jueves, enero 25, 2007

Agapito Maestre, La memoria desolada de Sándor Márai

viernes 26 de enero de 2007
¡TIERRA, TIERRA!
La memoria desolada de Sándor Márai
Por Agapito Maestre
¡Tierra, tierra! es una obra clave para comprender la decadencia espiritual de la Europa del siglo XX. Escrita veinte años después de los sucesos evocados, Sándor Márai tuvo tiempo para madurar las consecuencias de esa hecatombe moral. Y lo hizo por medio de un uso privilegiado de la memoria. Memoria llena de subjetividad e imaginación y, sobre todo, de nostalgia y melancolía de algo que en el pasado debió suceder y no sucedió.
Memoria que asume la tremenda tristeza de las miradas retrospectivas. Memoria desolada y sin futuro. Memoria auténtica, porque no entiende qué es lo que hay que hacer cuando ya no queda nada por hacer.

Es ¡Tierra, tierra! un libro de memoria de un tiempo no reducido a espacio. Memoria del tiempo verdadero, de un hombre no falsificado ni especializado. Memoria literaria. Estamos ante el prodigioso poder de un autor que todo lo retiene y que, a la vez, desborda lo concreto con la lógica de un corazón novelesco. Visión, en fin, de un pasado horroroso que coincide con un presente terrible:

Miré alrededor y sentí el escalofrío que se siente ante la visión angustiosa del dejà vu bergsoniano: no solamente había "vivido ya en una ocasión" todo aquello, sino que lo estaba "reviviendo" en esos momentos en una realidad donde los dos tiempos concordaban.

Terribles palabras para dejar constancia de una inmoralidad: los europeos, después de la Segunda Guerra Mundial, no quisieron mirar de frente. Como al final de la Gran Guerra, no existía ninguna Europa vencedora. No había ni el más mínimo rastro de lo que se nos venía encima. Faltó la reflexión moral que nos preservara o, al menos, nos advirtiera del monstruo del totalitarismo soviético, que terminó con el humanismo occidental.

La memoria de Márai, a veces milagrosa, otras terrible y siempre misteriosa, es capaz de situarnos ante los hechos narrados como si fuéramos testigos directos de ese proceso agónico de la cultura europea, que tiene uno de sus capítulos más lamentables en la doble ocupación de Hungría, primero por los nazis y más tarde por los soviéticos.

Libro de memorias, novela de un hombre, de un autor húngaro que nació en 1900, se exilió a EEUU en 1948 y se quitó la vida pocos meses antes de la caída del Muro Berlín.

Es un libro para leer de pie. Nada más comenzado, nos hace levantar, nos arranca de una actitud sedentaria y normal, como si de la tierra extrajese una energía especial que nos obligara a subir, a esforzarnos, a levantarnos y transfigurarnos.

Es una grandiosa obra de literatura, porque no sólo consigue expresar lo que otros piensan y sienten, también nos hace comprender qué pasa en el mundo. No le sobra ni una sola página. Estamos ante una grandiosa literatura, sí, porque logra dirigir, y a veces determinar, la vida del autor y del lector. La vida es imposible sin literatura. No hay vida verdadera que no mimetice creativamente la obra literaria.

La defensa de las Bellas Letras, del poder emancipador de la literatura, es uno de los ejes vertebradores de estas memorias singulares, sin duda alguna, que recuperan tanto hechos como ideas. El otro es, sin duda, el poderío narrativo de las páginas sobre el cerco de Budapest por parte de las tropas soviéticas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Su fuerza descriptiva compite en grandeza con la profunda reflexión sobre el significado de esa paradójica liberación de Hungría del poder nazi. A la perversidad nazi le sucedió otra equivalente, la soviética, que terminará la faena de destrucción de una de las más grandes civilizaciones de todos los tiempos, la europea.

Detrás del terrible significado de esa liberación sin libertad hallamos una de las críticas más sutiles y finas que yo haya leído tanto del comunismo soviético como del olvido terrible al que Europa Occidental sometió a la única nación que, desde el siglo X, tomó la decisión ser occidental y cristiana: Hungría.

El ataque crítico de Márai es doble y radical. No deja nada en pie del terror soviético, pero su crítica a las generaciones de la Europa de postguerra no es menor, porque han sido incapaces de continuar el humanismo occidental, o sea, de rescatar el ser humano como medida de todas las cosas.

Márai jamás perdonará la indiferencia de Occidente ante la brutal bolchevización de más cien millones de ciudadanos europeos. Eran gentes que habían formado parte del Imperio Austrohúngaro, hombres libres que no querían ser masacrados por el comunismo.

En ¡Tierra, tierra! podemos distinguir tres partes, bien diferenciadas:

1) Las descripciones magistrales del asedio sobre Budapest por parte de las tropas soviéticas. El relato es tan magistral que sobran las explicaciones sobre el sentido o, mejor, el sinsentido del cerco y de la guerra.

2) La vuelta de Márai a la ciudad en ruinas y la constatación de que la nueva era será terrible. La descripción de la ruina material de la ciudad es vista a la luz de la ruina espiritual de la cultura occidental. La ocupación comunista de Hungría como paradigma de la desaparición del ser humano bajo la zarpa del totalitarismo.

3) La narración del viaje de Márai por Suiza, Italia y Francia después de la guerra y su vuelta a Hungría es una de las descripciones más desgarradoras y frías que podamos leer para hacernos cargo del final de la cultura occidental.

El exilio, al fin, fue el precio que pagó Márai para que el régimen soviético impuesto sobre Hungría no pudiera comprarle como individuo. La decisión de exiliarse es algo más que una narración. Es todo un tratado de literatura filosófica.

Les exhorto, pues, a leer la obra del último caballero de la literatura centroeuropea. Su ironía y transparencia de lenguaje son equiparables a su fina capacidad de crítica y reflexión.

SÁNDOR MÁRAI: ¡TIERRA, TIERRA! Salamandra (Barcelona), 2006, 446 páginas.

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