miercoles 18 de julio de 2007
Guerra civil palestina
Gaza al desnudo
No importa qué depravación cometan, siempre es culpa de los demás. Si yo fuera uno de los muchos encantadores palestinos que uno se encuentra en París y Londres y Nueva York, no calificaría esto simplemente de condescendiente, sino de racista.
Mark Steyn
"Robaron casi todo", se quejaba el portavoz de Fatah, Ahmed Abdel Rahmán, "incluyendo la medalla del Nobel de la Paz de Arafat". El saqueo de la residencia del difunto rais Arafat en la ciudad de Gaza a manos de lo más refinado de Hamás tenía algo de patético, y no sólo porque, como señaló el blogger Maynard en el sitio web de Tammy Bruce, Hamás no hubiera tenido más que esperar uno o dos años para los mandamases del Nobel les otorgaran complacidos un premio propio. Desgraciadamente, el último "socio de paz" designado para Israel tenía demasiada prisa por hacerse con su parte del pastel.
Será la primera de las muchas indignidades que se apilarán sobre la memoria del rais. En los próximos años, el amor desmedido del mundo del siglo XX por Arafat podría convertirse en un interesante caso de estudio sobre la facilidad con la que las imaginaciones occidentales y el oportunismo árabe pueden combinarse de maneras completamente desastrosas. Un buen punto de partida sería la célebre resolución de 1974 de la Liga Árabe declarando a la OLP de Arafat "el único representante legítimo del pueblo palestino". Los académicos se maravillarán ante el modo en que los reyes y dictadores de la región no sólo izaron esta absurda bandera, sino que lograron que todo el mundo le rindiera pleitesía: Naciones Unidas empezó a tratar a Arafat como líder de una nación soberana, dándole estatus "oficial" e invitándole a dar discursos. Fue un jefe de estado cuya única carencia se limitaba al pequeño detalle de no tener Estado, y al pasar intencionadamente por alto ese tecnicismo la ONU subrayaba solamente su inevitabilidad.
Ser "el único representante legítimo" es una afirmación impresionante para una organización que entonces apenas contaba con una década de antigüedad. Pero, al margen de eso, ¿cómo llega un grupo a ser "el único" representante de un pueblo? En Afganistán e Irak, por ejemplo, entendimos que había múltiples actores representando a diversas facciones de sus diversos pueblos. Pero en "Palestina" fue mucho más fácil. El discurso usual contra la mayor parte de naciones de Oriente Medio es que son invenciones artificiales de los administradores coloniales franceses y británicos de 1922. Puede que exista un Irak trazado sobre el mapa por Winston Churchill después de comer, pero no existe ningún "iraquí", solamente sunitas, chiítas y kurdos. Pero en "Palestina" es el escenario contrario. Nunca ha existido un estado palestino, pero aún así aparentemente existe un pueblo palestino, completamente constituido, con una sola opinión y desfilando en formación detrás de su "único representante legítimo".
Ahora sabemos que éste no es el caso. Basta con leer un par de noticias al azar:
Jamal Abí Jadián, un importante mando de Fatah, abandonó su residencia del norte de la Franja de Gaza la noche del martes vestido de mujer... Cuando llegó a un hospital a unos cientos de metros de su casa fue descubierto por un grupo de hombres armados de Hamás, que le persiguieron disparándole a la cabeza con armas automáticas. "Le arrancaron literalmente la cabeza con más de 40 balazos", dijo un médico.
También:
Mohamed Swairki, de 28 años, cocinero de la guardia presidencial del rais de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbás, fue lanzado al vacío, con sus manos y piernas atadas, desde un edificio de apartamentos de quince plantas de la ciudad de Gaza el domingo.
Musulmanes que matan a musulmanes. Ni un solo judío a la vista. De modo que, ¿de quién es la culpa? Jeremy Bowen, editor de Oriente Medio de la BBC y uno de los tipos que han estado explicando con autoridad a los espectadores británicos todo lo referido a palestinos e israelíes desde que tengo memoria, no tenía ninguna duda: la Autoridad Palestina "ya había recibido un fuerte golpe por parte de las acciones militares de Israel a lo largo de los últimos siete años y, más recientemente, con las sanciones financieras impuestas por Israel y otros países como castigo por el triunfo de Hamás en unas elecciones libres a principios del último año... Las sanciones financieras que impusieron, que provocaron severas dificultades y ayudaron a alimentar la violencia en Gaza desesperando aún más a la gente..." Etcétera.
"Severas dificultades". "Desesperación". En la realidad, la "ayuda" a los territorios palestinos se ha duplicado desde que eligieron a Hamás. Aparentemente dedican la mayor parte a sus milicias –ya saben, la unidad de ataque defenestradora de cocineros y demás–, así como a diversas "causas islamistas". Pero de nuevo, al igual que con la arcaica resolución de la Liga Árabe, lo interesante son las premisas detrás del análisis de Bowen: no importa qué depravación cometan, siempre es culpa de los demás. Si yo fuera uno de los muchos encantadores palestinos que uno se encuentra en París y Londres y Nueva York, no calificaría esto simplemente de condescendiente, sino de racista.
Pero eso es lo de menos. El hecho es que, para Bowen y compañía, "el pueblo palestino" nunca fue nada más que extras anónimos con los que completar el decorado de su "único representante legítimo" Arafat. En caso de que usted piense que exagero el enamoramiento por Arafat de Occidente, tenga presente que uno de los colegas de la BBC de Bowen rompió a llorar al informar del fallecimiento del carcamal. Los actuales mandamases de Gaza no derramaron ninguna lágrima por él y son incluso menos sentimentales en lo que se refiere a los compinches de los cleptócratas, los socialistas seculares como Saeb Erekat o Hanán Ashrawi, ascendidos en la CNN a la categoría de "representantes" del pueblo palestino, cuando no representan a nadie. Pero fue una tontería asumir que en el vacío del sucedáneo de su identidad arafatiana no iba a surgir algún día algo genuino como Hamás, la enésima sucursal del panislamismo promovido por Irán. No es una visión agradable pero, al contrario que la lucha pseudo-nacionalista organizada por Arafat, es real.
No obstante, si supone algún consuelo al difunto rais, el asesinato de sus partidarios forma parte de una gran tradición. El tío de Arafat, el Gran Muftí de Jerusalén y primer coloso "nacionalista árabe" de la era moderna, llevó a cabo su revuelta contra los británicos en 1936. Para cuando se calmaron las cosas había cientos de británicos muertos, cientos de judíos muertos y miles de musulmanes muertos, la gran mayoría de estos últimos asesinados por los hombres del Muftí como parte de la lucha interna entre musulmanes. "Mata a los judíos dondequiera que los encuentres", le gustaba decir al Muftí, pero, pese a toda su conmovedora retórica, encontraba mucho más fácil matar a sus correligionarios musulmanes. Incluso en Palestina, algunas cosas no cambian.
© Mark Steyn
miércoles, julio 18, 2007
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