miércoles, enero 10, 2007

¿Que puedo hacer?, consejos para la accion en una sociedad plurallista

¿Qué puedo hacer?: consejos para la acción en una sociedad pluralista
Luis Miguez Macho

10 de enero de 2007. En la sociedad española se viene produciendo desde el 11 de marzo del 2004 un cambio histórico: estamos pasando de ser una sociedad pluralista donde, a pesar de todo, existían unos principios y valores dominantes generalmente aceptados, provenientes de la tradición católica y secularizados en mayor o menor medida, frente a los cuales estaba bien visto rebelarse (de hecho, rebelarse contra ellos era lo progresista, lo políticamente correcto y, de manera paradójica, lo convencionalmente anticonvencional), a convertirnos en una sociedad igualmente pluralista, pero en la que los principios y valores morales son expulsados de la vida pública.La transformación no ha consistido, como podría parecer a primera vista, en la sustitución de esos principios y valores dominantes por otros distintos, sino en su pura destrucción negativa, nihilista o, expresándolo con un término más clásico, decadente. Por poner un ejemplo, el matrimonio civil por el que luchaban los progresistas del siglo XIX no suponía un ataque al matrimonio como institución, sino una concepción desacralizada del mismo; en cambio, el "matrimonio" entre personas del mismo sexo es la contradicción de todo lo que significa el matrimonio.Esto tiene una consecuencia de la que conscientemente unos pocos e inconscientemente cada vez más personas empiezan a apercibirse: ahora la rebeldía, lo anticonvencional y lo políticamente incorrecto es defender los principios y valores morales tradicionales, y lo establecido, lo convencional y consagrado públicamente es el nihilismo decadente. De ahí las llamadas a la "resistencia" o a la "rebelión cívica" de quienes creemos que toda sociedad necesita fundarse en un orden sustancial de principios y valores para poder subsistir.Pero esos llamamientos deben ser bien entendidos. La única forma de combatir con eficacia en una sociedad pluralista como la nuestra es utilizar los instrumentos que este tipo de entramado social ofrece para la acción pública. Y aquí se ha producido un segundo gran giro de la sociedad española en los últimos tiempos; de un dominio casi absoluto de esos mecanismos de acción por parte de los impugnadores de los principios y valores tradicionales, se ha pasado a una situación más equilibrada, que intenta por fin parecerse a la de los países donde la influencia social está mejor repartida.¿Qué puedo hacer yo?, es la pregunta que más se repite en nuestro entorno. Como en toda acción política (en el sentido amplio y no puramente partidista del término), lo primero es saber distinguir el amigo, que no tiene por qué coincidir con el amigo personal, del enemigo, y aunar esfuerzos, por ese principio elemental de que la unión hace la fuerza. Y, a partir de ahí, está claro: organizarse, participar, estar presentes allí donde se decide o se influye en las decisiones, porque en una sociedad pluralista cuenta tanto la labor de las elites consecuentes como la del ciudadano de a pie que alza su voz y protesta.Lo que no sirve de nada es la queja privada que no se refleja después en actitudes públicas, el espíritu de secta o de capilla que divide por dividir y ofrece así tantos gratis al adversario y, sobre todo, el mayor pecado que se puede cometer en estos momentos es desaprovechar cualquier oportunidad que se tenga de influir, influir en cuanta más gente, mejor.

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