domingo, enero 14, 2007

El PSOE con su agit-prop pone la ultramontano PP contra las cuerdas

El PSOE con su agit-prop pone al "ultramontano" PP contra las cuerdas
Antonio Martín Beaumont

Los socialistas desempolvan su "plan B": virar el foco del "fracasado" Zapatero al "culpable" Rajoy, y la comunicación de Génova "hace agua" al explicar la ausencia en la "manifa" de Madrid.

15 de enero de 2007. Zapatero ha impulsado una gran línea de acción política en esta Legislatura: aislar al PP. El comportamiento político del presidente a lo largo de estos casi tres últimos años se explica al candil de este eje. Asuntos como la pacificación del País Vasco, la testarudez por llevar adelante la reforma del Estatuto catalán y la división de la sociedad, excitada con temas tan a flor de piel como la revisión de la memoria histórica, cuadran bajo esa luz. No es que el nivel de crispación en el que se ha instalado la política venga sólo por el candor de los grandes temas puestos sobre la mesa. No. La crispación es una condición imprescindible para la estrategia del líder socialista.El PSOE llegó a La Moncloa en marzo de 2004 de la mano de una campaña de convulsión bien orquestada en los años anteriores. La entonces oposición calentó las cosas con asuntos tan afectivos como el Prestige y la intervención española en la guerra de Irak. Con cualquier motivo se buscó aquellos días mostrar en la calle que la barrera entre PSOE y PP era insalvable. La culminación de esta manera de hacer oposición fue, tras el atentado del 11-M en Madrid, la puesta en escena de una "espontánea" reacción que llevó incluso a cercar las sedes del partido del centro derecha en la reflexión electoral del 13 de marzo. ¿Qué buscaron entonces los socialistas? Que Zapatero llegase "a cara de perro" con Rajoy a las urnas para que la movilización fuese máxima. Los estrategas socialistas si algo tenían claro era que para ganar necesitaban contar con una participación alta, lo que sólo podían conseguir a través de un habilidoso agit-prop. Lo consiguieron. Electoralmente hablando acertaron. Zapatero fue elegido por los españoles presidente del Gobierno.Pero para conseguir ese objetivo debieron rebasar barreras hasta entonces impensables en España. Una de ellas, quizá la más llamativa, la de la unidad de los dos grandes partidos en materia antiterrorista. Cuando el PSOE lanzó a su gente a las calles a gritar tras la matanza de la estación de Atocha: "Queremos saber la verdad" y "Asesinos" a los dirigentes populares era consciente de que se apartaba la responsabilidad de los terroristas para colocarla sobre el Gobierno de José María Aznar y el PP. En su estrategia de "agitación-propaganda" Zapatero se arriesgó a saltar a ese foso que ningún otro político democrático antes había siquiera intentado.El PSOE, además, pudo comprobar como al movimiento de reacción que colocó en la calle contra el PP, fundamentalmente desde el Prestige, y que lideró sin problemas, se acercaron otros grupos políticos, más por su animadversión al PP que por otros intereses. Fue frecuente ver aquellos días detrás de pancartas a Zapatero y Llamazares, por supuesto, pero también a líderes regionalistas y nacionalistas ideológicamente enfrentados a la izquierda. Sin mencionar a los más diversos personajes de la cultura que encontraron su válvula de escape para demostrar la distancia con una derecha a la que aborrecían pero a la que habían ordeñado por años. Pues bien, ésa fue la trinchera cavada por Zapatero para acceder al poder. En realidad, si se mira bien, trazó una estrategia cuyo eje principal fue la antipatía al PP. El problema viene cuando lo que ha sido una línea política de oposición se mantiene una vez obtenido el Gobierno. Zapatero sabe bien que su mayor baza para garantizarse la estabilidad parlamentaria así como para obtener una victoria electoral, cuando toque, es radicalizar su discurso contra el PP; llevar a la máxima expresión el "todos contra el PP". Y en ésas sigue.Esta semana se ha visto a las claras cómo el PSOE no ha tenido rubor alguno en aprovechar un atentado terrorista para alentar los sentimientos de una sociedad herida y lanzar a la opinión pública contra el PP. Lo que emerge estos días es el "plan B", tantas veces advertido, que el socialismo había previsto por si el "proceso de paz" fracasaba, como ha ocurrido: toca ya cargar contra los de Mariano Rajoy haciendo al PP culpable, junto a ETA, de la vuelta del terrorismo; toca -porque el momento de abrir las urnas se acerca- virar el foco de un "fracasado" Zapatero hacia un "culpable" Rajoy. El viernes la guinda la pusieron los famosos Actores contra la Guerra solicitando un "cordón sanitario contra la derecha cerril, ultramontana, casi gótica", dijeron.Lo que deben medir los encargados de las cosas demoscópicas en Génova es hasta qué punto cuando su partido tensa demasiado la cuerda cae en la trampa urdida por Zapatero o, al revés, gana enteros. De momento, esta semana que ha terminado los mensajes populares han hecho agua. Las explicaciones para no acudir a la multitudinaria manifestación de Madrid después del cambio en el lema incluyendo la palabra "libertad" parecían hechas por adversarios. Un PP a la ofensiva ha acabado entre las cuerdas. Y me da a mí que esto ha ocurrido por la manía de hacer seguidismo de comunicaciones no calibradas para un partido con tanta variedad capaz de representar a casi diez millones de españoles.

No hay comentarios: