jueves, enero 18, 2007

Tras el fracso estatutario habrá que volver a la realidad, ¿no?

Tras el fracaso estatutario habrá que volver a la realidad, ¿no?
Luis Miguez Macho

18 de enero de 2007. Hay una sagaz observación sobre las reformas estatutarias que debo a mi colega en la Facultad y miembro del Comité Ejecutivo del PP de Galicia Pedro Puy Fraga, y que señala que éstas han salido adelante siempre a dos bandas, o entre el PSOE y los nacionalistas (en los casos de Cataluña y Canarias) o entre socialistas y populares (en todos los demás casos), pero nunca entre los tres.Así pues, no hay que extrañarse de lo sucedido ayer en Santiago de Compostela, si se tiene en cuenta que la reforma del Estatuto gallego requiere el concurso del PP, porque está a un escaño de la mayoría absoluta y hace falta mayoría de dos tercios, y no se puede hacer sin el Bloque Nacionalista Gallego, porque gobierna la Comunidad autónoma con los socialistas.Una negociación imposibleLos términos de esta negociación imposible son fáciles de imaginar. Unos proponen que se ponga en el Estatuto que Galicia es una nación o que conocer el gallego es un deber o que tal o cual competencia que la Constitución dice que es del Estado se convierta en exclusiva de la Comunidad autónoma, y el PP dice que todo esto no cabe en el marco constitucional.Con el PSdeG, a pesar de sus guiños al nacionalismo (algunos harían revolverse en la tumba a los socialistas históricos, como eso de pretender fundamentar el Estatuto en unos supuestos "derechos históricos" de Galicia que dejan pequeños los fueros de los carlistas, sobre todo porque son totalmente imaginarios), cabría llegar a un acuerdo, igual que en el caso andaluz, pero entonces se quedaría fuera el Bloque. Y si entre el PSdeG y el Bloque copian el Estatuto catalán (para que luego lo "arreglen" en Madrid, como ya advirtió la vicepresidenta Fernández de la Vega), entonces el PP tendría que oponerse, por convicciones y por coherencia.Con esto queda más que explicado el fracaso de la reforma estatutaria gallega, pero no está todo dicho.Lo primero que hay que añadir es que no es comprensible en modo alguno que el PP se tenga que convertir en una especie de Tribunal Constitucional bis porque los socialistas estén dispuestos a saltarse a la torera la Constitución siempre que lo exijan sus pactos con fuerzas nacionalistas. Lo segundo es que sólo faltaría que quienes cuentan con un raquítico 18% de los votos consiguiesen imponer su visión de Galicia en el Estatuto. Y lo tercero, que este fracaso lo es, sobre todo, de Emilio Pérez Touriño, al que como presidente de la Xunta le correspondía la responsabilidad de lograr el consenso necesario para la reforma estatutaria y, en especial, de atraer al marco constitucional a los nacionalistas, ya que gobierna con ellos.¿A quién le importa el fracaso de la reforma estatutaria?Casi nadie va llorar en Galicia por el hecho de que nos hayamos quedado sin reforma estatutaria. Únicamente a lo mejor quienes desde la subvencionada prensa local han intentado crear, de un modo tan insistente como infructuoso, un delirante clima de necesidad y urgencia de una reforma que al ciudadano medio no le importa gran cosa, como sucede en todas las demás Comunidades autónomas.Para el ciudadano de a pie, más autogobierno, en realidad la consagración de los dogmas nacionalistas de una minoría en el Estatuto, sólo traería menos libertad. Bien lo saben los profesores de español a los que se intenta imponer presentar la programación docente en gallego, los padres a los que no se quiere dejar escolarizar a sus hijos en su lengua materna, los funcionarios a los que se presiona por motivos lingüísticos. Todos ellos tienen hoy mucho que agradecer a la firmeza de convicciones de Alberto Núñez Feijoo.Y ahora, tras el fracaso estatutario, a nuestros políticos no les quedará otro remedio que volver a ocuparse de Galicia. Porque la reforma estatuaria, en el fondo, no ha sido más que una gigantesca cortina de humo para tapar todo el resto de la realidad gallega. Quizá la subvencionada prensa local se sienta incluso obligada a comportarse por fin como la prensa de cualquier lugar civilizado, y empiece a contarnos qué tal está funcionando la Administración autonómica tras año y pico de bipartito, cómo se llevan los dos socios de gobierno, los escándalos de corrupción de los políticos, y también si la oposición ejerce o no su labor como es debido.

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