viernes 27 de julio de 2007
El Tour de Francia, en fase terminal
SE han cumplido los peores augurios. El Tour de Francia se acerca a su final entre escándalos que destruyen la competición deportiva y alejan a los espectadores, hartos de un fraude que nadie parece capaz de eliminar. El ciclismo ya estaba herido de muerte, pero la edición actual de la prueba por etapas más importante del mundo puede ser la puntilla definitiva para un deporte apasionante como pocos. Los hechos son contundentes. El gran favorito de la carrera, Vinokourov, pierde mucho tiempo al principio y se recupera luego de forma sorprendente, antes de dar positivo en el control. El líder, Rasmussen, es expulsado de la prueba por su propio equipo, a la vista de unas sospechas más que fundadas. Un joven corredor español, Alberto Contador, es ahora la última esperanza para dar ese ejemplo de honradez y limpieza que tanto necesita un deporte en fase terminal. A sus veinticuatro años, el ciclista madrileño tiene ante sí una gran oportunidad, pero también una enorme responsabilidad que no han sabido asumir otros ciclistas más veteranos. Alguien tiene que poner freno al desastre en que se precipita una competición, centenaria, que era seguida con pasión por muchos millones de aficionados. Este año ya no es lo mismo: la televisión pública alemana ha dejado de retransmitir la prueba y, pese al gran papel de los españoles, el Tour no figura entre los programas de mayor audiencia en nuestro país. Es muy lógico, porque -al igual que el Giro de Italia o la Vuelta a España- la ronda francesa produce en los últimos tiempos noticias más propias de las páginas de Sucesos que de la información deportiva.
Aunque el deterioro parece irremediable, es imprescindible un esfuerzo colectivo para salvar al ciclismo de la situación más grave de su larga y brillante trayectoria. Los organizadores de las pruebas deben reforzar más si cabe el rigor para la inscripción, aunque sea a costa de que falten corredores o equipos importantes. Los propios equipos deben extremar todos los cuidados al respecto. En este sentido, la expulsión de Rasmussen, a causa de las mentiras que había contado a sus patrocinadores, señala un camino apropiado. Tal vez la principal responsabilidad resida en los propios ciclistas. Hace tiempo que está superada la imagen tópica del corredor ignorante y fácil de engañar. Hoy día, en una competición muy tecnificada, hay muchos deportistas con estudios y conocimientos suficientes para ser responsables de sus propios actos y luchar desde dentro del pelotón contra las trampas y los engaños. Las administraciones deportivas, las federaciones y los propios medios de comunicación tienen una parte decisiva en este proceso de regeneración. No se trata de criminalizar a todos y de difundir sospechas indiscriminadas, sino de distinguir con claridad entre los deportistas que juegan limpio y los delincuentes que defraudan las esperanzas de muchos aficionados de buena fe.
jueves, julio 26, 2007
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