martes, enero 23, 2007

Wifredo Espiña, Un monumento a las prostitutas

martes 23 de enero de 2007
Un monumento a las prostitutas
Wifredo Espina

U NA estatua de bronce “en honor a las prostitutas del mundo”, se levantarà en el barrio rojo de Amsterdam, según una nota de la agencia Reuters. Su promotora nos explica el motivo: “en muchos paises, las prostitutas pasan difiicultades y la gente no tiene en absoluto respeto por ellas”. ¿Se trata de reivindicar a este “oficio” –conocido como “el más antiguo del mundo”- y a quienes lo ejercen? ¿De un acto de reconocimiento? Esto me recuerda que, años atrás, paseando por Barcelona con un conocido escritor y Premio Planeta, a la vista de un unas atractivas mujeres de la vida, que “hacian la calle”, me comentó para mi sorpresa: “Estas chicas salvan a muchos matrimonios de la ruptura, salvan la institución matrimonial; en ellas, aunque sea artificial y pasajero, no pocos maridos encuentran el cariño, la comprensión y la satisfacción que no les dan, o no les pueden dar, sus mujeres; y así va tirando su matrimonio, no forzosamente carente de amor, sin romperse y sin perjudicar a los hijos. Y también muchos hombres, de condición muy diversa, encuentran consuelo efímero a sus preocupaciones, decepciones o desgracias que les depara la dureza de su vida”. Este razonamiento –tan simple como crudo-, de un conocedor de los barrios bajos de la ciudad, además de sorprenderme, me hizo caer en la cuenta de que tal vez merecía alguna reflexión. La prostitución es una lacra social, que humilla a las mujeres, y es un desprecio a los derechos humanos de las personas que, contra su voluntad, se ven en esta vergonzosa situación. Pero, pese a ello, en ningún país y en ninguna época, se ha logrado erradicarla. ¿Por qué? De reconocer esta realidad a erigirle un monumento público, una estatua de bronce, hay un gran trecho. Pero esta notícia sin duda llamará fuertemente la atención. Serán muchos los que se escandalizarán, los que se reasgarán las vestiduras., los que podrán el grito en el cielo. Tanto conservadores como, principalmente, progresistas. Pero pocos, o nadie, irán al fondo de la cuestión. Y los que se atrevan, ruborizados , quizás se callen o nos larguen un discurso retórico o hipócrita. Porque mientras se sigue persiguiendo, propagandísticamente, y más o menos inutilmente o de boquilla, la prostitución fácil y callejera, en las páginas de diarios, revistas, internet y en canales de televisión, continua un escandaloso mercadeo de mujeres –con todo lujo de fotos y detalle de precios-, que nadie denuncia abiertamente. Entre otras razones, porque son las páginas que más ingresos representan proporcionalmente a muchos de estos medios de comunicación, algunos muy potentes. ¿Y quién se atreve con ellos? En este asunto, hay muchas varas de medir y mucha hipocresía. No es para aplaudir que en Amsterdam se levante un monumento, pero esta noticia debiera hacernos pensar, ser más sinceros, y afrontar el tema con más honestidad y valentía. Detrás de todo ello hay una gran carga de problemas sociales, psicológicos y emocionales, con realidades complejas y culpabilidades compartidas. No se arregla con simples acusaciones y represiones –con frecuencia, de cara a la galería- a unas desafortunadas mujeres que tienen la desgracia de ganarse cuatro perras vendiendo ilusión y consuelo fáciles de la forma que saben o como pueden. Esa estatua de bronce, que se inaugurará en marzo, constituye una dura y descarada interpelación a todos. Lo más fácil es escandalizarse y condenar. No lo más realista y honesto.

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