martes, enero 23, 2007

La simpatia que tienen estos dias los politicos es temporal

La simpatía que tienen estos días los políticos es temporal
Aniano Gago

23 de enero de 2007. Las elecciones generan siempre convulsiones entre los partidos y entre las personas de esos partidos porque se ponen en juego los intereses individuales y colectivos. Y cuando se trata de Don Poder y de Don Dinero todo se convierte en sagrado. Durante los mandatos, o las legislaturas, todas las discrepancias entran en el saco democrático y a pesar de los enfrentamientos y rifirrafes de unos y otros nunca pasa nada. El problema llega cuando todos empiezan a buscar el voto perdido, que es la madre del cordero. Un político sin votos no es nadie. Y así llegamos a donde nos vemos, que empezada la carrera por los gobiernos autonómicos, los ayuntamientos y las diputaciones, esto parece la guerra. Sólo faltaba el atentando de ETA en Barajas para "animar" más el cotarro. Los socialistas van a por todas, a través de mil caminos, mientras los populares se han encerrado en el asunto del terrorismo. Dos estrategias muy diferentes cuyo resultado ya se verá. Los gurús en su mayoría dicen que Rajoy se equivoca, al tiempo que algunas encuestas le dan la razón. Predecir es muy fácil, pero lo difícil es acertar. En esta España, donde todos somos tertulianos y en la que los 44 millones de personas (o la mitad) llevamos un entrenador dentro, es imposible sacar conclusiones antes de tiempo. Después llegarán los listillos que asegurarán aquello de "ya lo dije yo", muchos de los cuales han dicho una cosa y lo contrario, como hacía Felipe González, con lo que acertar es más fácil. La incertidumbre de lo que va a pasar se nota en los propios políticos. Tienen tal inseguridad ante su futuro que no dudan en cambiar de talante con tal de parecer más majos, más guapos y más normales. Los hay que llevan tres años sin dirigirte la palabra que no dudan en darte un abrazo cuando te ven, decir en la barra del bar que está pagada tu consumición y preguntarte qué tal está la familia. Es maravillosa tanta amabilidad. El mundo debería ser siempre así de humano. A los periodistas, que somos gente de carne y hueso, y muy sentimentales, nos perturba como el viento huracanado el Síndrome de Estocolmo. Perdonas a todos los antipáticos, asumes con naturalidad que Alfonso Guerra critique al PP por corrupción, con la que le cayó a él con sus hermanos, y consideras que todo el mundo es bueno. En mi experiencia he podido comprobar que los hay como el doctor Jekyll y mister Hyde: en campaña electoral te besan la boca y el día después ni te miran. Los unos porque han ganado, y ya no te necesitan, y los otros porque han perdido y te echan parte de la culpa de su desastre. La condición humana es así y así hay que aceptarlo. Y lo más curioso del asunto es que el éxito o el fracaso pende de un hilo. En muchas ocasiones unas decenas de votos cambian el signo y el poder. Porque los políticos, prácticamente todos, tienen buenas intenciones, pero si son perdedores nada pueden hacer, y si son ganadores no alcanzan a satisfacer todas las peticiones. Ya no se trata sólo de que las promesas electorales están hechas para no cumplirlas, como dijo Tierno Galván, sino que además, aunque quisieran, no siempre pueden hacerlo. En campaña se les llena la boca a todos prometiendo montes y morenas, pero porque prometer es gratis. El problema surge cuando ven el presupuesto y se dan cuenta de que han calculado mal. Eso le pasó a Zapatero, que como el 14-M no había pensado ganar las elecciones, a pesar de lo que decía, al ganar ha tenido que incumplir muchas cosas. Así las cosas, el votante deberá ser realista, saber qué promesas llevan debajo el brazo los euros pertinentes, y de lo demás no hacer ni caso. Pero los tiempos éstos son idílicos, las palabras suenan muy bien y todos estamos dispuestos a perdonar al enemigo. Gran virtud cristiana que admiro. Pero me quedo con lo que me dijo un amigo recientemente: "Vamos a brindar para que se mueran los enemigos". Que se mueran, políticamente, claro.

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