martes, enero 16, 2007

Valentin Puig, Mientras tanto en la caverna etarra...

martes 16 de enero de 2007
Mientras tanto en la caverna etarra

VALENTÍ PUIG

AL aparecer en el «Diario de sesiones» el debate parlamentario de ayer, la nueva ETA no estará pensando en cómo autodisolverse y entregar las armas, sino en cómo sobrevivir imponiendo sus objetivos. La ETA de «Txeroki» dispone de un cómodo periodo de reflexión en virtud de una perversa paradoja que las gentes de buena voluntad tienden a no valorar: es cuando más débil está ETA que se le tiende la mano negociadora, con lo que el terrorismo etarra no sólo respira con una buena dosis de oxígeno, sino que lo que era la confrontación debida entre un Estado y el terror se diluye en una fase sólo de apariencia terminal. Eso cambia indebidamente algunos puntos de referencia y deteriora la fuerza semántica del lenguaje antiterrorista. Habrá risotadas y chanzas en la caverna etarra. Por el contrario, como prueba en no poca medida el proceso norirlandés, no puede haber transacción alguna sin una derrota previa y explícita del terror. Gerry Adams se apalancó precisamente en una indefinición de los términos del fin del IRA, con lo que el terrorismo anduvo coleando.
Parece que los etarras de la caverna son cada vez más jóvenes en una sociedad cada vez más vieja. En las hipótesis de «Papeles de Ermua» sobre los costes de la secesión del País Vasco, tenía su buen peso la demografía. En comparación con el resto de España, en el País Vasco se cuentan actualmente menos jóvenes de 24 y un mayor número de mayores de 65. Sin inmigrantes y sin crecimiento demográfico, la economía vasca padecería profundamente los efectos de una secesión: no tan sólo iba a quedar al margen de la Unión Europea -con gran coste arancelario-, sino que vería por los suelos su capacidad asistencial de hoy por un previsible incremento del coste de las prestaciones sociales. Iba a ser un limbo sin Estado de Bienestar. Es la agenda de la caverna totalitaria para la «No-España». Un País Vasco en la «No-España» se alejaría más incluso de la Europa que envejece. Y, a más autarquía, más exilio.
Mucho ha llovido desde el Consejo Territorial del PSOE en agosto de 2003, cuando los socialistas decían que la igualdad en derechos y oportunidades debe prevalecer o manifestaban que su «oposición frontal a todo segregacionismo o pseudo-soberanismo, ya venga del PNV o de CiU, lo es por razón de principios y no de interés partidario, coyuntural o propagandístico». Ahora el PSOE y sus filiales vasca y navarra están por otra cosa, no sin sarpullidos y disidencias internas. Incluso los deslices verbales de Rodríguez Zapatero al definir la naturaleza de los atentados como accidentes trágicos contribuyen -por deprisa que sean matizados- a la contorsión semántica y a confundir a las franjas de electorado que no son unívocamente fieles al PSOE o al PP. Han sido unas semanas de vértigo, con el atentado de la Terminal-4.
Esa nueva generación etarra, incluso enfrentada a Josu Ternera, nació y creció al cien por cien en el mundo «abertzale». No tuvo otro horizonte que las «ikastolas», forjó su concepción del mundo en las sesiones ilustradas de la «herriko taberna», y sus horas de asueto fueron para la «kale borroka», según expertos como Florencio Domínguez. En realidad llevan tiempo viviendo virtualmente en una «no-España». Un centenar de veinteañeros intelectualmente romos y tremendamente suspicaces, aunque la Guardia Civil les conoce poco, andan buscando armas y renegando de la menor presunción de tregua. Son etarras hijos de etarras. Su mundo es la caverna. No tienen otro horizonte mental que la capucha y la bomba-lapa.
ETA es una de las hendiduras más macabras en la historia de la España moderna, y pocas veces como ahora había lastrado tanto el tono y la conducción de nuestra vida pública. Desde la transición democrática la sociedad no se había visto tan dividida como ahora. Un centenar de jóvenes fanáticos acosa una España próspera, activa y desacomplejada. Es algo inaudito y terrorífico. Fatiga mucho pretender rebobinar como hemos llegado a esto, pero lo que de verdad cuenta es que los nuevos y viejos etarras están ahí, en la caverna, con sus armas, dispuestos a atacar lo que sea y a la voladura de cualquier proceso de paz.
vpuig@abc.es

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