jueves 26 de julio de 2007
Seguridad garantizada Lorenzo Contreras
La existencia de un agente doble en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), un espía que estuvo a sueldo del Kremlin entre 2001 y 2004, amplía la nómina del personal relacionado con la seguridad que parece no ser “trigo limpio”. El desarrollo del juicio provocado por el 11M ha permitido, por su parte, llegar a conclusiones sobre comportamientos dudosos, o abiertamente sospechosos, en el seno de los servicios policiales, algunos de cuyos miembros relevantes han dejado abierta con sus declaraciones y contradicciones la certeza de que la historia de esta tragedia no se ha escrito en todos sus capítulos.
El caso del agente del CNI Roberto Flórez, fuera ya de la organización, es sobremanera digno de consideración en todos los sentidos, incluido el político, pues su actividad a sueldo de Rusia y, por tanto conectada con antiguos miembros del KGB, se desarrolló en un periodo históricamente terrible, marcado en su principio por el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva Cork y completado por el comienzo de la guerra de Iraq. No hace falta subrayar la implicación de España en alguno de estos dramas.
La vida del espionaje es inextinguible. Durante la transición, y algún tiempo después, en España funcionó el CESID, en cuyos archivos, suponiendo que existan, estaría escrita la historia del 23F con todas sus particularidades, muchas de ellas desconocidas. La nómina de personajes involucrados en aquella trama daría para cubrir cientos de páginas. Algunos de esos personajes han quedado “inmortalizados” en el peor de los sentidos, pero otros, y no de poca relevancia social y política, sortearon el rigor de los datos trascendidos, y, sobre todo, de los no trascendidos. Los libros que entonces se escribieron apuntaron algunas pistas, pero resultaron ser, más que nada, productos comerciales.
El ex agente Roberto Floréz puede ser un especial ejemplo de peligrosidad. Está acusado de haber vendido nombres de colegas, algunos de los cuales, asesinados en Iraq, probablemente pagaron con sus vidas la filtración de sus identidades. Y el CNI es a estas alturas una organización destripada en sus recovecos funcionales. Se supone que habrá sufrido determinadas depuraciones internas, aunque eso difícilmente puede quedar demostrado.
De todos modos el tema es una pieza golosa para el reporterismo. Un tema capaz de eclipsar el ya gastado asunto del 11M, sobre el que ha caído la losa del dictamen judicial para convertirse en una verdad oficial inamovible, salvo milagro en contrario. Esta circunstancia permitirá que, con obligadas variantes, se repita el fenómeno de todas las tragedias criminales políticamente connotadas, desde el asesinato de Prim a nuestros días.
No debe extrañar que el Gobierno haya intentado aprovechar el descubrimiento del “topo” del CNI como una gloriosa hazaña de sus servicios de seguridad. Se ve que tiene hambre de gestas. Dentro de poco tiempo hasta la detención de ‘El Solitario’ adquirirá, o podrá adquirir, tonalidades políticas: una lección de eficacia. Eficacia, naturalmente, que sólo el zapaterismo, en una más de sus manifestaciones, puede exhibir. Por supuesto con proyección en las urnas de marzo. Si no llega a ser por el chivatazo del ciudadano que, en realidad, descubrió el rastro definitivo del delincuente, nuestro enemigo público número uno seguiría, sabe Dios por cuánto tiempo, ejerciendo su actividad de viajante. Pero lo que cuenta es que ‘El Solitario’ ya está fuera de circulación.
En definitiva, casi todo lo que ocurre con desenlace políticamente rentable es aprovechado en las cercanías de los procesos electorales. Casualidad, pero cosa indefectible. Y si la seguridad nacional, como en el caso del “topo” del CNI, corre algún riesgo, pronto viene la voz oficial para poner punto final a las especulaciones. España es un paraíso de la seguridad… casi siempre. Y con Zapatero, más.
jueves, julio 26, 2007
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