lunes 30 de julio de 2007
CÓMO ESTÁ EL PATIO
El circo (nunca mejor dicho) de las dos ruedas
Por Pablo Molina
Cuando la televisión estatal se pone a innovar, es cuestión de meterse en un refugio y esperar a que escampe. Su última hazaña ha sido revolucionar las retransmisiones del mundial de motociclismo para convertirlas en una chorrada insufrible, con niñas monas diciendo tonterías mientras lucen muslamen subidas a un taburete o pasean el escote por la grada, y con Juan Ramón Lucas y el Neng ofreciendo a los aficionados sesudos análisis en su calidad de especialistas en la alta competición del motor, que ya hay que tener huevos.
Me había llegado algún rumor sobre esta explosión de creatividad que se había apoderado de las retransmisiones deportivas de TVE, pero hasta el domingo pasado, con el gran premio de Laguna Seca, no pude apreciar por mí mismo hasta qué punto hemos inaugurado una nueva era en la comunicación deportiva.
Por lo visto, quienes diseñan este tipo de programas piensan que los aficionados a las motos son esencialmente grupúsculos de tarados mentales a los que la carrera les da igual mientras haya tías buenas y cerveza fría. Hombre, pues no. Un tío no se mete una paliza de mil kilómetros, pongamos de La Coruña a Jerez, sólo para ver culos y emborracharse, sino porque le apasiona un deporte espectacular donde los haya.
Quiero decir que el motociclismo de elite es un deporte lo suficientemente interesante como para que el Neng se pueda dedicar a sus bolos veraniegos por los pueblos españoles en fiestas sin que haya de temer que el espectáculo del motor pierda calidad. Igual que Juan Ramón Lucas y las dos nenas (una de ellas creo que es actriz de teleserie, tócate las narices), cuyas aportaciones teóricas al universo de las motos de competición no parece que sean del todo imprescindibles.
Valentín Requena, el mejor locutor que ha tenido jamás TVE para las carreras, no necesitaba nada más que su voz, su inteligencia y sus conocimientos para hacer llegar al espectador toda la emoción de este deporte sin caer en el histrionismo absurdo, que al parecer es elemento imprescindible en la televisión actual.
Los que hemos visto a Kevin Schwantz hacer frenadas de ultratumba, o su carrera inmortal contra Wayne Rainey en Suzuka-89 (no superada hasta hoy, por más que se empeñe el botarate de Valentino Rossi), estamos avergonzados del nivel de desprestigio a que ha llegado la televisión pública, capaz de vulgarizar hasta lo grosero el espectáculo de unos tipos superdotados jugándose la vida a trescientos kilómetros por hora subidos en una máquina con dos ruedas.
Por cierto, Randy Mamola, héroe de los jovencísimos aficionados que un día le vimos desafiando a las leyes de la física, contribuyó también a la astracanada del domingo pasado, haciendo de chófer para los faranduleros destacados por TVE en el circuito norteamericano. El palmarés de Mamola era también muy presentable sin necesidad de incluir ese paseo al Neng de Castefa por el escenario de una carrera del mundial. Y qué decir de Angel Nieto, haciendo carreritas de scooters con sus partenaires minutos antes de la carrera. ¿Eso era para darle emoción al espacio, o para demostrar que un campeonísimo del que toda España se siente orgulloso también puede hacer el chorra a poco que se lo propongan?
El episodio recuerda a cuando el programa Estudio estadio cambió de presentadores y de formato. En lugar de limitarse a ofrecer los goles de la jornada y a analizar las jugadas conflictivas (que es de lo que se trata), los nuevos responsables del programa montaron un show con público en directo mientras los presentadores competían a ver quién provocaba más vergüenza ajena. Aquella noche recuerdo al Butanito echando espumarajos por la boca y ciscándose en TVE. Pocas veces interpretó mejor el sentir popular de los aficionados.
El deporte es una cosa muy seria, prácticamente una de las pocas que quedan, o sea que un respeto. Para explotar la vena ceporra de los artistas de la tele ya están los magacines mañaneros y los programas del corazón. Así que, por favor, dejen el deporte en paz, panda de capullos.
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