domingo, enero 07, 2007

Jon Juaristi, 2007

domingo 7 de enero de 2007

2007 Por Jon Juaristi

PUES no. Nada invita al optimismo ni a la esperanza en este año largo que se abre bajo el gobierno más deslegitimado de toda la historia de la democracia española: más incluso que el último gobierno de Felipe González, con su turbia secuela de corrupción. Porque González, justo es reconocerlo, no se propuso cargarse el gran acuerdo democrático de la transición, ni desmembrar la nación, ni negociar con los terroristas. Y en vísperas de cumplirse los tres años del Gobierno Rodríguez, esto es lo que hay: un consenso hecho pedazos, dos naciones donde había una y ETA rebosante de salud asesina. Todo un palmarés. Pero Rodríguez todavía espera. Más que nunca. Temblemos.
¿Que no se ha negociado con ETA? Replanteemos la pregunta, por favor, con los acentos en su sitio: ¿qué no se ha negociado con ETA? Probablemente, ni la autodeterminación, ni Navarra, porque aún no se había conseguido expulsar al PP del sistema, pero nadie duda de que se ha hablado por extenso de ello con la banda. Se negociaron las condiciones de la negociación política; es decir, la marginación de la derecha democrática, siguiendo el modelo del Pacto de Estella. En la noche de las elecciones autonómicas vascas del 13 de mayo de 2001, y ante la evidencia de que el acuerdo frentista abertzale seguía funcionando (puesto que Batasuna prestaba a la coalición PNV-EA la mitad de sus votos para evitar el triunfo constitucionalista), el PSOE y sus adeptos mediáticos optaron por un cambio de alianzas. Las consecuencias del paso de los socialistas vascos al frente de Estella -cuyo mayor logro fue conseguir que se le diese por fracasado- fueron las previsibles: indujo un mimetismo inmediato en el PSC, que se apresuró a crear, con la inestimable ayuda de Rodríguez, un frente nacionalista catalán sobre el modelo vasco. Carod-Rovira marcó la pauta del comportamiento a seguir respecto a ETA negociando en Perpignan una tregua permanente para Cataluña. ¿Qué ofreció en contrapartida? Lo único que podía ofrecer: la exclusión del PP como condición previa para la desaparición del Estado en dicha comunidad autónoma (objetivo logrado, según Maragall). En la etapa siguiente, tras las elecciones legislativas de marzo de 2004, Rodríguez extendió el modelo frentista de Estella a toda España (respetando la excepción catalana, que ya había ejercido su soberanía bajo la especie de rendición incondicional, o sea, a cambio sólo de seguir con vida).
Pero el PSOE se encontró con unos límites similares a los que el PNV y EA no pudieron traspasar en la primera fase de la estrategia frentista (1998-1999). La negociación de las condiciones preliminares (aislamiento y exclusión de las fuerzas constitucionalistas) podía producir una tregua, pero no mantenerla si no se ofrecía más que eso. ETA rompió la tregua en noviembre de 1999 acusando al PNV de congelar indefinidamente el proceso independentista. La acusación que ha lanzado por boca de Batasuna contra el Gobierno Rodríguez es idéntica. A ETA no le bastaba el aislamiento del PP, ni que se le colocara el estigma de franquista. Pretendía (muy racionalmente, aunque le pese a Rubalcaba) que ese aislamiento se tradujese en concesiones que el PSOE no podía hacer sin provocar el colapso del régimen constitucional y, posiblemente, un conflicto civil violento. Rodríguez exige que le felicitemos por no haber franqueado ese límite. Pues felicidades, presidente: sólo nos ha llevado hasta el borde.
Rubalcaba se pregunta estupefacto por qué ETA no ha anunciado esta vez la ruptura de la tregua, y se lo voy a explicar. No la ha anunciado porque, según el bushido nacionalista, el código abertzale del honor -es una ironía, por si alguien no lo capta-, los españoles no merecen la mínima cortesía. El PNV, por lo menos, es de la familia. De la raza, ¿comprende usted? No un hato de maquetos despreciables. Pues eso. Téngalo en cuenta para la próxima vez, porque volverán ustedes a intentarlo, volverán a vendernos y volverán a hundirse en la misma letrina. De eso estoy convencido. Ahórrenos las preguntas estúpidas, para que podamos agradecerle algo, que lo estamos deseando.

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