Un poco de demagogia
EDUARDO SAN MARTÍN
Viernes, 12-12-08
EN las interminables cinco horas que sus señorías los senadores de la patria gastaron en discutir el martes pasado sobre unos presupuestos que hasta el propio Gobierno considera «desactualizados», unos 2.500 niños morían en todo el mundo simplemente porque no tenían qué comer. ¿Demagogia? Llámenlo como quieran. No es mi intención emular el discurso previsible de cualquier improvisado «trabajador de la paz». Más allá de lo que algunos considerarán un «recurso efectista» para apelar a las vísceras de los lectores está una realidad desagradable, la puta realidad, debería decirse con toda propiedad en este caso. Una evidencia que desaparece sistemáticamente del discurso político dominante en el occidente opulento, pero que sigue ahí, pavorosa e inquietante, como una de las mayores amenazas para el futuro. Y no sólo para el de esos niños.
Repito. Miles de criaturas mueren de hambre cada día mientras aquí nos peleamos por gilipolleces tales como los exabruptos del representante de un partido tan anacrónico como sus gritos de rigor, o de un alcalde cuya solvencia política ha quedado tan a la intemperie que su eventual dimisión resulta casi superflua. ¿Y qué tiene que ver aquella realidad trágica con las ridículas miserias de nuestra clase política? Más de lo que creemos. Porque podemos permitirnos todas esas frivolidades de ciudadanos satisfechos gracias a un orden político, económico y social que se levanta sobre infiernos tan vergonzosos como el descrito; y, como enseñaba el reciente premio de Príncipe de Asturias Ralf Dahrendorf, ningún sistema político o económico que quiera perdurar puede asentarse indefinidamente sobre la exclusión permanente de una parte considerable de quienes pertenecen a ese mismo sistema.
Más demagogia. Mientras en España libramos descomunales batallas de humo por un agua que nos sobra (aunque no esté bien repartida), 900 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable y 2.500 millones carecen de un cuarto de baño en condiciones para hacer sus necesidades, según Barbara Frost, jefa ejecutiva del programa WaterAid. Se trata del 40 por ciento de la población mundial. Como consecuencia, 4.300 niños mueren todos los días en el mundo sólo por diarreas. «Si nueve aviones Jumbo, que es el equivalente, se estrellaran cada día se habría convocado de inmediato una cumbre del G 8», se lamenta Henry Nothhover, ejecutivo del mismo programa. La Organización Mundial de la Salud estima que, con agua y unos sanitarios más seguros, se evitarían hasta un seis por ciento de todas las muertes en el mundo.
La crisis financiera internacional ha puesto sobre la mesa el debate sobre una mejor «gobernanza» internacional. ¿Sólo para las finanzas? Las soluciones nacionales resultan insuficientes para resolver problemas que no piden paso en las fronteras. Se suelen citar, además de los mercados de capitales, fenómenos como el terrorismo internacional o el cambio climático. ¿Y por qué no los terribles desequilibrios que supuran bajo la epidermis de ese mismo mundo global y amenazan con sembrar de pústulas cualquier orden internacional futuro?
Mientras leen este diario, los mandamases de la UE discuten en Bruselas sobre planes de rescate de la economía y sobre el cambio climático. A pesar de todo el alboroto que ha precedido a la reunión, llegarán a un acuerdo, aunque sea precario. Les va en ello, creen, el mantenimiento de un bienestar que podría tambalearse. Sobre la mesa, ningún plan rescate de los miserables excluidos del planeta. La crisis económica internacional no es sino una excusa más. En la cumbre de Monterrey del 2005, más de un centenar de países se comprometieron a dedicar el 0,7 de su PIB en ayuda del desarrollo. Pero, justo desde esa fecha, la ayuda internacional destinada a ese capítulo ha descendido, según la secretaria de Estado de Cooperación, Soraya Rodríguez. Y eso que entonces no se vislumbraba ninguna crisis. Cierto, es preferible enseñar a pescar que dar pescado. Pero mientras nos decidimos por una u otra solución, miles de ciudadanos del mundo mueren todos los días por falta de agua o de pan. Lo terminaremos pagando.
http://www.abc.es/20081212/opinion-firmas/poco-demagogia-20081212.html
jueves, diciembre 11, 2008
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