miercoles 21 de febrero de 2007
Pepiño, el Blanco de los visones
IGNACIO RUIZ QUINTANO -No creo en las encuestas. Dicen que estamos en empate técnico, cuando todos sabemos que nosotros crispamos mejor que ellos.
ES sabido que el hombre todo lo refiere a sí mismo, y Pepiño Blanco lleva camino de convertirse en el Narciso del pequeño socialismo español.
-En Madrid los que me insultan llevan abrigos de visón -ha denunciado con un dengue digno de Truman Capote en «Un cadáver a los postres».
No sabía uno que a Pepiño Blanco lo invitaran a esas cenas que en La Moncloa se organizan para comentar textos borgianos con Elena Benarroch. En cualquier caso, cuando la reacción, estas cosas -las de los visones faltones, no las de los textos borgianos- se arreglaban con un duelo: estando en Gobernación, Sánchez Guerra se batió a primera sangre con el diputado Soriano, que había llamado «hijo de Cabra» al ministro, elegido por aquella circunscripción cordobesa. Pero, en pleno progreso, ¿cómo se defiende uno de un ataque de visones poseídos por el genio de un gozquecillo?
No es posible que Pepiño Blanco confunda un visón con una bestia carnicera. Después de todo, él viene de Galicia, donde los visones se crían como los rodaballos. A veces, un ecologista se vuelve gamberro y, al grito de «¡Fur is torture, fur is dead...!», que en suevo significa «Nunca màis», libera a los infelices mustélidos para que las bondadosas gentes de las aldeas los vean. Pepiño Blanco, que es de aldea, tendrá vistos, pues, unos cuantos. Ahora, con eso y un curso de Derecho, ¿qué idea política puede fabricarse alrededor de un visón un jefe socialista?
-¡Ahí es nada un gabán de pieles para un español! -exclamará Julio Camba-. El español considera el gabán de pieles como una prenda suntuaria, de la que sólo pueden investirse los grandes personajes. Ahí tienen ustedes a Lerroux. Desde que se ha comprado un gabán de pieles ha perdido la mitad de sus partidarios.
En los partidos monárquicos bastaba con ser un simple diputado para poder usar gabán de pieles, pero en los partidos republicanos el gabán de pieles no se les permitía ni aun a los jefes, y «El Progreso», de Barcelona, trató de contrarrestar el mal efecto producido en la opinión republicana por el gabán de Lerroux, que debía de estar hecho un Pitito, asegurando que sus pieles eran pieles de... conejo, ignorando que el conejo, y no el toro, es el verdadero animal totémico de España, que no significa más que eso, tierra de conejos.
-Leoporum generis sunt et quos Hispania cuniculos appellant.
Cuando el cardenal Rouco, que por algo también es suevo, dice que volvemos a los años treinta, lo que quiere decir es que estamos volviendo al gabán de pieles como símbolo de la lucha de clases. Los visones, en fin, desenmascararían a los ricos. O a las hienas, por emplear la nueva lírica de un viejo articulista que los domingos vocea con Jeremías: «¡Nunca la guarida de la hiena será mi herencia!» Y todos entendemos por hienas a los ricos de la reacción, porque a los ricos del progreso se los conoce por «standard» o tipo medio de vida. ¿Que Pepiño Blanco se fija en que la reacción gasta abrigo de visón? La reacción contesta fijándose en que, con sólo un curso de Derecho, Pepiño Blanco mora en un chalé -«chi-alé», dicen los nuevos ricos- de lujo en Las Rozas con un cartel que avisa «Cuidado con el visón». Ese chalé no es, desde luego, el pisito de Ferreri que Simancas promete de balde a los madrileños sin techo, pero su posesión tampoco debe causar trastornos ideológicos a Pepiño Blanco, que tiene a su favor la doctrina Araquistáin (20 de noviembre de 1931, en «El Sol») según la cual al hombre le repugna la pobreza, que oprime su personalidad y la de los suyos, como lo prueba el fracaso de todas las doctrinas ascéticas:
-Para alcanzar su plenitud, la vida exige un mínimo de comodidades materiales y espirituales, y todo el mundo tiene no sólo el derecho sino el deber de lograrlas. Cada época y cada sociedad se rigen por un «standard» o tipo medio de vida, al cual no es lícito renunciar sin comprometer la salud de la especie o el destino personal... (de los Pepiños).
martes, febrero 20, 2007
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