domingo, enero 14, 2007

Manifestaciones, de la diferencia entre un lema y una intencion

Manifestaciones: de la diferencia entre un lema y una intención
Santiago Abascal

A veces, las letras de la pancarta no coinciden con los objetivos de los convocantes al llamar a la movilización social. El próximo 3 de febrero eso no ocurrirá.

15 de enero de 2007. Algunos llevamos la mitad de nuestra vida manifestándonos contra la organización mafiosa ETA y contra la imposición de su proyecto político. En 1993 -yo contaba con 17 años-, durante el secuestro del empresario Julio Iglesias Zamora –que se prolongó 116 días-, Gesto por la Paz nos convocó de forma sistemática y prolongada a las calles y plazas del País Vasco bajo el lema Julio Askatu (Liberad a Julio). No era especialmente beligerante la organización convocante. No había -tras esa básica petición de libertad para un secuestrado- una consiguiente propuesta de una determinada política antiterrorista. E incluso, acertándose en la exigencia de libertad para el secuestrado, se erraba en la petición de paz para la sociedad, paz que no nos ha faltado desde 1939. La libertad, en cambio, sí nos ha abandonado. Con estas objeciones, presentes entonces, muchos no dudamos en sumarnos a la lógica exigencia de libertad para todos los secuestrados y a la protesta inmediata a cualquier crimen perpetrado por las ratas etarras. Y lo hicimos, a pesar de las diferencias, tras las pancartas de Gesto por la Paz. Era el mejor asidero que teníamos. Los asesinatos de Gregorio Ordoñez (1995) y de Miguel Ángel Blanco (1997), cambiaron las cosas. Otras organizaciones -como el Foro de Ermua y Basta Ya- surgieron, nos convocaron a las calles y los lemas comenzaron a ser inequívocos. Se exigía ya una determinada política antiterrorista y se defendía lo que era atacado por el terrorismo: el orden constitucional. Gesto por la Paz se nos quedó cortó pero sirvió para dar cobijo a los nacionalistas renuentes a una mínima contundencia contra ETA. Así, dejamos de ir a unas manifestaciones y acudimos a otras. Con el Pacto Antiterrorista, la Ley de Partidos, y la ilegalización de Batasuna, la democracia española alcanzó la mayoría de edad, y nosotros acariciamos nuestro objetivo más deseado: los terroristas quedaron fuera de la vida pública española. Sin embargo, llegó Zapatero, cambió todo esto e inició un proceso de negociación con la organización terrorista. Entonces fueron las víctimas –la mayoría de ellas- las que nos convocaron a la rebelión cívica frente al Gobierno. Sí, frente al Gobierno. Ya no cabía protestar contra ETA, sino contra quien nos había traicionado. Los lemas eran claros: no a la rendición. Y el objetivo de las multitudinarias manifestaciones, varias de un millón de personas, también. Lemas y objetivos eran coincidentes y no se escondían. Se protestaba contra el Gobierno, contra su acción o contra su inacción. ETA ha vuelto a matar tras la traidora irresponsabilidad de algunos. Y el Gobierno no ha cumplido con sus obligaciones y con la tradición, no ha convocado al pueblo a expresar su repulsa a ETA. Aunque lo cierto es que no podía hacerlo. Por eso se ha escudado en algunas organizaciones sindicales para llamar a una protesta estéril. Estéril porque ya nos hemos hecho mayores y sabemos que a ETA no le hacen mella nuestras manifas. Y estéril porque en realidad no se protestaba contra ETA, ni tampoco contra la ausencia de política antiterrorista del Gobierno que es la única protesta que cabe hoy, sino que se pretendía culpar al PP de la falta de apoyo al proceso de negociación. Por todo eso, muchos ya no estaremos nunca en manifestaciones inútiles –al margen de lemas- como la celebrada este sábado.Ahora bien, hay que reconocer que este fin de semana se ha evidenciado nuestra equivocación, tanto desde el lado de la política como desde el lado del movimiento cívico. Pero, ¡ojo!, no por no acudir a una manifestación inservible sino porque –después de lograr movilizar la ira del pueblo español contra Zapatero durante dos años- nos hemos dejado comer la tostada por un Gobierno entrampado en sus propios errores y traiciones. El oso, envuelto en su red, ha podido darnos el que quizá será su último zarpazo. El error cometido, sin embargo, no nos ha paralizado. El próximo 3 de febrero, llamados por el Foro de Ermua, al que ya han secundado la AVT y la Fundación para la Defensa de la Nación Española, volveremos a llenar Madrid exigiendo libertad, clamando por la derrota del terrorismo y contra el diálogo. Es decir, por la unidad del Pacto Antiterrorista y contra la política desarrollada estos dos últimos años. No se oculta, ni en el lema ni en la intención. Y la contrario que otros, tampoco ocultaremos la rojigualda, la bandera de nuestra patria, la enseña de España, el símbolo de lo que los terroristas –verdaderamente- quieren destruir.

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