jueves, enero 11, 2007

Larry Eldern ¿Racismo o experiencia?

viernes 12 de enero de 2007
EEUU
¿Racismo o experiencia?
Larry Elder

Hasta el reverendo Jesse Jackson dijo una vez: "Odio admitirlo, pero he alcanzado una etapa de mi vida en la que, si camino de noche por una calle oscura y veo que la persona que tengo detrás es blanca, subconscientemente me siento aliviado".

"Cuidado, negro caminando", rezaba el titular de un artículo que acabo de leer en el semanario local. El autor, negro, reside en una zona predominantemente blanca de clase alta. En el artículo se queja de que, cuando va por la calle, puede ver cómo los blancos cruzan la acera, presumiblemente para evitarle. Ocurre tantas veces que él, con el fin de "pegar primero", cruza la calle cuando ve que se aproximan blancos. De esta manera se les adelanta y les hace ver cómo sienta que te hagan esto.
El escritor no hace ninguna mención a la desproporcionada tasa de crímenes cometidos por negros, un hecho presente sin duda en la mente de los blancos "racistas" que cruzan de acera cuando lo ven. Hasta el reverendo Jesse Jackson dijo una vez: "Odio admitirlo, pero he alcanzado una etapa de mi vida en la que, si camino de noche por una calle oscura y veo que la persona que tengo detrás es blanca, subconscientemente me siento aliviado".
El escritor tampoco parecía apreciar que ahora los negros pueden mudarse a las zonas exclusivas de clase alta. Un ejemplo. El cantante Nat King Cole se topó con la resistencia racista de los vecinos cuando en 1948 se convirtió en el primer negro en intentar mudarse a la elitista y bastante rica zona de Hancock Park en Los Angeles.
Contaba la historia del redactor a mi hermano Kirk mientras él y yo atravesábamos un aparcamiento junto a una librería situada en una zona residencial dos días antes de Navidad. Me burlé del "dolor" del autor del artículo contando a Kirk una reciente experiencia que tuve.
Cuando conducía camino del trabajo hace un par de semanas, el coche que estaba delante mío, con tres varones jóvenes de color y una joven conductora negra, se detuvo en un cruce con el semáforo en rojo. Pero cuando la luz se puso verde, el coche simplemente se quedó allí con los pasajeros distraídos. No siendo de los que pitan inmediatamente, me quedé un rato –entre 7 y 10 segundos– esperando a que la conductora arrancara. Después toqué gentilmente el claxon.
Los tres pasajeros me sacaron inmediatamente el dedo corazón, con los dos del asiento trasero mirándome con el ceño fruncido mientras avanzábamos. Siguieron mirándome fijamente hasta que nos detuvimos en el próximo semáforo, en el que la conductora, seguramente a propósito, permaneció detenida en la luz verde durante bastantes segundos antes de arrancar. Lo mismo sucedió en el siguiente semáforo.
Mientras contaba esta historia a mi hermano, nuestro ritmo se ralentizaba al acercarnos a la librería. Terminamos parados en una plaza vacía del aparcamiento mientras yo terminaba mi relato. "¿Acaso fui víctima de ser un negro conduciendo detrás de un coche lleno de negros haciéndome la peineta?", le pregunté. Mientras lo decía agitaba mi mano en el aire con el dedo corazón prominentemente destacado para enfatizar lo que estaba contando. Justo en ese momento, un coche que aparentemente había estado esperando pacientemente a que mi hermano y yo saliéramos de la plaza vacía puso en marcha su motor y se marchó.
"Oye, Larry", dijo Kirk, "creo que el tipo del coche ha pensado que estabas sacándole el dedo a él, como diciendo 'Que te jodan, vete a aparcar a otro lado'". Habiéndome metido tanto en mi relato, no me di cuenta de que nos habíamos detenido ni dónde, ni tampoco vi al conductor esperando pacientemente a que nos quitásemos de su camino para poder aparcar en la plaza vacía que ocupábamos.
El conductor terminó aparcando a muchas plazas de distancia de la tienda, frustrado aparentemente de que un tipo se hubiera parado a hablar en una plaza más próxima y encima le hubiera sacado el dedo. Sugerí que fuéramos hasta el conductor para explicarle que la peineta no tenía nada que ver con él.
– Olvídalo, Larry – dijo mi hermano –. Vamos a entrar en la tienda.
– No – dije yo –, no quiero que el tipo crea que soy gilipollas.
De modo que Kirk y yo dimos la vuelta y caminamos deprisa hacia el hombre –un tipo blanco de treinta y tantos– mientras salía de su coche y caminaba hacia la tienda. Al acercarnos, parecía aterrorizado, pensando probablemente que el tipo que le sacó el dedo y su compañero querían pelea.
– Disculpe, señor – dije.
El tipo murmuró algo ininteligible mientras caminaba a toda velocidad.
– Solamente le estaba contando a mi hermano – le expliqué mientras Kirk y yo le seguíamos – que unos tíos me sacaron el dedo después de que les pitase. Y justo mientras relataba la historia, he sacado la mano para mostrar cómo me hicieron la peineta. Espero que no creyera que se lo estaba haciendo a usted.
El tipo redujo la marcha, se volvió y sonrió.
– Bueno, sí, la verdad es que pensé que me estaba diciendo algo.
– Lo siento, realmente no lo estaba.Nos echamos a reír, los tres, y charlamos mientras entrábamos en la tienda. Hablamos acerca de cómo odiábamos todos las compras de Navidad, especialmente las que se hacen en el último minuto. Y todos nos quejamos de ese parking lleno hasta la bandera.
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