domingo, julio 01, 2007

Paulo Coelho, Comenzar a los 70 años

lunes 2 de julio de 2007
Comenzar a los 70 años

Aunque esta columna se publica en muchos países del mundo, me gustaría dedicársela a un editor en especial: al portugués Mário Moura, que a finales de los años 40 tuvo que salir de su patria debido a su participación en las luchas estudiantiles antisalazaristas, que le impedían acceder a un empleo en cualquier área oficial, única posibilidad para alguien con su formación técnica. Emigró a Venezuela y Canadá y en 1953 llegó a Brasil. Trabajando como autónomo para la Fundación Getúlio Vargas, completaba sus ingresos con traducciones, lo cual lo llevó a la actividad editorial, primero en dos editoriales de menor calado, después creando su propia empresa. Sin embargo, no es fácil ser editor. Las dificultades son muchas, aunque hasta ese momento había publicado más de dos mil títulos, cuando un amigo lo invita a trabajar en una agencia de turismo, él acepta y así, en 1988, vuelve a Portugal. Pero lleva la edición en la sangre. En 1990 funda la Editora Pergaminho, que dirige como actividad secundaria, ya que la distribución era tan precaria que era imposible hacer grandes apuestas editoriales. Estando en esa editorial se dirige a mí y yo acepto su oferta –a fin de cuentas, es mi primera gran aventura fuera de Brasil. Pero los libros venden menos de 3.000 copias por año–. En 1994 tengo serios problemas con su socio en la agencia de turismo. Mário decide romper con él y dedicarse sólo a la edición, pese a contar con 70 años de edad. El problema de la distribución continúa, y las cosas no marchan bien. En ese momento aparece un ángel en la vida de Mário: Ione França, una brasileña que decidió vivir en Lisboa. No lo recuerdo exactamente, pero Mário debía de tener unas tres o cuatro personas trabajando para él, y no paraba de quejarse del mercado portugués. Ione pregunta: «¿Existe alguna otra manera de vender libros, aparte de los canales convencionales?». Mário dice que no. Ione, que acostumbraba a ir mucho a Correos, insiste que tal vez deberían colocar libros allí.–Correos no vende libros. –¿Lo has intentado?Mário le da carta blanca, e Ione convence a los correos portugueses de que dediquen un pequeño espacio a sus títulos. Para que eso sea posible, invierten una cantidad inmensa de dinero en estanterías de metal, elegantes y sólidas. Ione se detiene en una gasolinera para llenar el depósito de su coche y a su regreso pregunta a Mário:–¿Las gasolineras venden libros?Mário dice que no, exigiría un gigantesco esfuerzo de distribución. –Entonces compramos coches y los distribuimos nosotros mismos. Más dinero en estanterías y una cantidad aún mayor en dos coches. Estamos en la línea que separa la quiebra total de la revolución cultural. La idea es simple y compleja a la vez: dado que la gente no frecuenta mucho las librerías, ¿por qué no vamos nosotros a la gente? En los años siguientes, los libros de Pergaminho se pueden ver en perfumerías, restaurantes de carretera, gimnasios y videoclubes. Hoy en día, la editorial está vendiendo cerca de un millón doscientos mil ejemplares por año. Para hacer frente a la creciente demanda, Mário Moura compra otras editoriales. Mantiene la calidad gráfica y está siempre adelantándose a su tiempo –los coches de distribución pasan a ser equipados con la última tecnología en informática, de modo que el vendedor pueda reponer su stock prácticamente el mismo día–. ¿Qué tiene de extraordinaria esta historia? En 1990, cuando lo conocí por primera vez, Mário Moura tenía 72 años. Hoy… dejemos el cálculo para el lector. Comenzó a vivir de verdad su Leyenda personal cuando muchos de sus amigos ya estaban no sólo asentados, sino en aquella fase en que reniegan de todo en la vida. Hizo caso de las ideas locas de Ione e invirtió en ellas cuando gran parte de los editores se quejaba de que nadie leía. No cree en Dios, sino en el ser humano, y en eso reside la importancia de su historia. En el ejemplo que nos ha dado a todos, al demostrar que nunca es demasiado tarde para vivir tus sueños.

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