miércoles, julio 18, 2007

Juan Carlos Girauta, Economistas del lado oculto

miercoles 18 de julio de 2007
Crítica a Freakonomics
Economistas del lado oculto
Dice Levitt que él no se dedica a la moral. Que alguien le cuente que la ciencia económica fue fundada por la Escuela de Salamanca (no lo digo yo, que también, sino Schumpeter), que la economía siempre ha sido una ciencia moral.
Juan Carlos Girauta

Observan en docedoce, brillante web de esa constelación que un día me hizo vislumbrar una eclosión liberal, lo disparatado de algunas teorías debidas a economistas (y que distan mucho de merecer la etiqueta de teorías económicas). Como muestra toman un capítulo de Freakonomics, de Levitt y Dubner, best seller aparecido en España con el inevitable subtitulo neognóstico que incluye el consabido "lado oculto".
Lo oculto sería para Levitt, por ejemplo, la relación causa-efecto entre la legalización del aborto en los años ochenta y el descenso de la criminalidad en los Estados Unidos a mediados de los noventa. ¿Lo entienden, no? Menos hijos indeseados de familias pobres igual a menos delincuentes juveniles. Tócate los cataplines.
Ser economista de prestigio y vender muchos libros no garantiza la integridad intelectual ni la moral. Por no hablar de la cuadrilla de premios Nobel que va abominando de la globalización en onerosas conferencias, sembrando dudas viejas sobre el capitalismo. Dice Levitt que él no se dedica a la moral. Que alguien le cuente que la ciencia económica fue fundada por la Escuela de Salamanca (no lo digo yo, que también, sino Schumpeter), que la economía siempre ha sido una ciencia moral.
Lo cual no significa que un observador no pueda alcanzar conclusiones "inmorales" basándose en su observación de la realidad. Significa más bien que hasta el más tonto de la clase es capaz de descubrir en la broma pesada de los abortos crecientes y los criminales decrecientes una falacia non causa pro causa del tipo post hoc ergo propter hoc.
No es bueno situar al economista más allá del bien y del mal. Ni conviene exagerar el valor del discurso económico en debates estrictamente políticos que a todos conciernen, y en los que el ciudadano toma parte con todo derecho sin necesidad de demostrar conocimientos técnicos.En realidad, anteponer la economía al debate de las ideas es un truco para ocultar la carencia de estas o para enmascarar la vergüenza de poseer algunas que son rechazadas por el establishment. Es divertido comprobar cómo los que insisten en que "lo importante es la economía" no tienen ni repajolera idea de la materia, según ellos, más importante.

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