lunes 2 de julio de 2007
CARAVANAS, BURKAS Y SOLEDAD
Félix Arbolí
M ADRID se está quedando solo. De la noche a la mañana, sólo se ven algunos coches despistados, sin prisas ni aglomeraciones, muchos inmigrantes “sudacas “ con gorras y cochecitos de bebé, acompañando al que con la ayuda de sus padres debe ir acostumbrándose a andar y pare usted de contar. Sin faltar mis amigas moras del pañuelo en la cabeza esperando al autobús, más tapadas que si estuvieran en los paisajes polares, a pesar de que el sol aprieta con ganas. Estoy pensando regalar un “burka” a mi nieta para que se vaya acostumbrado a su uso, ya que posiblemente cuando llegue a adulta, le va a hacer falta para poder salir sin ser sancionada o lapidada. Con esto de la nueva asignatura para sustituir a la religión “made in Zapatero” y la plena actualidad del anticristianismo dominante tan empecinadamente alentado por los que deberían salvaguardar nuestra cultura religiosa y nuestros valores morales y éticos, no será nada extraño, ni predecible lo que pueda ocurrir a los que veneramos a la Cruz y lo que simboliza, si nuestro Rato “supermán” no lo remedia. Ahora de momento sólo vemos el “hiyab” o velo islámico que cubre cabello y cuello, usado normalmente por los “chiíes” y algún “chador” o velo largo que cubre hasta los pies, A veces hasta me he encontrado en este barrio babélico donde llevo cincuenta largos años residiendo con el “niqab” donde sólo dejan los ojos femeninos a la posible contemplación del que sienta curiosidad por ver que se esconde tras ese incómodo ropaje. Los “burkas”, esa prenda de vestir que convierte a las mujeres en fantasmas o momias amortajadas, no los he visto por ahora y espero no encontrármelos en horas nocturnas y calles solitarias. Hablando de este asunto, al que no prestamos la debida atención y tiene una enorme importancia de cara a nuestro futuro, pues va en contra de nuestras costumbres y ancestrales creencias, ya hay países europeos donde están tomando cartas en el asunto por parte de sus gobernantes, que no son tan permisivos en algunas cosas y tan cerrados de mollera en otras como los nuestros. Por ejemplo, en Holanda está prohibido el uso de “burka”; en Italia lo penalizan con dos años de cárcel y hasta las líneas aéreas marroquíes, han prohibido a sus empleados el velo en la cabeza y el rezo en horas de trabajo y éstos son de religión islámica. ¿Es que acaso van contra lo ordenado por Mahona o es que el Profeta no impuso ninguna de estas anómalas y absurdas costumbres y ritos?. En este primer domingo de julio nos hemos quedado los de siempre o casi siempre. Este año, no sé, me da la impresión de que todos han adelantado las vacaciones y el mes de julio va a ser el que marque la pauta y ocasione el éxodo masivo. Se conoce que el pueblo no tiene fe y menos aún confianza en lo que pueda ocurrir mañana, en ningún aspecto, ni en el económico, ni en el político, ni en el de seguridad, pues han seguido a rajatabla el popular dicho que recomienda que “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” y han cogido las de “Villadiego“, por si las moscas. Por cierto, ¿sabe alguien la historia del por qué “coger las de “Villadiego”, significa “poner los pies en polvorosa” o como dicen en mi tierra “salir de najas”?. ¡Y después dicen que no somos ricos, si hasta nos sobran palabras para definir cualquier cosa o circunstancia!. No me explico cómo algunas regiones, hoy llamadas autonomías (bueno, serán suyas, que yo no tengo ni quiero tener nada que ver en el asunto), reniegan de una lengua tan extendida, rica en vocablos, definiciones y sonoridad y se afanan en sustituirla por la que solo conocen y no bien del todo una exigua minoría, con cuyo bagaje lingüístico y gramatical no pasarían más allá de sus límites provinciales. ¡Hay que ser absurdo para empeñarse en encerrarse en casa y no ver más allá de sus paredes internas, despreciando la oportunidad que se les ofrece para admirar el exterior y contemplar los ricos y fascinantes panoramas que tienen plenamente a su alcance!. Y encima obligando a sus hijos y a los del vecino que reside en esos términos a abandonar el “todo” por disfrutar una sola parte, sin más futuro y horizonte que el de las provincias que componen esa mal llamada por algunos “nación”. Yo, lo digo con sinceridad, quiero a Andalucía y la siento hasta en el interior de mis huesos, pero si el habla andaluza fuera diferente a la usada por el resto de España y tuviera que elegir entre ambas, seguiría con mi español y renunciaría hasta de mi andalucismo si ello me suponía renegar de ser y sentirme español. ¿Desde cuando ser español es una ofensa señores?. Me he quedado solo en casa. Bueno, aclaro, solo no. Están conmigo Camila, la perra chihuahua, mi inseparable compañera, “Alfonso” el persa nuestro que anda siempre a su aire aparcando donde le apetece y en la postura que le coja en ese instante y dos invitados más, “Snoophy”, creo que debe escribirse así, un cobaya de mi nieta y la gata persa tortuga de mi hija, que no sé si se llama “Mini”, “Misi” o algo por el estilo. Como otros años a mi me toca cuidarlos y atenderlos mientras ellos empapan su bañador con el agua de “La Barrosa”, ese paraíso playero que Dios ha querido regalar a la provincia gaditana. Allí estarán, si Dios quiere, pasando los días veraniegos de permiso disfrutando al máximo con la gran cantidad de alicientes que ofrece ese privilegiado rincón, donde la mitología escenificó las más importantes aventuras del legendario Hércules, el tenido como fundador de Cádiz. Las revisiones médicas me han impedido acompañarles y mi mujer no ha querido dejarme solo, aunque lo teníamos ya programado y preparado. Que es lo peor que me ha sentado. “El hombre propone y el médico descompone…”. Sufro una morriña enorme de mi tierra, esa playa, el sol, la brisa salinera y el poder saludar y abrazar a tanto amigo que el tiempo ha sido incapaz de borrar de mi mente y sentimientos. Me fui buscando el éxito, soñando con un futuro mejor y aspirando a una vida más completa y llena de alicientes y cuando debería estar satisfecho de lo conseguido y de tantos sueños realizados, me he dado cuenta que mi alma, mi vida, mi corazón y mi serenidad de conciencia se hallaban en esos escenarios que había dejado persiguiendo un espejismo y que ahora, aunque quisiera jamás podré recuperar. Ni tan siquiera el amor y cariño que siento por mi mujer, hijos y nietos, es capaz de hacerme olvidar y dejar de añorar esa tierra que me vio nacer, crecer, gozar y sufrir, a la que regresaré más allá de esta vida para fundirme indefinidamente en la bravura y el salitre de sus aguas. Hoy me siento melancólico, debe ser la música y la soledad que siento hasta en mis venas, pues como se dice del desodorante, me ha abandonado hasta mi mujer, aunque sea por unas horas. Pero todo influye.
domingo, julio 01, 2007
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