viernes 27 de julio de 2007
Artículo de opinión
Joan Pla
H E aquí mi artículo de opinión acerca del artículo de opinión: Un artículo de opinión, pienso yo, sólo pretende entablar una conversación telepática, que no electrónica ni digital, con el lector, tan larga o tan corta como él quiera, en la que uno expone aquellos temas que más le preocupan o le divierten y el que los lee saca sus conclusiones. El cruce o intercambio de opiniones, vía Internet, como es el caso de las “Firmas invitadas” y el “Foro” de Vistazo a la Prensa es otra cuestión, donde la telepatía o, mejor dicho, la simpatía o antipatía de los internautas se materializa en letras de molde y en párrafos escritos en los que los lectores se convierten en auténticos articulistas o, si se prefiere, en columnistas de opinión. Mi única intención, cuando escribo y firmo un artículo en los periódicos, es la de comunicar mis inquietudes o mis gozos, mis certidumbres y mis dudas acerca de un tema cocreto al buen lector, para que él, o ella, asientan o disientan de mis puntos de vista. El tema no es lo importante. Lo importante es el tratamiento, esto es, la corrección y la coherencia, la agudeza y la agilidad con que se escribe. El tema puede ser muy alto o muy bajo, muy profundo o muy superficial. Valgan un par de ejemplos: “La pertenencia intrínseca de la Virgen María al orden de la unión hipostática” , tema de gran altura y profundidad teológica y “El parto de los trillizos de mi vecina” como muestra de la bajura e inmediatez de los acontecimientos de mi escalera. Y apuesto doble contra sencillo a que resulta más interesante lo de mi vecina si nos lo cuenta Quevedo o Gabriel García Márquez que lo de la “unión hipostática” si nos lo escribe un teólogo pelmazo y preconciliar. El artículo de opinión es, digo yo, una conversación que, por ventura, sólo existe en mi mente, puesto que pocas veces escucho, ni siquiera “in mente”, la voz de mis ideales contertulios o lectores. Salvo en aquellos casos en que alguien pretende insultar, denigrar y fulminar al articulista, la única respuesta que reciben los que publican un artículo de opinión es el silencio. El foro y el universal intercambio de opiniones, besos, cópulas, insultos, palabros mal escritos en cualquier idioma, amenazas, elogios, vituperios y exaltaciones, bombos mutuos y monólogos de uno mismo con distintos seudónimos son, evidentemente, una cosa distinta al artículo de opinión en puridad. El foro es una feria donde cada cual se compra la flauta que mejor le suena. De hecho, ahora que lo digo, casi todos los foros suenan a gran concierto de gaitas monocordes y desenfrenadas. Duro, inhóspito oficio el de columnista o articulista de opinión, si navega en su barquito de papel con el corazón abierto y la verdad por delante. Triste, mísero y lamentable oficio el de articulista de opinión, si sus escrituras son pontificales, paternalistas y sectarias, siempre con la consigna y la descalificación del contrario por delante. Por fin, ciñéndome a lo esencial de mi oficio de opinante profesional, diré que el humor ha sido siempre, al menos para mí, el único termómetro de mi fiebre de comunicación y digo el humor, porque, desde el humor entiendo que tan malo es tomarse a broma lo que es grave e importante como tomarse en serio lo que es mortal y transitorio. Bien sabe Dios que nunca me tomé en serio lo del trío de las Azores: Bush, Blair y Aznar, ni el llamado tripartito catalán, ni la terna de Rajoy, Zaplana y Acebes o la de Zapatero, Rubalcaba y Blanco. La verdad es que, con la Santísima Trinidad le basta y le sobra a mi humilde calabaza opinante.
jueves, julio 26, 2007
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