sábado, enero 06, 2007

Jose Maria Romera, Unidad

sabado 6 de enero de 2007
Unidad
JOSÉ MARÍA ROMERA j.m.romera@diario-elcorreo.com
Las escaramuzas verbales y los gestos de hostilidad que se cruzan entre sí los rivales políticos cumplen un rito litúrgico al que nuestra imperfecta pero ya bregada democracia nos tiene bastante acostumbrados. De cara al público es necesario mantener una pose de enemistad casi irreconciliable porque de otro modo parecería que no hubiera función. Aunque reclamemos el entendimiento entre nuestros políticos, por más que les critiquemos su incapacidad para mostrarse de acuerdo, lo cierto es que si los viéramos consensuando todas las leyes, compartiendo mesa y mantel en los recesos del Parlamento, apoyándose mutuamente en todas las situaciones, entonces sospecharíamos que nos están engañando y los pondríamos de hoja de perejil. A nadie agrada que le acusen de pasteleo. Prefiere arriesgarse a parecer desabrido, maleducado o incluso fanático. Pero esos ademanes de bravucón, seguramente necesarios en el día a día para complacer a los 'hooligans' de cada bando, dejan de tener sentido cuando las cosas se ponen difíciles. Ante los asuntos de Estado una clase política de mediana talla sabe orillar sus diferencias y comportarse como gente civilizada, sensata y responsable. El mismo público insaciable que de ordinario brama pidiendo insultos subidos de tono y golpes directos al hígado, cuando pintan bastos reclama unidad y concordia. Sería una excelente noticia que tras el atentado de la T-4 todos los partidos democráticos se pusieran de acuerdo en dar su apoyo al Gobierno, y a su vez el Gabinete pusiera todo lo que esté en su mano para no sembrar discordia ni confusión entre esos partidos. La única ventaja de barbaridades como la de Barajas es que nos recuerdan cuál es el verdadero enemigo. La vuelta a las andadas de ETA es una pésima noticia, pero aún puede ser peor si agudiza las tensiones entre las principales fuerzas políticas del país y por ende entre esos dos bloques de ciudadanos exacerbados por charlatanes añorantes de las dos Españas. El rito de la desavenencia sistemática había ido dejando bastante olor a basura en nuestras calles. Ese olor, sin embargo, quedó tapado por otro más hediondo proveniente del material explosivo, de los coches calcinados y de los restos de la edificación venida abajo. Cometerían un grave error los políticos si no supieran enfundarse el traje de bombero y continuaran haciendo de malos barrenderos. Por supuesto, hay algunos incapaces de cambiar ni siquiera en situaciones como ésta. Entonces la tarea de los políticos consiste también en retirar del terreno de juego a sus conmilitones incompetentes. No era éste el panorama que hubiéramos deseado, pero una vez metidos en él toca estar a la altura de las circunstancias. Ahora va en serio.

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