martes, diciembre 09, 2008

Ismael Medina, Es España la que se desmorona

martes 9 de diciembre de 2008
Es España la que se desmorona

Ismael Medina

C OMIENZA a desmoronarse la tan jaleada cúpula progre de Barceló. La noticia no proviene de las cavernas de la derecha fascista, que diría Pepino Blanco. La revela el periodista Juan Gasparini en “La Tribuna de los Derechos Humanos”, una publicación digital editada en Ginebra. Y que, por ende, habría de estar muy feliz con ese costosísimo y fraudulento engendro, parido al alimón por el secretario general de la ONU y su mayordomo político Rodríguez, que se autotitula presidente del gobierno de España. Ahora la ONU, siempre según Gasparini, trabaja a marchas forzadas para restaurar el estropicio con el fin de que dure hasta su próxima y solemne inauguración oficial el próximo día 12. ¿Cuánto pagará Rodríguez de nuestro bolsillo por el parcheo para hacerse la foto ese día?

El derrumbe de esa cueva postmoderna de pintarrajeadas estalactitas, denominada “capilla sixtina del siglo XXI” por algunos lameculos con cerebro ovejuno, encierra no poco de simbólica advertencia para España, también en desmoronamiento acelerado bajo la cúpula de un artilugio constitucional, ya contrahecho en su origen, que unos y otros partidos, unos más que otros, se pasan cada día por la entrepierna.

LA DEFENSA DE ESPAÑA Y LOS ENEMIGOS A BATIR

COINCIDE el anuncio del desmoronamiento con la publicación del libro “En defensa de España. Razones para el patriotismo español” (Ed. Encuentro), del que son autores Santiago Abascal y Gustavo Bueno. Sostienen que ”amenazar a España en tanto que sociedad política es amenazarla formalmente en su existencia”. ¿Y de donde vienen y fraguan esas amenazas, debemos preguntarnos? Señalan los autores del libro: “Sin duda España está amenazada en su existencia por grupos secesionistas. Todo grupo (partido o sindicato, etc.) nacionalista fraccionario, desde el Partido Nacionalista Vasco hasta Endecha Astur, defiende la idea de la disolución de España (…). La mera existencia de estos grupos, en definitiva, representa ya una amenaza formal para la nación española”. Pero se añade otra amenaza, no sólo exterior puesto que el enemigo también lo tenemos dentro: “Sí, se dirige explícitamente como amenaza contra España el yihadismo: grupos yidahistas han anunciado, en reiteradas ocasiones, dirigir sus acciones contra España con el propósito de acabar con su existencia al representar ésta la “tragedia de al-Andalus”.

Está claro cuáles son los enemigos a batir. ¿Pero son los más peligrosos? No lo serían si la Constitución de 1978 no les hubiese abierto un ancho portillo, una nefasta ley electoral los convirtiera en árbitros de un bipartidismo imperfecto y los dos partidos mayoritarios prefirieran destrozarse entre sí y asegurarse el gobierno mediante suicidas alianzas con partidos secesionistas y marginales. Un proceso de degradación que han alcanzado términos esquizofrénicos desde que Rodríguez y el P(SOE) se encaramaron al poder “por accidente”. La cobertura y el estímulo que Rodríguez y sus sicarios ha, proporcionado a las ansias secesionistas y al brazo criminal del vascongado, amén de su amancebamiento con el islamismo bajo la carpa demencial de la Alianza de Civilizaciones, los convierten en los mayores y más perversos enemigos de España.

INFILTRACIÓN MASÓNICA CONTRA ESPAÑA Y LA IGLESIA

COINCIDIÓ la aparición del libro de Abascal y Bueno con la de otro de Ricardo de la Cierva sobre la profunda penetración de la masonería en la España actual. Todavía no ha llegado a mis manos. Pero es lo bastante expresivo sobre su contenido el debate en la COPE con César Vidal. No tuvo desperdicio. No entraña novedad la resolutiva influencia masónica en el socialismo presente, la cual viene de muy lejos y reproduce la furia aniquiladora, ahora insidiosa, contra la Iglesia católica de la que fue portaestandarte Pablo Iglesias y que los de mi edad conocimos en la II y III Repúblicas. Tanto o más inquietante es, sin embargo, su nada desdeñable infiltración en los cuadros políticos del centro-derecha-progresista que Ricardo de la Cierva denuncia con nombres y apellidos, entre ellos, por ejemplo, el de José María Ruiz-Gallardón, sobre los cuales dijo disponer de pruebas documentales que exhibirá si se tercia. ¿Radica ahí la explicación del casi nulo empeño del PP en la defensa de los valores morales cuya voladura convierte a nuestra sociedad en maloliente pocilga y también su pasividad cómplice ante las arremetidas de la izquierda contra la fe católica, sus símbolos y sus manifestaciones litúrgicas?

Rodolfo Martín Villa puede ser uno de ellos, lo que esclarecería su insólita capacidad de privilegiado navegante sobre las olas de los cambios de régimen y de gobiernos. En el curso de un desayuno de trabajo el pasado día 1, informaba “Hispanidad”, mostró ”su preocupación por la memoria histórica y por las relaciones con la Iglesia católica”. Dijo: “Soy uno de los pocos católicos que creo innecesaria la existencia de un concordato para relacionarnos con la Iglesia”. Y añadió que la mayoría de los cristianos ven al Vaticano “como la cúspide de los creyentes, no como el jefe de un Estado”. No en vano Sogecable dio cobijo a Martín Villa. Pero no son los beneficios económicos que se deriven de tal canonjía, sino una profunda identificación ideológica, los que pueden justificar esa alineación con un recalcitrante, falaz y nauseabundo laicismo.

También José Bono, discípulo predilecto del marxista y masón Tierno Galván (se valía éste de su academia para aspirantes a los altos cuerpos de la Administración para captar adeptos y celebró clandestinas ceremonias de iniciación en la sala de billar del Casino de Madrid) alardea de católico cuando convine a sus artes de pastelero. Dijo días atrás que muchos católicos votan socialista. Es muy posible. Además de ser sobreabundante la necedad, hemos de admitir como certero aquel angustiado alerta de Pablo VI hacia el final de su pontificado de que el humo del Infierno había entrado en la Iglesia. No es aislado, por ejemplo, el caso reciente de un sacerdote de Mallorca que negó a una pareja la celebración de la boda si, contrariamente a lo que querían, no se oficiaba en el malloquín catalanizado. La confusión de los fieles, favorecida por el inmoral y ateísta bombardeo de los medios, proviene no pocas veces de una pastoral desviada, pazguata o evasiva de quienes asumieron la condición sacerdotal. También de la impunidad de este y otro tipo de aberraciones, consentidas por sus obispos e incluso favorecidas en ocasiones.

Multitud de textos pontificios advierten sobre la incompatibilidad entre el relativismo materialista, sea cual sea su etiqueta ideológica, y la fe cristiana. La insistente condena desde la Silla de Pedro de aberrantes derivaciones de ese relativismo materialista, como son, por ejemplo, el aborto. la eutanasia u otras deyecciones neomalthusianas, constituyen una guía muy clara sobre la incompatibilidad plena entre la fe y alinearse con cualquier propuesta ideológica de corte laicista, sea extrema, caso del socialismo, o aguada, caso del liberalismo y de una cierta derecha que se proclama progresista. Pocos son, sin embargo los pastores del rebaño que osan denunciarlo vigorosamente en sus homilías. Y de ahí, de esa falta de magisterio pastoral, proviene en buena medida la confusión. Hay que desenmascarar de una vez por todas a los Bonos que se dicen católicos y participan activamente o con sus votos del desalmado festín laicista. No difieren mucho de Almudena Grandes o Maruja Torres, trasunto postmodernista del zafio anticlericalismo de “El Socialista” de Pablo Iglesias o de “La Traca” del periodo republicano.

A FRANCO LO MANTIENE VIVO EL VISCERALISMO ANTIFRANQUISTA

OTRA apreciación de “En defensa de España” merece la pena se reseñada: “Durante el franquismo la lucha antifranquista mantuvo cierta ambigüedad mientras el régimen permanecía (ambigüedad que se aclaró durante la transición), porque mientras que parte del antifranquismo procuraba el bien de España con el intento de liquidación del régimen, otra parte, confundiendo al régimen franquista con España, procuraba terminar con España atacando al régimen franquista”.

No es ocasión de desmenuzar la verdadera entidad de la tan cacareada “lucha antifranquista”, cuya escasa capacidad operativa reconocía Otero Novas, ministro con Adolfo Suárez, en uno de sus libros. Pero sí de advertir que la ambigüedad destapada en el curso del transacionismo democratizador se tradujo en la perversa ambigüedad de la Constitución de 1978, calificada certeramente de “enfermedad congénita” por Lorenzo Contreras. También en aquellos chalaneos de los llamados “padres de la Constitución”, más bien padrastros, movió e impuso sus cartas preferentes la masonería. Igual que en la de 1931, aunque en esta ocasión compartiera su influjo con filiados al iluminismo a través de la Comisión Trilateral o el Club de Bilderberg, al que, por cierto, pertenece la reina doña Sofía y a través del cual, según Pilar Urbano, dispuso siempre de una muy valiosa información confidencial sobre lo que ocurría en el mundo y habría de ocurrir.

Franco y el antifranquismo fueron omnipresentes como cédula de pureza de sangre democrática desde que comenzó el trágala del transacionismo partitocrático y se han convertido en obsesivos desde que Rodríguez se encaramó al poder sobre la sangre de la matanza del 11 de marzo, cuyo cerebro inductor y verdaderos autores materiales están todavía por esclarecer. Lo que me hace recordar una lejana denuncia de Salvador de Madariaga para quien uno de los grandes errores que invalidaron a la II República radicó en un también obsesivo antiprimoriverismo, el cual, añadido a otros enfermizos resentimientos, la invalidó para construir una verdadera democracia. Nada de macabro chiste encierra el afán del titiritero judicial Baltasar Garzón por confirmar que Franco estaba muerto, después de transcurridos 33 años de su enterramiento. Y acaso no le faltara razón y le traicionara el subconsciente. Franco está vivo gracias a la desaforada pasión por borrar cualquier signo de su memoria. Y condiciona día tras día el quehacer político del pastel en que se ha convertido la oportunidad democrática que él mismo favoreció. Hacer todo lo contrario a lo que hizo Franco y llevó a España desde la ruina a un Estado social avanzado y a una pujante economía, ha embotado las posibilidades creativas de una clase partitocrática progresivamente aprisionada en su concha de tortuga sin patas.

EL DESPLOME ECONÓMICO SIRVE PARA ESCONDER EL DE ESPAÑA COMO NACIÓN

EL debate político, más bien pedrea retórica, se polariza en los efectos de una brutal recesión económica nacional, subsumida en la mundial, frente a la cual no se atisban soluciones innovadoras. Se recurre a los esquemas de superación de las reiterativas anteriores. Pero la presente tiene características propias y parece encerrar un deslizamiento imparable hacia un fin de ciclo histórico en el que, como en cualesquiera otros periodos de decadencia, se mezclan una aguda esclerosis del pensamiento y una deriva hacia un procaz hedonismo colectivo, insidiosamente atizado desde el poder, el cual desemboca en procesos crecientes de aniquiladora entropía. El burro de la indigencia creativa da vueltas y más vueltas a la noria de un pozo agotado en cuyos lodos se debaten los espectros de los budas económicistas de antaño.

El llamado esperanzador fenómeno Obama del cambio no ha tardado en revelar su condición de regresión a las recetas de la era Clinton durante la que se fraguó el desmoronamiento al que ahora asistimos. El supuesto progresismo de izquierda, o ajada careta socialdemócrata de un socialismo tan momificado como el permanentemente maquillado del cuerpo yacente de Lenín, se reduce a una cobertura engañosa. A una máscara veneciana, del más añejo y totalitario liberalismo capitalista. Bien es cierto que la revolución comunista, tan añorada todavía por algunos, no fue otra cosa que el brazo hegeliano e ilumnista de capitalismo de Estado, destinado a fortalecer, por contraposición, el imperio mundial del capitalismo liberalista. Algo que está por encima del imperio formal que se atribuye al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. El centro real del poder mundial no está en Washington, como cree la mayoría de las gentes, sino en Nueva York. Intenté explicarlo en una anterior crónica sobre la trastienda del éxito electoral de Obama. Y se confirma a medida que se conocen los nombres de quienes formarán su equipo de gobierno.

Insisto en que la polarización en la economía del debate político en el ámbito de nuestro totalitarismo partitocrático esconde un pacto subrepticio para distraer la atención de lo que realmente debería importarnos. Me refiero al proceso acelerado de desarticulación de España en Estados taifales, atizado desde el poder moncloaca y que el partido tenido como de oposición parece hacer suyo. No sólo por asumir en sí mismo las estructuras taifales que le sumen en torticeras contradicciones filoestatutarias (Cataluña, Valencia, Baleares, Galicia y Vascongadas, por ejemplo). También por su sospechosa inhibición a la hora de una vigorosa defensa del patriotismo español y de esos esenciales valores morales sin los cuales una sociedad deja de ser libre y se convierte en sumiso y pastueño rebaño. Es precisamente esa ominosa realidad la que nos descubren los libros de Santiago Abascal-Gustavo Bueno y de Ricardo de la Cierva, felizmente incombustible en la denuncia del poder oculto.

España se derrumba con pareja velocidad que la cúpula de Barceló. El colorín retórico de una falseada democracia y del debate económico ya no son suficientes, o no deberían serlo, para encubrir que los verdaderos y más temibles enemigos de España se han aposentado tras las bambalinas de la quinquicracia, la cual, por delegación, aplica la estrategia disgregadora.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4951

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico análisis

Anónimo dijo...

El Sr. Medina es un verdadero faro de conocimiento de la realidad que se intenta tapar por los zaapos y demás zafios en los días que vivimos