sábado, enero 06, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Reyes sin estatuto

sabado 6 de enero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Reyes sin Estatuto
Seguro que esta mañana, al abrir los regalos, nadie se ha encontrado un Estatuto. Corbatas, colonias, pañuelos, artilugios tecnológicos, juguetes de todo tipo, pero nada que se parezca a un Estatuto. Los Reyes Magos, que son más observadores que los políticos, saben que nadie lo ha pedido, ni siquiera los que dicen estar más interesados, que se conforman con tenerlo después de mayo, o incluso más tarde.
Nada que ver con la ilusión del crío que desea ardientemente un regalo y se porta como es debido para ganar méritos ante sus Generosas Majestades. La ilusión estatutaria se ha ido desvaneciendo. El ansia por tener un juguete nuevo se sustituye por el empeño en culpar al otro. Los tres tenores encargados de impulsar el texto se acaban pareciendo al niño acusica que se chiva de lo mal que se portan sus compañeros.
Lo que más se escucha estos días es el ha sido él típico de los alumnos que quieren ganar méritos con el profesor, que en este caso es el pueblo soberano. Ya no se trata de hacer los deberes, sino de convencer al respetable de que Emilio, Alberto o Anxo se fueron de juerga en horas lectivas. ¿A cuál de ellos ponemos contra la pared?
El caso es que queda desmentida la motivación inicial de todo este proceso. Se nos dijo que la reforma era urgente, que sin ella Galicia caminaría con cojera por la nueva senda autonómica, que perderíamos el tren para quedarnos solos en la estación. Se dijeron muchas cosas que se contradicen con lo que está sucediendo.
Si lo urgente puede esperar hasta una fecha inconcreta posterior a mayo, según socialistas y populares, o incluso hasta más tarde, de acuerdo con algunos portavoces del BNG, estamos hablando de una reforma poco perentoria. La gran pregunta es por qué se pasa de aquel fervoroso entusiasmo inicial a esta sensación de apatía.
La primera explicación se encuentra en el otro extremo de la Península. El epicentro reformista está en Cataluña, que ejerce en cuestiones estatutarias el mismo papel que París en el mundo de la moda. En su pasarela se presentan los últimos modelos de autogobierno, que posteriormente son copiados, adaptados o envidiados por otros modistos. Se puso de moda la reforma, pero ahora ya estamos en una fase de reflujo, visto el desinterés del electorado catalán y la crisis política provocada. Eso repercute aquí.
A eso hay que unirle las advertencias de Solbes y De la Vega, los anatemas de Rajoy y el marcaje que sobre Quintana ejercen en el BNG los sumos sacerdotes. Demasiada gente metiendo baza en un asunto que ya era difícil resolver a tres bandas. Demasiado tiempo para que maniobren los interesados en dejar varado el nuevo Estatuto.
Así está a día de hoy la reforma. Ni navega, ni está hundida; se encuentra varada a la espera de una coyuntura mejor, en un momento inconcreto del futuro. ¿Qué garantías hay de que ese momento idóneo llegue? Ninguna. Después de las elecciones locales vendrán las generales, y el argumento de que el clima no es propicio volverá a repetirse. No será posible crear un oasis artificial donde los protagonistas puedan componer el texto con más calma que ahora.
Hay además un factor del que no se puede prescindir. Si la urgencia que se proclamaba está siendo desmentida por los hechos, también queda en entredicho la idea de que la reforma se hace pensando en la sociedad. La expectación social ya era escasa al principio, y ahora, a menos que lo desmienta alguna encuesta, es mínima. ¿La prueba? Nadie le pidió a los Reyes un Estatuto.

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