miércoles, enero 17, 2007

Kepa Aulestia,Vertigo

jueves 18 de enero de 2007
Vértigo
KEPA AULESTIA

La inmovilización de ETA y del conjunto de la izquierda abertzale en torno a su tradición doctrinaria y a sus obsesiones de siempre es, a la vez, efecto y causa de su sectarización. Pero desde que el llamado proceso de paz pareció posible, la cerrazón etarra -y el seguidismo de Batasuna- respondió también al vértigo que sintieron al verse emplazados a dar pasos hacia su desaparición. Los dos tabúes que aseguran la continuidad del colectivo asomaron con fuerza ante el abismo: no se puede poner en cuestión ni la pertinencia de la 'lucha armada' ni la existencia futura de ETA. A partir de ahí, las palabras deberán ser medidas. Y las insinuaciones sólo serán útiles mientras contribuyan a afianzar los citados tabúes. Es la propia desaparición lo que genera el vértigo. Y hay una eventualidad casi sinónima a la desaparición que también lo provoca: la crisis interna. Ésta sería inevitable si el factor de cohesión interna de la izquierda abertzale no se llamara ETA; o si fuera posible -viable- la constitución de una nueva izquierda abertzale diferenciada de la que conocemos. Es frecuente que tanto los dirigentes del nacionalismo gobernante como los socialistas vascos se dirijan a Batasuna, conminándola bien a condenar el terrorismo etarra bien a exigir a ETA el abandono definitivo de la violencia. Constituye una demanda retórica más que la expresión de un deseo realizable. Puesto que la izquierda abertzale jamás condenará el terrorismo de ETA y, como quedó demostrado la pasada semana, en caso de que solicite a la banda la renuncia a las armas será porque ésta haya decidido dejarlas. Si hubiera que arriesgarse en el pronóstico, cabría concluir que hoy por hoy la fuerza centrípeta en la izquierda abertzale sigue siendo infinitamente más poderosa que la centrífuga. El vértigo contribuye a ello. Toda discrepancia se sitúa, incluso antes de ser formulada, en la periferia de un sistema diseñado para quitarse de encima las adherencias incómodas calificadas como traidoras. Seguramente la presión generada por las desavenencias, las fricciones y los recelos es muy alta en el seno de la izquierda abertzale. El desconcierto e incluso la desconfianza que suscita ETA entre sus propios seguidores también. Pero resulta improbable que puedan gestarse corrientes organizadas que se atrevan a desafiar al núcleo que en ese momento mande en ETA. Es también consecuencia del vértigo. Del miedo escénico y de ese otro temor paralizador que supone enfrentarse a todo lo que uno ha sido. Además, el vértigo ralentiza los movimientos. Y para cuando a alguien se le ocurra organizar la disidencia, habrá sido expulsado. A pesar de todo ello el vértigo ante la ruptura puede ser, también, el factor capaz de obligar a ETA y a Batasuna a moverse hacia el desarme.k.aulestia@diario-elcorreo.com

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