miércoles, diciembre 03, 2008

¿Se olvidan tambien de echar sal al chuleton?

jueves 4 de diciembre de 2008
DEMETRIO PELÁEZ CASAL
AILOLAILO

¿Se olvidan también de echar sal al chuletón?

Dos de diciembre de 2008. Galicia amanece con una helada del copón y miles de conductores quedan atrapados en las autopistas y carreteras, camino de sus trabajos, porque ningún cargo público o privado se ha preocupado lo suficiente de evitar, o al menos paliar, el desastre.

En Santiago, la situación es surrealista: decenas de peatones se dan el gran batacazo nada más salir de sus hogares porque las calles parecen pistas de patinaje y en el hospital Clínico no dan abasto para atender esguinces, torceduras y fuertes golpes en la cocorota. Varias personas mayores no se han dejado la osamenta en la calzada porque Alá es grande. Al parecer sí se echó sal a primera hora en distintos viales y rúas, pero debió de ser una sal extremadamente ligth, baja en calorías y con menos saborío que el propio hielo. Una sal, en suma, desalada y con muy poco salero. Una cagarruta de sal.

Mientras tanto, el ministro Rubalcaba tiene que salir a la palestra en este día helado para reconocer que los funcionarios encargados de vigilar las pulseras electrónicas de unos cuantos maltratadores de mujeres no se percataron de la señal de alarma que emitió la que portaba el gallego Maximino Couto, quizá porque en ese momento estaban tomando un cafelito o rascándose el bapitaurus, y casi a la misma hora los supervivientes del trágico accidente de Spanair ponían a caldo a los equipos de rescate porque éste, según su impresión, no fue, ni de lejos, todo lo eficiente y rápido como se nos quiso vender en un primer momento.

Confiar en el sistema y en las instituciones suele ser una postura inteligente, pero cada vez está más claro que en este santo país hay demasiados políticos de talla escasa y muy pocos gestores sobresalientes, que los despachos oficiales están ocupados por una sobreabundancia de funcionarios apoltronados y, por contra, desiertos de tipos de acción forjados en la empresa privada, y que infinidad de altos cargos gubernamentales, asesores y trabajadores dedicados al servicio público gastan demasiado tiempo en enredar y demasiado poco a resolver los problemas reales de la gente.

La sensación es, en suma, que la próxima helada nos volverá a pillar en bolingas en la autopista y que los maltratadores seguirán haciendo de su capa un sayo, por poner solo dos ejemplos, mientras en los altos despachos cientos de burócratas con sueldos jugosísimos estarán en ese momento muy preocupados no en mejorar todo lo que funciona mal, sino en organizar una nueva manifestación contra la violencia machista -ver a sus señorías por televisión guardando un minuto de silencio con carita compungida siempre queda muy vistoso-, o maquillando burdamente la realidad de lo ocurrido en esa mañana gélida de caravanas inmensas y choques por doquier, o debatiendo sobre los miembros y las miembras, o analizando con mucho cuidado si vivimos en Galicia o en Galiza, o inventando nuevas fórmulas para dar caña a un mono que palmó hace ya más de treinta años, o encargando informes a los amiguetes de turno para combrobar si los ángeles tienen o no pilila. O, con perdón, tocándose directamente el pililón.

De una cosa podemos estar seguros: volverán a olvidarse de echar sal de la buena cuando caiga una nueva helada anunciada en todos los partes meteorológicos, pero no de echar ídem al corderito o los chuletones del papeo. Una pena, penita, pena.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1087&idNoticiaOpinion=372060

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