jueves, febrero 08, 2007

Villacañas, Estado y justicia

viernes 9 de febrero de 2007
Estado y Justicia
Antonio Castro Villacañas
E STAMOS muy bien. Tan bien, que estamos a punto de conseguir lo que siempre ha sido aspiración de todos los españoles. Ya Ganivet dijo que el sistema político ideal para nosotros sería aquel que en uno de los primeros artículos de su Constitución reconociera nuestro derecho a hacer en cada momento lo que nos diera la gana. Ese precepto, está claro, no figura en ninguno de los artículos que componen el texto de la Santa e Inocente Constitución que nos rige desde el año 1978, pero también es evidente que a partir de entonces se ha ido instalando en nuestros hábitos la práctica de hacer en cada instante lo que más nos convenga, sin tener que someternos a reglas u órdenes que no cuenten con nuestro asentimiento. Dos ejemplos, entre otros muchos, demuestran que lo anteescrito es cierto. Uno de ellos es la invasión de grafitos que ensucian las fachadas de los edificios de pueblos y ciudades, pilastras de puentes y en general cualquier superficie vertical plana. Los muchos tontos y giliflautas que existen en todas partes han asumido el derecho a pintarrejear cuanto esté a su alcance, sin el más mínimo respeto a la propiedad privada de las fachadas y superficies, y sin consideración alguna a los gustos estéticos de la práctica totalidad de sus conciudadanos, obligados por el capricho de esos raros tontilocos a soportar cada día la permanente agresión de tales pintarrajos. El otro ejemplo lo encontramos en el botellón, ceremonia semanal más o menos festera que consiste en que una parte de nuestros jóvenes, no siempre mayoritaria, se reúne en espacios públicos para beber lo que le da la gana y cantar o escuchar la música que más les gusta o motiva, durante el tiempo que mejor le convenga, sin el más mínimo respeto a los derechos al descanso, intimidad, buen gusto o simple tranquilidad de cuantos habitan en las inmediatas cercanías de la zona pública afectada. Ninguna de las autoridades competentes en la tarea de mantener el orden público y el buen gusto, o -si mis lectores lo prefieren- en la de educar a nuestras juventudes para su mejor formación y convivencia, se han atrevido a decirles nada. Miento, porque sí hubo una: la de ese singular personaje llamado Enrique Tierno, que tantas vitales contradicciones tiene en su biografía. Lo malo es que tan peculiar Alcalde se dirigió a los jóvenes para animarles a que se "colocaran" en la borrachera o en la perdición de la droga... Otras muchas "concesiones democráticas" a la eximia regla de que cualquiera puede hacer lo que le dé la gana, como son el pequeño caos en que se encuentran los centros escolares, las huelgas en los servicios públicos básicos para la normal convivencia -salud y transporte, por ejemplo-, o las manifestaciones de policías y guardias civiles, han servido de precedente a la reciente manifestación del nacionalismo vasco, que por las calles de Bilbao ha presionado a la Justicia para aminorar al máximo las muy probables responsabilidades cometidas por el Presidente de su autonomía al recibir en su despacho oficial a los representantes de la ilegalizada y criminal Batasuna. Los nacionalistas vascos, con su presidente Ibarreche a la cabeza, también creen que ellos pueden hacer lo que les dé la gana, cuando quieran y donde más les convenga. Por eso han venido haciendo, desde que comenzaron a gobernar la autonomía, continuados desprecios a un Poder del Estado que está por encima de las posibilidades de control político de cualquier personaje o institución que sea de veras demócrata. España va bien. Muy bien. Tan bien va, que cada día se deshace más el Estado, tenemos menos idioma común para entendernos, se les dice a los funcionarios públicos que se vayan de los territorios donde se habla un lengua que no es la oficial de España, y cada cual quiere tener sus propias relaciones exteriores y sus privativas legaciones o embajadas, sin duda para poder dar "trabajo" a compañeritos y amiguetes. No, no podemos ir mejor. Demos gracias a nuestro Rey y a los beneficiados de la Constitución Inocente y Santa.

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