miércoles, febrero 07, 2007

Jordan Ballor, Bienes materiales y en busca de la felicidad

juerve 8 de febrero de 2007
LA ÚLTIMA PELÍCULA DE WILL SMITH
Bienes materiales y En busca de la felicidad
Por Jordan Ballor
La última película de Will Smith, En busca de la felicidad, destaca por recalcar la verdad de los valores conservadores. Es algo que puede sonar extraño y poco probable dadas las tradicionales alianzas políticas, éticas y sociales de Hollywood, pero la fuerza de la historia está los hechos que recrea, algo que ha evitado que pudiera ser usada como arma a favor de la ideología política progresista.
La narración está inspirada en la historia real de Christopher Gardner, padre soltero luchador y sin techo que se convierte en agente de bolsa y consejero delegado. La historia comienza en 1981, cuando la nación estaba empezando a salir de aquel oscuro período económico inaugurado por la administración del presidente Jimmy Carter. Al principio se ve al protagonista de la película mirando un discurso televisado de Ronald Reagan en el que describía el lamentable estado financiero del país, con déficits y desempleo sin precedentes. La tasa de paro de Estados Unidos en los primeros años de la década de los 80 oscilaba entre el 7.1% y el 9.7%. En 1989 esa tasa descendió al nivel más bajo en diez años, el 5.3%.
En la vida real, Christopher Gardner habla de su "genética espiritual", un legado de afecto religioso que le inculcó su madre. Aunque se le quite importancia al elemento religioso en la película, de todas maneras está siempre presente. Uno de los mejores momentos de catarsis emocional sucede durante una misa gospel.
En otro momento el hijo de Christopher, interpretado por el propio hijo de Will Smith, Jaden Christopher Syre Smith, cuenta un chiste: "Era un hombre que se estaba ahogando cuando pasó un barco y el hombre en el barco va y le dice: '¿Necesita ayuda?'. A lo que el otro responde: 'Dios me salvará'. Luego pasa otro barco y los marineros tratan de ayudarlo, pero el hombre dice otra vez: 'Dios me salvará'. Finalmente el hombre se ahoga y va al cielo. Allí le pregunta a Dios: '¿Señor, por qué no me salvaste?'. Y Dios le contestó "Pero, merluzo, ¡si te mandé dos barcos!"
Lo que el chiste y el momento en que se emplea en la película quieren decirnos es que Dios normalmente hace que su providencia funcione usando métodos naturales.
Un ejemplo de esa providencia se ve al empezar la película en la relación de Gardner con su trabajo como vendedor de densitómetros óseos. El cándido Gardner ha invertido los ahorros de su familia en la compra de una partida de estos aparatos para a su vez venderlos en su exclusivo mercado de centros hospitalarios del área de San Francisco. Y para financiar sus gastos de manutención durante su período de prácticas sin remuneración (su entrada a la profesión como agente de bolsa), Gardner debe vender todos los aparatos que le quedan.
En un determinado momento, Chris hijo y su padre inventan la fantasía de que el densitómetro es una máquina del tiempo y el padre usa esta oportunidad para distraer a su hijo de sus terribles circunstancias. Imaginan haber viajado hasta la época de la prehistoria y que deben buscar un refugio para protegerse de los merodeadores dinosaurios. Esta imaginativa jovialidad contradice la triste realidad de tener que pasarse la noche en el baño de una estación de metro, una de las escenas más conmovedoras de la película.
Pero el escáner es una verdadera "máquina del tiempo" en un sentido metafórico. Cuando Gardner finalmente vende la última máquina, lo describe como una inyección de oxígeno "para cuatro semanas más". La venta de las máquinas, al sacar provecho de su valor capitalizado, representa el tiempo que tanto necesita para completar esas importantísimas prácticas en la empresa Dean Witter.
En esta película está ausente la postura crítica tradicional con que los progres abordan la economía de mercado: la historia de Gardner se desarrolla en un Estados Unidos concebido como una meritocracia y no como un país definido por el racismo o la lucha de clases.
Todos los ricos personajes blancos de la película, con una posible excepción, tratan a Gardner con respeto, igualdad y dignidad, incluso con compasión. Y Gardner lucha en efecto contra la pobreza, pero lo hace en un contexto que finalmente recompensa su duro esfuerzo e inteligencia. Aunque hay impactantes imágenes que muestran el contraste entre los ricos y los pobres, el éxito financiero de Gardner como agente de bolsa en realidad depende de la creación de riqueza a través del espíritu empresarial y de iniciativa en el mercado bursátil.
En busca de la felicidad funciona como una reflexión general sobre los temas de libertad y justicia expresados en la Declaración de Independencia norteamericana. En un irónico matiz de la concepción que tenía Jefferson sobre el papel del gobierno, Gardner cita el lenguaje del primer borrador de la Declaración que finalmente no se usó y que habla sobre los "perturbadores de nuestra armonía".
El perturbador más importante de la armonía de Gardner y el obstáculo más grande en su búsqueda de la felicidad resulta ser el mismísimo Gobierno al incautar 600 dólares de la cuenta bancaria de Gardner por concepto de impuestos impagados, dejándolo con un saldo de menos de 25 dólares. Es en este momento de la película cuando finalmente echan a Gardner y a su hijo del último hotel y deben buscar refugio en la misión cristiana para los sin techo.
Comprensiblemente, y quizá hasta con razón, Gardner echa humo: "¡Es mi dinero! ¡No me lo pueden quitar sin más!". La desesperación del personaje es más que nada el resultado de la devoción a su hijo y los valientes esfuerzos que hace para cumplir con sus responsabilidades como padre. Cuando la esposa de Chris abandona a la familia para irse a Nueva York, él repite enfáticamente que su hijo Christopher "se queda conmigo".
San Agustín reafirma la clásica representación de los lazos filiales comunes en la actitud de un padre hacia su hijo diciendo: "Seguramente que lo que dice Cicerón sale del corazón de todos los padres cuando escribió: 'Eres el único de entre todos los hombres que quisiera me superara en todo'".Mucho de lo que Gardner hace en la película es por el bienestar y la mejora de su propio hijo. De este modo le dice al joven Chris: "Si tienes un sueño, debes conservarlo. No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo. Si quieres algo, sal a buscarlo. Y punto."
Vale la pena ir a ver En busca de la felicidad como una lección sobre el valor del trabajo duro y la devoción a la familia. La serie de escollos con que se encuentra el protagonista y el ritmo estresante e imparable con que Gardner busca vencer esos retos subraya la naturaleza de la búsqueda de la felicidad en este mundo:
Fue justo entonces cuando me puse a pensar en Thomas Jefferson, la Declaración de Independencia y nuestro derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Recuerdo que pensé: "¿Cómo sabía que había que poner la parte de la búsqueda allí?" Que quizá la felicidad es algo que sólo podemos buscar y que en realidad quizá nunca podamos tener, pase lo que pase. ¿Cómo sabía él eso?
Las realidades espirituales que se encuentran implícitas en la película forman parte de la vida real de Chris Gardner en la vida real, quien manifestó su fe, en parte, a través de su trabajo con la Iglesia Metodista Unida Glide de San Francisco, y dan a entender que nuestra felicidad depende de cómo orientemos nuestro uso de los bienes terrenales hacia una realidad más grande que nosotros mismos. Buscar la felicidad solamente en bienes materiales o pasajeros necesariamente se convierte en una vivencia fugaz.
Con todo, la historia de Chris Gardner ilustra qué es lo mejor posible dentro este orden mundano donde los bienes terrenales nos posibilitan un poco de paz, mientras que al mismo tiempo seguimos en camino hacia la paz definitiva que sólo se consigue con el principio básico de la realidad divina trascendente.
Jordan Ballor es editor asociado del Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad en Grand Rapids, Míchigan.
* Traducido por Miryam Lindberg del original en inglés.

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