jueves, enero 11, 2007

"Lapsus" y manifestaciones

viernes 12 de enero de 2007
«Lapsus» y manifestaciones
SI el Gobierno y el PSOE quieren medir su liderazgo político en este momento crucial para la lucha antiterrorista, no tienen más que comprobar la desunión que reflejarán las dos manifestaciones convocadas en Madrid y en Bilbao con motivo del atentado etarra en el aeropuerto de Barajas. La crisis de la unidad democrática se va a mostrar con toda su dramática crudeza y lejos de servir de reproche al PP, al recordar el apoyo socialista al Gobierno de Aznar, señala directamente la responsabilidad personal de Rodríguez Zapatero, primero por romper aquella unidad que heredó; y, segundo, por hacer todo lo posible para frustrar su restauración. La incapacidad del Gobierno para gestionar con un mínimo de sentido común la grave crisis de confianza que han provocado sus errores de apreciación y decisión en el proceso de negociación con ETA sigue desplegando sus efectos y exterminando las escasas posibilidades de ofrecer a los españoles una política fiable de lucha y derrota de los terroristas. Más aún cuando el jefe del Ejecutivo, por tercera vez, volvió a calificar ayer de «accidentes» los atentados de ETA. Demasiados «lapsus» que evidencian que el Gobierno, sobrepasado por su propia impericia, no controla la situación en un momento que requiere, más que nunca, sosiego y firmeza para no otorgar más bazas a la banda asesina.
La calculada indefinición del presidente del Gobierno sobre lo que hará en el futuro -incertidumbre, en sí misma, desastrosa para un Estado que no debió dejar de estar volcado en la persecución implacable de ETA- alimenta las estrategias más inicuas de quienes, de ninguna forma, quieren cancelar el proceso de diálogo con los terroristas. Y por esto mismo, las manifestaciones del sábado son producto del oportunismo del PNV, verdadero experto en la materia, y de la resistencia inmoral de una parte de la izquierda a aceptar el fracaso, ocupándose más de hostigar al PP que a ETA. Es toda una lección para el PSOE que los reparos de los socialistas vascos a la manifestación convocada por el lendakari vayan paralelos a las razones por las que el PP y el Foro de Ermua, entre otros, no asistirán a la organizada por UGT y CC.OO. Si ahora Patxi López exige claridad en el lema de la manifestación de Bilbao -variado a última hora de ayer para tratar de dejar fuera a Batasuna-, el PP no ha hecho otra cosa que reclamar claridad para que la derrota de ETA y la recuperación de la libertad disuadieran a quienes quieren hacer del acto en la capital de España un lavado de cara del «proceso de paz». Los socialistas vascos han probado la medicina que en Madrid querían hacer tragar al Partido Popular, con UGT de señuelo: una apariencia de unidad, una parodia de consenso.
Más allá de la foto fija de las discordias y la desunión, el problema sigue siendo que no hay respuesta que permita saber qué va hacer el Gobierno contra ETA. Y el hecho de no saberlo indica que la negociación y el diálogo con los terroristas ha calado de tal manera en el discernimiento del PSOE y del Ejecutivo que lastran no ya una rectificación política que les acerque al PP, sino también, y principalmente, la toma de decisiones que den más seguridad y tranquilidad a los españoles. No es una exageración afirmar que España siente indefensión en estos momentos porque el Gobierno es una fuente de temores e incertidumbres frente a la amenaza terrorista. Y por eso las manifestaciones del sábado no son unitarias, porque el Gobierno no ha fijado objetivos claros y capaces de convocar nítidamente a unos y obligar a otros a disipar sus ambigüedades.
Así, el PP se siente excluido de la manifestación en Madrid por la intransigencia oficialista de UGT -presto a un papel instrumental realmente impropio de un sindicato-; y el PNV, por su parte, se siente legitimado para volver a jugar a dos bandas -ETA y PSOE- y a utilizar dos discursos -el de Josu Jon Imaz y el de Joseba Egibar-, que le aseguren no perder el control del poder. Y entretanto, Rodríguez Zapatero parece incapaz de salir del laberinto en el que se ha metido voluntariamente.

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