martes, diciembre 09, 2008

Garcia Brera, De jueces y memorias

martes 9 de diciembre de 2008
De jueces y memorias

Miguel Ángel García Brera

U NA jueza, sentimental ella, acaba de condenar a una madre, ¡a una madre!, por dar un bofetón a su hijo, un chiquillo de diez años que, cuando fue reprendido por no estudiar, le arrojó a la cara una zapatilla y se encerró en el baño. No creo que la jueza sea madre, porque resulta difícil entender que una madre no entienda a otra que, con "animus corrigendi", da un cachete a su hijo, lo prohíba el Código, o no. A veces los legisladores dictan normas absurdas desde el rencor de su propio pasado poco agradable, o con buena fe, pero sin reflexionar bastante sobre las consecuencias. Por eso los jueces disponen de su arbitrio para interpretar hasta donde la lógica impone una aplicación de la ley rigorista o compasiva. Yo estoy seguro que la madre que se preocupa del estudio de su hijo y le reprende intentando llevarle por el camino mejor, si se ve agredida por él y considera necesario seguir en la reprensión con un castigo acorde a la falta de respeto del adolescente, será la primera en sufrir por tener que hacerlo y, más aún, en contemplar un efecto no querido de su leve cachete, cuando por causa ajena a su intención, el niño se hace daño con el lavabo, como fue el caso de autos. Sé mucho de madres, no sólo por la maravillosa que Dios me dio, sino por las muchas que he visto pasar por mi despacho a lo largo de los años y, aunque las hay malas, como en todos los grupos sociales, el porcentaje de las que renuncian o renunciarían a su propio bienestar en favor de sus hijos, es máximo.

También sé mucho de hijos, porque he tenido tres, y he educado a varias generaciones de menores de edad en los dos internados que dirigí, y no creo que haya mayor daño para la formación de un hombre que permitirle denunciar a sus padres por un simple cachete, o, peor aún, condenar a la madre que se lo propinó tras ser ella misma agredida con una zapatilla, o de otro modo. Debo añadir que en el digital donde he leído la sorprendente noticia, la totalidad de los muchos comentarios de lectores coincide en destacar el daño psicológico que a ese niño se ha hecho, no por propinarle un maternal cachete, sino por darle la razón en un Juzgado.

Y, para seguir con jueces, estoy también asombrado de que hablen de ir a la huelga. Como muy bien ha dicho el ministro de Justicia, con el que apenas comparto alguna otra opinión, resulta inaceptable que un Poder del Estado, como es el Judicial, hable de huelga. Es como si el ministro Sebastián, en su estatus de parlamentario, fuera a la huelga porque Bono le impone la corbata en el hemiciclo. Claro que no deja de hacerme gracia que el señor Bermejo, integrado en un Ejecutivo que no parece reconocer a los jueces como Poder equivalente al suyo y al Legislativo, esta vez toque el violón por otro compás. De distinto modo ha terciado el ejemplar Magistrado, Carlos Divar, ahora presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, recordando a los presidentes de las Audiencias el deber de ejercer su autoridad para evitar que España pase por la vergüenza de ver holgar a aquellos de quienes el pueblo ha de recibir directamente la Justicia.

Verdaderamente vivimos tiempos insólitos, gobernados por personajes de tercera que, sin tener nada claro, lo hacen a salto de mata, no digo yo que con mala intención, pero sí como si fueran aprendices de brujo. Y así ocurren las cosas más peregrinas como, -en tiempos de crisis en las Notarías, a las que afecta gravemente la de la construcción y la paralización en las compraventas-, pretender rebajar los aranceles, que quizá fueron excesivos mientras el trabajo se acumulaba y, por ende, las minutas. Pero, como aquí se gobierna sin saber cómo y, para hacerlo, se sueltan primero anuncios de futuras acciones con el sólo fin de ver cómo afectarán al voto, al ver que las plantillas laborales de las Notarias se han lanzado a protestar ante el riesgo de que los titulares empiezan a despedir gente, hoy ya se anuncia que, por ahora, lo de la baja arancelaria se deja en dique seco. Peores cosas ocurren como crear cuerpos de “ bomberos” militares de emergencias, para tener que disolverlos por Sentencia judicial, o escuchar, no hace mucho, al entonces candidato a la presidencia, Secretario General del PSOE, que si gobernaba, se terminaría el problema del paro en España, para acabar dirigiendo un Gobierno en el país europeo de peores resultados en ese aspecto, con la cifra, dramáticamente espectacular, en la que hoy estamos; eso sí, con la cara dura de explicar, por boca de una segunda del ministro de Trabajo, que el último dato supone una “ desaceleración”, ya que el paro sigue incrementándose pero este mes el número de los que han perdido el empleo es menor que el del mes pasado.

Por si el desbarajuste en el que estamos, del que he entresacado solamente un par de cosas, no fuera suficiente, en el Ministerio de Asuntos Exteriores desaparecen papeles una vez que fuentes interesadas enfrentaron a Aznar al dato de haber consentido vuelos de la CIA hacia Guantánamo y, examinada la cuestión, resulta que tales vuelos cuando realmente se hicieron en número importante fue bajo la era Zapateril.

Cerraré con la edición de anoche en “59 Segundos”. Asistían al programa Rodríguez Ibarra, Anasagasti, Fraga y Carrillo. Cuando comentaban sosegadamente, desde sus perspectivas, diversas cuestiones sobre el futuro de la Constitución, al tratar la cuestión de la memoria histórica, las posiciones se hicieron más rígidas entre los que consideraban positivo remover el pasado y la decisiva opinión de Manuel Fraga sobre lo inconveniente de hacer tal cosa. Y lo que realmente me sobrecogió es que, siendo Carrillo de los que estaban por la memoria, sin pensarlo, del subconsciente le nació esta sentencia: En cuanto hablamos de pasado ya no hay posibilidad de acuerdo. Yo también pienso lo mismo. Respecto de un periodo histórico donde muchos españoles recuperaron una tranquilidad que la República les perturbó, tras sufrir una guerra que en ambos bandos fue cruel, y donde otros defensores de aquel régimen sufrieron el daño que a todo perdedor le acompaña, no hay mejor remedio que hacer “tabula rasa”. La transición lo había conseguido en parte, quizá porque el sufrimiento general había hecho de los españoles gente escarmentada que sólo deseaba mirar hacia delante. Sin embargo, en los últimos años, un viento de rencor viene insistiendo en recordar, sin darse cuenta de que todos los contendientes de antaño tienen malos recuerdos y el mejor modo de olvidarlos es perdonarse unos a otros, no inocular veneno en las nuevas generaciones, y buscar pacíficamente un futuro de grandeza en común.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4952

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