jueves, julio 26, 2007

Todos contra David Cameron

viernes 27 de julio de 2007
Todos contra David Cameron

UN buen día de mediados de mayo, David Cameron, el líder de los conservadores británicos, se levantó con el pie izquierdo. La mala suerte parece que todavía le persigue.
Desde que en diciembre de 2005 ganara por goleada el liderazgo del partido, David Cameron había logrado devolver la confianza a su electorado. Tras la «quema» de tres líderes conservadores (William Hague, Ian Duncan Smith y Michael Howard) a manos del imbatible Tony Blair, Cameron llegaba a la dirección del partido en un momento dulce para los conservadores. Tony Blair se iría pronto y dejaría al huraño de Gordon Brown. Todo apuntaba a que su juventud (Cameron tiene 41 años) y energía arrolladora iban a causarle más de una noche de insomnio a Brown. Cameron le había dado la vuelta a las encuestas hasta el punto de contar con posibilidades reales de desbancar al Gobierno laborista. Sin embargo, esa tendencia parece haber revertido.
A pesar del accidentado comienzo del Gobierno Brown con los fallidos atentados terroristas de Londres, la crisis diplomática con Rusia y las críticas iniciales a su gestión en las recientes inundaciones, los laboristas parecen haber ganado terreno. Lo dicen los sondeos de opinión. Los conservadores han liderado las tendencias de voto durante más de un año seguido por primera vez desde los tiempos de Margaret Thatcher. En marzo de este año, los conservadores conseguían el 39 por ciento de intención de voto frente a un 32 por ciento de los laboristas todavía con Tony Blair como líder. Cameron estaba radiante. Sin embargo, el pasado sábado, el «Sunday Times» anunciaba un vuelco en dicha tendencia. Los conservadores bajaban a un 33 por ciento mientras que los laboristas subían a un 40.
Se pueden hacer varias lecturas: o que Blair era realmente un obstáculo para la victoria de su partido; o que Brown no lo está haciendo del todo mal; o que Cameron está errando en su estrategia política. O un poco de todo.
Cameron es lo que podríamos llamar un tory del siglo XXI. Simpático, cercano y tolerante, Cameron se presentó a su electorado como un «modernizador». El Tony Blair de la derecha británica en estilo y estrategia. Cameron apuesta por un conservadurismo compasivo y moderno que incluya la reforma de los servicios públicos, la protección de las familias y la lucha contra la pobreza global. Pero a esta ensalada le faltaba el elemento verde y, con gracia y acierto, ha logrado colocar en la agenda política un tema actual que interesa y preocupa tanto a urbanitas progresistas como a los tories tradicionales de las zonas rurales: el cambio climático, piedra angular en el programa conservador con potencial para atraer votos de sectores opuestos de la población. Así, mientras que dichos tories sienten los efectos del cambio climático como algo propio, los urbanitas progresistas perciben el interés de los tories por este tema como un signo de progreso y modernización del partido. Todo un éxito.
No obstante, parece que últimamente la estrategia de Cameron está fallando hasta el punto de eclipsar los buenos resultados que su partido alcanzó en las elecciones regionales y municipales de principios de mayo. El famoso día que se levantó con el pie izquierdo Cameron decidió quitar de un plumazo de su propuesta electoral las llamadas «escuelas de gramática», uno de los pilares de la política conservadora desde hace años, para apoyar las «academias de ciudad» propuestas por los laboristas. Sin necesidad de aburrirles con detalles técnicos, les diré que la medida no pasó desapercibida para muchísimos militantes conservadores, que se opusieron públicamente a tan inesperado cambio de programa. La ola de críticas aún no ha cesado.
El 19 de julio se celebraban elecciones extraordinarias en los distritos de Sedgefield en County Durham (antiguo distrito de Blair) y de Ealing Southall en el oeste de Londres, y con ellas se confirmaba el error de la estrategia de Cameron. Tradicionalmente se dice que quien gana este tipo de elecciones «entre elecciones» gana las generales. Es cierto que, de haber ganado, más que un triunfo se hubiera considerado un milagro, ya que ambos distritos son antiguos feudos laboristas. Pero lo que los militantes conservadores no perdonan a su líder es que ignorara a candidatos locales de Ealing Southall y eligiera a un rico donante del Partido Laborista como candidato conservador, que logró un vergonzoso tercer puesto.
Por si esto no hubiera sido suficiente, llegaron las lluvias y con ellas las inundaciones más catastróficas que se recuerdan en el Reino Unido en décadas. Muchas de las ciudades más afectadas están gobernadas por los conservadores. David Cameron ha recorrido algunas zonas y hablado con muchos damnificados y servicios de emergencia. Nadie le puede reprochar falta de interés y preocupación. Pero algo tenía que hacer mal. En medio del temporal se fue a Ruanda. Y, como llueve sobre mojado, muchos conservadores ya han criticado el viaje de Cameron como innecesario, mientras la población británica, sus votantes, sufren las terribles consecuencias de las inundaciones.
Ni la presencia de un árbol en su nuevo logo de partido ni la ausencia de Blair parecen garantizar la victoria a Cameron. Pero los conservadores no se pueden permitir perder unas generales por cuarta vez consecutiva; generales que se esperan para el próximo año. La pérdida de intención de voto ha irritado a muchos tories y se ha hablado incluso de la intentona por parte de varios diputados de presentar una moción de no confianza contra su líder. Los conservadores necesitan de una buena estrategia para acabar con la hegemonía de los laboristas, pero la de «Todos contra Cameron» no es, desde luego, la más acertada.

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