sábado, enero 06, 2007

Jose Melendez, El "proceso de paz" hunde a ZpM

sabado 6 de enero de 2007
El ‘Proceso de paz’ hunde a Zapatero
José Meléndez
L O veíamos venir todos menos él, porque esa ha sido la táctica de la banda terrorista ETA durante los más de cuarenta años de su existencia, en los que no ha conseguido más que sembrar el terror y derramar sangre persiguiendo unos objetivos inalcanzables de esa forma cruel en un Estado de Derecho. Pero él, José Luis Rodríguez Zapatero, no se enteraba o no quería enterarse, aferrado no se sabe bien si a la vanidosa aspiración de pasar a la Historia como un paladín de la paz o a la obtusa obcecación de un necio. Puede que sea por ambas cosas, porque la crispación de su cara, el rictus de orgullo herido y la boca contraída cuando pronunció las palabras que nunca debía haber dicho en una ocasión semejante –“he ordenado que queden suspendidas las iniciativas de diálogo con la banda”- significaban una posible intención de seguir, de no admitir que su proyecto había quedado enterrado bajo 40.000 toneladas de hormigón destrozado y hierros retorcidos, junto a dos pobres inmigrantes, como si el destino hubiera querido unir los dos grandes fracasos de sus tres años de gobierno. Ha tenido que ser el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba –gran manipulador de los hechos políticos, pero inteligente para darse cuenta de cuando se abre el suelo a sus pies- quien tuvo que admitir que “el proceso está roto, liquidado y acabado”, mientras el gran pacificador seguía en Doñana, buscando en la serena belleza de las marismas algún paliativo al escozor de su derrota. No reconoció Rubalcaba solamente el fracaso del “proceso”, sino que pidió la unidad de los partidos políticos y la vuelta a la vigencia del Pacto Antiterrorista, propuesto por su jefe cuando estaba en la oposición y desmantelado por él cuando llegó al gobierno y comenzó –o continuó- su oscura negociación con ETA-Batasuna. El número dos del PSOE, José Blanco, caja de resonancia de Zapatero y experto lanzador de epítetos, también se manifestó en ese sentido con lo que se deduce que tanto el gobierno como el partido han dejado solo al presidente en su irresponsable intento de domesticar a los terroristas. Todo jefe de gobierno de un país democrático que sufre el azote del terrorismo tiene el derecho y el deber de terminar con esa lacra usando los resortes que le confiere el ordenamiento constitucional y jurídico, sin traspasar sus límites, esas líneas rojas que llenaron la oratoria de Zapatero y sus portavoces en el principio de la negociación y de las que luego no se ha vuelto a hablar. Así lo hicieron Adolfo Suárez, Felipe González y José Maria Aznar. No puede decir Zapatero que no tenía experiencias anteriores en su intento, porque los tres presidentes que le precedieron en el cargo se encontraron con una banda que no se movió ni un milímetro en sus pretensiones de principio y desistieron. Zapatero no. Partió de él la propuesta de negociación, incluso desde que estaba en la oposición, como se ha sabido ahora, y a todo lo largo de ese proceso ha ido cediendo y encajando golpes, tanto de ETA como de Batasuna.. Incumplió la autorización que le dio el Parlamento para iniciar el diálogo con ETA, que estaba supeditada al fin de la violencia y continuó con el “proceso” a pesar de que esa violencia no ha cesado nunca y ha negado por activa y por pasiva que hubiera negociación política, cuando esa negociación del PSOE con Batasuna e, incluso, de representantes de gobierno con ETA se ha venido desarrollando periódicamente en los dos últimos años. El secretismo, la negación de los hechos y el optimismo incalificable para transmitir a la opinión pública una visión deformada y sectaria de la realidad, han sido las pautas de una actuación reprobable en un estado democrático, donde los ciudadanos tienen derecho a saber antes de que las bombas les despierten del sueño utópico donde pretenden sumirlos. En cualquier democracia que se precie de serlo, la única salida de un jefe de gobierno que ha cosechado tamaña cantidad de errores en un asunto tan primordial es la de la dimisión. No puede seguir gobernando un partido que llegó al poder precisamente por denunciar en la bochornosa tarde-noche del 13M que “los españoles no se merecen un gobierno que mienta”. Y si hubo mentira por parte del gobierno al atribuir de principio a ETA la trágica masacre del 11M, y de falta de previsión para evitarla, las mentiras de la negociación con ETA han venido sucediéndose durante demasiado tiempo y la explosión que ha lanzado por los aires el aparcamiento de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas –una obra que el propio Zapatero calificó de joya de la arquitectura moderna, que costó una fortuna y que ahora va a costar otros 40 millones reedificarla, llevándose en sus cascotes el repetido recordatorio zapateril de que ETA llevaba tres años sin matar- ha cogido al gobierno por sorpresa, y con el pie cambiado. No hay ya posibilidades de que Zapatero pueda volver a su “léxico” de echador de cartas para insuflar ánimos con un mentiroso optimismo, diciendo que todo va bien y que estamos mejor que hace un año y el próximo estaremos mejor que ahora o llamando “accidentes” a los atentados, “hombre que está en el proceso” a De Juana Chaos, (será en los numerosos procesos judiciales que tiene) y “hombre de paz” a Arnaldo Otegui. Desde que inició los contactos con la banda terrorista, se ha tragado sin pestañear las cartas de extorsión a empresarios vascos y navarros, diciendo que “los matasellos eran anteriores a la tregua”, la violencia callejera, con quema de vehículos, de cajeros y hasta de ertzianas, la aparición de zulos con explosivos (Rubalcaba los calificó de “agujeros para guardar cosas”), el robo de armas cortas, las bravuconadas de Otegui, Barrena y sus secuaces, las manifestaciones de Batasuna a pesar de su ilegalización y prohibición de realizar actos políticos y las indicaciones del Fiscal General del Estado a los fiscales para contrarrestar las actuaciones de los jueces que pudieran “molestar” la negociación. Toda esta sucesión de hechos ha estado aderezada por el continuo ataque a la oposición del Partido Popular, en un intento de echarle las culpas de un posible fracaso de la negociación, por lo que ahora resulta sonrojante que Rubalcaba y Blanco se acuerden del PP para tratar de que los saque del atolladero. Sin embargo, no hay otra solución, ya que la dimisión de Zapatero parece tan utópica como sus postulados. Pero incluso esa solución de unidad sin reservas ni dobleces de todos los partidos para establecer una estrategia conjunta, volviendo a dar valor al Pacto Antiterrorista y a la Ley de Partidos, presenta dificultades porque no sabemos hasta donde ha llegado Zapatero en sus contactos previos con ETA y que hicieron posible la tregua indefinida del 22 de marzo del 2.006, pactos que han sido denunciados repetidamente por ETA en sus comunicados y por Batasuna en sus conferencias de prensa, aunque sin detallarlos. Por eso, el Partido Popular, que a pesar de todas las críticas socialistas, ha seguido en este tema una impecable línea acorde con las exigencias del ordenamiento jurídico y la dignidad de un Estado que confía en sus derechos, pide ahora la comparecencia del Presidente del gobierno en el Congreso para que aclare los muchos e importantes extremos que están todavía sin aclarar. No va a ser fácil que los aclare, porque Zapatero ha montado para su permanencia en el poder un gran chiringuito en el cual cada grupo parlamentario tiene su parcela de beneficios y no parecen dispuestos a perderla. Como repiten machaconamente los socialistas y sus aliados, el Partido Popular está solo en el Parlamento. Pero no lo está en la opinión pública, con la que, desde ahora, contrae la obligación de librar a España de un gobierno mentiroso y chapucero. Veremos si está a la altura de tan importante empeño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Extraordinario artículo del Sr. Meléndez.