martes, enero 16, 2007

Demetrio Pelaez, Es mejor morir que perder la vida

miercoles 17 de enero de 2007
DEMETRIO PELÁEZ CASAL
AILOLAILO
Es mejor morir que perder la vida
Da igual que el Gran Lucky haya tenido que cerrar o no por culpa de la Ley Antitabaco. Lo que importa es que uno de los locales más emblemáticos y mejor acondicionados del Ensanche, con rincones en los que los amantes de la lectura podían pasar horas aferrados a una novela sin que nadie les molestase, espacios cálidos en los que grupos de amigos echaban interminables partidas de billar mientras libaban cervezas, escuchaban música de la buena y compartían cigarrillos -sí, como en los viejos tiempos, antes de que los santurrones de la política, los del PP y ahora los del PSOE, nos impusieran la lechuga a palo seco-, reservados para los fanáticos del fútbol y hasta zona de cine, ha tenido que cerrar sus puertas. Y que, por desgracia, cada vez quedan menos sitios así, a la par que cada vez surgen más locales asépticos y fríos que se van al carallium en menos que canta un gallo.
Pronto, en el mismo espacio del Gran Lucky, que llevaba más de veinte años en Frai Rosendo Salvado, se instalará una empresa de comida italiana y podremos inflarnos, al parecer, de macarrones, de espaguettis al roquefort y de espinacas a la carbonara, probablemente en un ambiente limpio de humos y con camareras con gorrita, como en el Burger King, aunque quizá los tiros no vayan por ahí y sea algo más típico.
Ya opinaremos cuando esté montado, si es que nuestra querida ministra no echa abajo el proyecto alegando que la pasta engorda mucho, como las hamburguesas del Mac Donald, y que su deber, como gobernanta de la salud, es protegernos de la obesidad. Y de la delgadez extrema. Y del humo. Y de las radiaciones de los móviles. Y de los microondas. Y de los ordenadores. Y de las antenas. Todo menos del botellón, de los ruidos nocturnos y de los vándalos, que esos al parecer no molestan.
Tal y como se está poniendo el patio, lo mejor será meternos en una burbuja hermética y permanecer allí todo el puñetero día sin pestañear siquiera, no vaya a ser que algún virus extraño ose quitanos la sonrisa perfecta, que diría el amigo Silvio, el rictus soberbio o la cara de acelga. Viviremos mucho más, sin duda, pero también es seguro que estaremos deseando palmar de simple y puro aburrimiento.
Una cervecita bien fría y un piti, por favor, o un cartón entero, que mejor es morir que perder la vida.

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