jueves, enero 25, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Ideas crudas

jueves 25 de enero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Ideas crudas
No teman los propietarios gallegos de pisos vacíos. El destino de ese anuncio del presidente Touriño será el mismo que el de otras iniciativas que se mustian antes de madurar. Nadie las desarrolla, ni nadie las revoca; se desvanecen en la niebla, para engrosar la Santa Compaña de ocurrencias que son como el nasciturus, es decir, concebidas pero no nacidas.
Si alguna vez se les aparece esa procesión de espectros, distinguirán aquel terrorífico canon energético que se le quiso imponer a Fenosa por motivos nunca explicados. ¿Qué quedó de él? Pues un pobre fantasma que se pasea por los pasillos de San Caetano esperando que alguien lo rehabilite, un fantasma que a la hora del café se encuentra con la feroz idea de los quinientos metros, que a estas alturas tienen una medida tan misteriosa como el Código da Vinci.
Son dos almas en pena antiguas. Entre las modernas, anda la hora autodeterminada, o la ocurrencia de obligar a los niños a que se inicien en la lectura y la escritura en gallego, con independencia de su lengua materna. Vagan por los despachos intentando llamar la atención de sus mentores, sin que estos les hagan caso, como si no fuese suya la paternidad de la criatura. Es otra modalidad del temible silencio administrativo.
El gravamen de los pisos desocupados es el fantasma recién llegado a la cofradía. Falto de la necesaria experiencia, pensará que tarde o temprano saltará al escenario para convertirse en ley. Qué engañado está. Durante unos cuantos días gozará de popularidad, estará en todos los debates, lo llevarán al Parlamento, y cuando se haya acostumbrado a cámaras y micros, alguien sacará otro vistoso conejo de la chistera gubernamental, y los mismos que lo airearon, lo negarán tres veces y lo pasarán al retiro.
En realidad, ese ciclo vital de la ocurrencia se ha acortado en este caso porque la conselleira Táboas ya se encargó ayer de convertirlo en fantasma errante. El canon no está, ni se le espera, porque se trata de incentivar, no de obligar. Galicia es diferente, dice doña Teresa, y no tiene por qué imitar modelos foráneos. A lo cual se podría añadir que no es precisamente el gran capital galaico el que mete sus ahorros en los pisos, sino una burguesía media a la que hay que seducir para que el cambio triunfe.
Galicia es diferente en esto, en el bilingüismo, en el urbanismo, en la energía. Sin embargo, el lanzamiento de ocurrencias suele responder a estímulos que vienen de fuera. Es como si hubiera miedo a quedar atrás en no se sabe qué carrera. En el asunto de los pisos, se dan además dos paradojas: Vivenda tiene ya un plan con una filosofía distinta, y el vicepresidente Solbes pone en duda ese castigo impositivo.
Algunos pueden pensar que tanta idea cruda perjudica a la Xunta, al dar una imagen de incongruencia e improvisación. Es posible. Pero la gente se aclimata a este estilo, y acaba por pensar que los primeros impulsos del Gobierno son irreflexivos, y que conviene esperar a que sus autores recapaciten, reconsideren y sopesen. El problema es que las declaraciones, anuncios y guiños gubernamentales se devalúan.
Todo el mundo sabe que el primer producto pasará por diferentes fases de maduración, hasta que se transforma en algo apto para el consumo. Quedan por el camino ideas incompletas, proyectos que salieron del horno demasiado pronto, y que forman una Santa Campaña de errores. El canon de los pisos vacíos será el de vida más efímera. No teman, pues, los propietarios, porque ya pasó otras veces.

No hay comentarios: