martes, enero 16, 2007

Luis Pousa, La unanimidad es posible

miercoles 17 de enero de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIn FILTRO
La unanimidad es posible
Han transcurrido dieciséis meses, días más días menos, desde que Manuel Fraga accedió, no de muy buena gana, a que Alberto Núñez Feijóo, de aquella todavía aspirante a sucederle en la jefatura del ­PPdeG, iniciase tímidamente una corrección del rumbo que, el partido más poderoso de Galicia, mantenía en contra de la reforma del Estatuto de Autonomía. Rechazo sistemático, asentado en razonamientos tan maleables como que la reforma no estaba en la agenda de las principales preocupaciones de los gallegos. Es decir, no le interesaba a nadie, y, en todo caso, una mejor aplicación de los contenidos del Estatuto de 1981 la convertía en innecesaria.
Hoy el propio Núñez Feijóo será el primero en felicitarse a sí mismo por haber sido pionero en el PPdeG en apostar por un nuevo rumbo e implicar a los populares gallegos en la reforma estatutaria. Oponerse a la marcha, en la flecha en sentido ascendente de la historia, de esas grandes corrientes que, como los ríos, suelen nacer humildes y, no obstante, van ganando caudal y entidad en su recorrido hasta llevarse por delante a todo cuanto le opone resistencia, sería una decisión de altísimo riesgo para la supervivencia de un proyecto político que se publicita de centro y reformista.
Felizmente para ellos y para la propia estabilidad de la política gallega, los populares participan en la confección del nuevo texto autonómico. Y si bien es cierto que con un ritmo lento, condicionado a los avatares de la política española y a los designios de Génova 13, finalmente Feijóo hizo el recorrido.
Es eso, y no tanto el hecho de contar con una fuerza de 37 escaños en un Parlamento de 75, lo que le legitima como uno de los tres principales actores -los otros dos son Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana- encargados de fijar la altura, en términos de identidad y autogobierno, a la que ha de estar situada Galicia en el escenario de un Estado de las ­Autonomías reformulado vía reformas estatutarias. A las que, por coherencia del sistema, han de seguir otras, como la del Senado.
Habiendo llegado hasta aquí, es el momento de exigirle a los tres líderes un máximo esfuerzo para que culminar el proceso. Y culminar el proceso supone, dadas las circunstancias que concurren en el caso, un acuerdo por unanimidad. Para que la reforma del Estatuto consiga el apoyo unánime de la Cámara es preciso que cada una de las tres partes sitúe el consenso por encima de sus intereses inmediatos y de las rigideces ideológicas que escapan a la razón de ser de la política -se sobreentiende, democrática-.
Feijóo ha de abandonar la idea, siempre latente en los pronunciamientos que ha hecho hasta anteayer, de una reforma pactada "a dos" en vez de "a tres", bien con socialistas o bien con los nacionalistas. Dado que la segunda opción carece de las más mínima probabilidad, el abanico quedaría reducido a una sola: un acuerdo entre PPdeG y PSdeG, igualmente improbable por lógica de las cosas. Tampoco resolvería nada la idea acariciada por el BNG de convertir a los populares en los responsables del fracaso, y Touriño debe mantenerse firme en su negativa a que el PSdeG entre en ese juego.
Lo mejor para Touriño, Quintana y Feijóo, así como para los ciudadanos, es un Estatuto consensuado por los tres, en el que Galicia no quede por debajo de Cataluña y País Vasco.

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