escamaría tanta prodigalidad. No puede haber medio humano, ni divino, capaz de garantizar una ganancia de tal magnitud. A lo mejor creían haber encontrado el tesoro de Tutankamón en las arcas de un banco. Seguro que no habrá en esa metedura de patas-euros ningún empleado, obrero o mileurista. Sólo los grandes depredadores del poder y la economía suelen acudir a los festines ofrecidos por esos falsos “Magos de Oz”, que como el de la película era un tío normal y corriente, pequeñajo y simplón, aunque con un ingenio capaz de engañar a la madre que lo parió.
Se habla del Santander, el BBVA, Caja Madrid y otras entidades y personas, incluso de la guapa y sorprendente Alicia Koplowich. Ignoro como instituciones y personas de ese calibre, pagando cantidades astronómicas a consejeros, entidades aseguradoras y asesores financieros, pueden haber sido engañadas por un norteamericano que tenía montado un tinglado al parecer menos consistente que una baraja de cartas formando una pirámide, que es la que él tenía formada, pero con los millones de unos y de otros.
Lo que me asusta ahora es saber quién va a ser el “paganini” de ese desafortunado “affaire”, porque pienso que las cabezas pensantes y dirigentes de esas esquilmadas empresas van a seguir su tren de vida y sus negocios como si allí no hubiera pasado nada y me temo que alguien tendrá que pagarlo y apretarse más el cinturón, si es que aún le han dejado alguno para ponerse. Porque al paso que vamos el nudismo se va a implantar, pero no por sociedades más o menos orates y mozalbetes y maduros que andan como locos deseando verle el culo a la vecina, sino porque no nos van a dejar hasta sin gallumbos que ponernos.
Ahora dicen los bancos que ellos no tienen responsabilidad, que los perjudicados deben demandar a ese señor o la empresa fantasma de ese señor. Según Botín sus clientes, los que invirtieron sus “ahorros” en ese agujero negro de las finanzas, pueden verse afectados en unos 2.330 millones de euros. Una cantidad que causa desmayo entre los que nos perdemos mucho antes de llegar a los cuatro ceros. También dice que no son clientes tradicionales del banco, sino personas de alto poder adquisitivo, a los que la red del Santander les ofrecía productos de rentabilidad especial. Y tan especial, como que les han rentado “ajo y agua” y úlceras estomacales. Normal que no fueran clientes tradicionales ya que éstos, desgraciadamente, suelen ser más adictos a los números rojos en su cuenta, que ver ceros a la derecha.
Estamos en la época del gran toco-mocho. Pero en este caso no se trata del sobre de las estampitas, ya que no están los tiempos como para coleccionar estampas, sino de las grandes empresas fantasmas que acaparan televisiones, carreras ciclistas, circuitos automovilísticos y partidos de fútbol anunciando su ganga de dar duros a pesetas. En este caso euros a mogollón. Pero lo que más me sorprende es que sus incautos clientes, los primeros que caen en sus tentadoras redes, son los que más acostumbrados están a la pirueta financiera y al toco mocho legalizado. ¡Increíble”!.
Parece que se han puesto de acuerdo para elegir al mes de diciembre como el más idóneo para sustos, sofocos y payasadas, que todo esto y mucho reflejan las páginas de nuestros diarios. El lector normal y ajeno a estos desvaríos y problemas, como es mi caso, no sabe a ciencia cierta si comprar el periódico o sustituirlo por un comic, que es igual de fantástico, pero resulta más divertido.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp
martes, diciembre 16, 2008
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