miércoles, febrero 07, 2007

Serrano Oceja, Tocqueville, los obispos y educacion para la ciudadania

jueves 8 de febrero de 2007
REFORMA EDUCATIVA SOCIALISTA
Tocqueville, los obispos y Educación para la Ciudadanía
Por José Francisco Serrano Oceja
Mientras que destacados intelectuales franceses del mayo del 68 dan la mano a las propuestas sociales y educativas de Nicolas Sarkozy, en España seguimos en lo que Peter Glotz denominó el "error pedagógico" de la izquierda, que es una de las causas de la crisis actual de la educación en Europa.
Para este autor, la izquierda "sobrevaloró las posibilidades de la escuela, la universidad y las escuelas técnicas superiores, los medios de comunicación, la producción ideológica y la propaganda... Pero se infravaloró el poder socializador de formas sociales primarias e informales, es decir, de las familias (todo lo incompletas que se quieran), los círculos informales de amistades, las despreciadas asociaciones de todo tipo."
La izquierda ha sabido, en una historia de desvinculación y de desarraigo que aún hoy continúa, que las reformas de los planes de estudio, llamados a troquelar un nuevo hombre, exigían neutralizar a la familia y a todas las instituciones que hiciera de dique de la marea negra de la ingeniería relativista. La igualdad buscada, deseada y construida por la izquierda no soporta la desigualdad de la naturaleza y de la familia.
La asignatura de Educación para la Ciudadanía es, si cabe, el catalizador de un empeño obsesivo de los socialistas por afrontar algunos de los problemas que más preocupan a la sociedad en el futuro con la respuesta de la ideología. No olvidemos lo que el siempre preclaro sabio del socialismo español, el profesor et alii Gregorio Peces Barba, rector de la Universidad Carlos III, escribió sobre esta asignatura: "Si se decide realizar esta reforma, se habrá producido un cambio revolucionario en la enseñanza preuniversitaria y se producirán, sin duda, resultados positivos para la convivencia. (..) El Gobierno habría justificado la legislatura."
La multiculturalidad, entre otros fenómenos, está complicando decisivamente la cohesión interna de las sociedades y está sembrando las dudas sistemáticas sobre los principios de construcción de la persona. La socialización se ha vuelto, si cabe, más compleja; quien sufre esa complejidad es la educación –nunca con tantos medios y con tanta desorientación de fines a la hora de utilizar esos medios– como elemento de estabilidad institucional y comunitaria de ese proceso de socialización. Como nos ha recordado recientemente el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, la ilustración puso sobre la mesa de la sociedad mundial, de nuevo, la cuestión de los fundamentos morales de la educación; la historia, posteriormente, se encargó de complicar las respuestas y de clarificar las preguntas. Mientras parecía que existía una coincidencia sobre los fundamentos a través de los cuales articular una política educativa que supusiera un progreso personal y social, y a la vez moral, se dan ahora algunos factores que ponen en cuestión el consenso educativo de la primera parte del siglo XX.
En España, si cabe, tenemos una tendencia al peligroso eterno retorno en lo que afecta a las cuestiones sustanciales. Es difícil negar que el derecho fundamental a la educación participa de la misma crisis antropológica que los demás derechos fundamentales. También lo es que la LOE, los decretos que la desarrollan, la introducción con calzador social de la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía, han forzado una ruptura con algunos de los presupuestos educativos asentados en la tan traída y no por menos necesaria Transición. El arzobispo de Pamplona, monseñor Fernando Sebastián, señalaba recientemente que da mucha pena pensar que después de treinta años de democracia todavía estemos enfrascados en la discusión de si religión, sí, religión, no, cuando es una cuestión que cualquier país democrático serio ya tiene resuelta para satisfacción de todos.
Un reciente estudio, de gran calado, de la profesora Aurora Bernal sobre El humanismo cívico de Tocqueville me ha hecho recordar una frase de quien supo qué era la democracia: "Lo que debemos hacer nosotros es al hombre político, y para ello es preciso estudiar la historia de los hombres, y sobre todo la de los que nos han precedido más inmediatamente en este mundo". No es difícil imaginar que cuando los obispos hablan de Educación para la Ciudadanía no están muy lejos de lo que Tocqueville entendía por educación y por ciudadanía.

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