viernes 12 de diciembre de 2008
¿Y tú me lo preguntas?
Cuenta la crónica que un alumno asistente al acto le pregunta a Quintana cómo va el índice de galleguidad. Un romántico aficionado a Bécquer hubiera contestado emulando al poeta coetáneo de Rosalía: ¿y tú me lo preguntas? Galleguidad eres tú. Un experto en bolsa elaboraría un Ibex con los principales valores y su oscilación a lo largo del tiempo. El físico propondría una fórmula como la de Einstein.
El vicepresidente siguió su propio camino, pero lo esencial del detalle es que el estudiante siga pensando que el galleguismo es algo exterior al gallego, incluso alejado de lo que la mayoría de los gallegos piensan. Es una distorsión muy arraigada en ciertos ambientes académicos que repiten la idea de Platón de un vulgo metido en una caverna, incapaz de captar el mundo real que solo el intelectual divisa.
La revolución que representa Quintana en el orbe nacionalista se explica porque nace, crece y se afianza fuera de esos ambientes. Frente a un nacionalismo básicamente universitario, el quintanismo se nutre de elementos formados políticamente en las aulas de la galleguidad vulgar.
Más que una pugna entre radicales y moderados, existe otra más importante entre el nacionalismo elitista y el mundano, entre el que disfruta con el vicio solitario del bizantinismo doctrinario, y el que sale a bailar en las verbenas con el poder gris de la galleguidad. El BNG de antes hubiese esperado a ver a los abuelos jaraneros con el puño en alto el 25 de Xullo, mientras que este otro va a buscarlos como Mahoma a la montaña, para así ahorrarse unos siglos.
De forma implícita, el nacionalismo de hoy admite que esa galleguidad por la que pregunta el chaval está en la gente. Galleguidad es la suma de los gallegos, tal como son, con sus rarezas, impurezas y contradicciones, y por ello la formulación correcta de la pregunta sería cómo van de galleguidad los partidos, no la sociedad.
Esa reflexión solo podía hacerla y practicarla un grupo de dirigentes que no estuviera condicionado por las manías del nacionalismo académico. Aunque a ninguno de ellos les guste el emparejamiento, Fraga y Quintana tienen en común el haberse despojado de prejuicios, para sumergirse en la galleguidad auténtica. Ambos lo hacen luchando contra el conservadurismo de sus formaciones. Ambos son asimilados poco a poco por una Galicia de verdad, poco visible desde el Madrid donde ayer se desafora don Manuel, o desde la oscura caverna doctrinaria del nacionalismo tradicional y escolástico.
La clave de sus peripecias es el admitir que hay una galleguidad repartida equitativamente en dos millones setecientas mil acciones. El buen camino es hacer política pensando en ellas; el malo, pensar que es una masa corrompida a la que hay que redimir para que encuentre la salvación, algo que está latente en la pregunta que le hace el pícaro alumno a Quintana.
Si no hay un Tardà del Bloque haciendo el ridículo, si sus cachorros exhiben un independentismo educado y hasta tierno, si su acción de gobierno tiene más que ver con realidades que con símbolos, todo ello se debe a un cambio profundo en la idea de galleguidad. Hasta hace poco ha habido nacionalismo, pero era escasamente gallego. Para empezar, dudaba poco, carecía de relativismo y desconfiaba de las verbenas tanto como los viejos confesores.
¿Y tú me lo preguntas, querido estudiante? Galleguidad eres tú y todo lo que te encuentras por la calle. No hay un índice, ni una fórmula magistral.
http://www.elcorreogallego.es/opinion/ecg/preguntas/idEdicion-2008-12-12/idNoticia-374793/
jueves, diciembre 11, 2008
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